jueves, 19 de septiembre de 2024

CRÍTICA: "LONGLEGS" (Osgood Perkins, 2024)


El aliento de Satanás

“LONGLEGS”  êêê

DIRECTOR: Osgood Perkins.

INTÉRPRETES: Maika Monroe, Nicolas Cage, Blair Underwood, Alicia Witt, Dakota Daulby.

GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 101 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2023

     El actor y director Osgood Perkins, hijo del mítico protagonista de Psicosis, Anthony Perkins, debutó en la dirección con la película titulada La enviada del mal (2015), una ópera prima que, a pesar de la floja recepción crítica, es en mi opinión su mejor film hasta la fecha, una película de terror en donde tres chicas encerradas en una escuela femenina en medio de un paisaje nevado verán cómo del lugar se apoderan unas fuerzas oscuras. Más irregular, aunque ni mucho menos detestable, me pareció su segundo largometraje, Soy la bonita criatura que vive en esta casa (2016), sobre una enfermera que se va a vivir a una casa llena de misterios para atender a una anciana escritora de novelas de terror. En el año 2020, Perkins estrenó una nueva y aseada adaptación del popular cuento de los hermanos Grimm Gretel y Hansel: un oscuro cuento de hadas.

El director nos entrega ahora su cuarto largometraje, Longlegs, relato que sigue a Lee Harker (Maika Monroe), una joven y talentosa agente del FBI que le han asignado un caso sin resolver de un asesino que ha matado a diez familias en las últimas décadas. A medida que la investigación avanza y se complica descubre pruebas ocultas. Harker, que tiene una habilidad lindando con la telepatía, se da cuenta de que existe un vínculo personal con el despiadado asesino y debe actuar con rapidez para evitar otro asesinato.

       Longlegs es un caso típico del cómo una potente campaña publicitaria puede hacer albergar al aficionado unas altas expectativas que en demasiadas ocasiones se ven defraudadas, sobre todo si la campaña de marketing mayormente te la han hecho influencers a quienes personalmente no doy ningún crédito. Lo que está claro es que a Osgood Perkins le tiene que gustar mucho El silencio de los corderos, con la que Longlegs guarda muchas similitudes, aunque también hay guiños dedicados a Zodiac y otras películas del género. Tenemos a una agente del FBI novata que debido a sus habilidades intuitivas anda detrás de un asesino que masacra a familias enteras sin dejar rastro y que deja unas cartas escritas en un críptico alfabeto con la firma de Longlegs. Parece ser que el asesino manipula de algún modo al padre de familia para que asesine al resto de la familia y luego se suicida. Esto viene sucediendo durante décadas y la única pista es que las familias elegidas para las matanzas cuentan con una hija que cumple años el día 14 de un mes cualquiera.

    La agente especial Lee Harker es introvertida, retraída y solitaria, su rostro frío e inexpresivo parece delatar algún trauma y en su obsesión por resolver el caso parece esconderse el origen, unos flash-backs irán desbrozando algunas señales, una clave evidente la encontramos ya en la escena introductoria de la función.  Ambientada en el Oregón de los años 90 durante la presidencia de Bill Clinton, el espectador se ve pronto sumergido en una atmósfera ominosa y amenazante cortesía del fotógrafo mexicano Andrés Arachi con la utilización de lentes angulares que distorsionan los espacios y que configura un clima siniestro de continua alerta al que, finalmente, Perkins no sabe exprimir todo su potencial, perdiéndose por terrenos trillados y haciendo uso de trucos efectistas de ruidos y sobresaltos que hacen Longlegs carezca de originalidad. Tampoco es una novedad ver a un Nicolas Cage chillón y trastornado dando oxígeno a Longlegs, cuyo rostro parece haber pasado por varias cirugías realizadas por un carnicero.

     Longlegs no es una película despreciable, aunque está muy lejos de ser la mejor cinta de terror del año. Nos quedamos con el uso de la luz, la oscuridad y los encuadres de Arachi, con la interpretación de una Maika Monroe estoica y sufriente, con la nueva sobreactuación de un Nicolas Cage grotesco, y sobre todo, con la primera parte de la función, que nos introduce en un escalofriante caso siguiendo la investigación de Harker, las visitas a los lugares de las masacres y el vuelo de nuestra imaginación para adivinar la corriente subterránea que vincula a la agente especial con el caso y su sobreprotectora madre. Todo se derrumba al final ante la incapacidad de Perkins de idear algún subterfugio satisfactorio, utilizando como coartada la ocurrencia de unas muñecas diabólicas alentadas por el Satanás. Un clímax tan anodino como artificioso. 



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