sábado, 27 de agosto de 2022

CRÍTICA: "UNA NUEVA VIDA" (Pilippe Grandrieux, 2002)

 Visión decadente del infierno de la existencia

“UNA NUEVA VIDA” êêê

(LA VIE NOUVELLE)

DIRECTOR: Philippe Grandrieux.

INTÉRPRETES: Zachary Knighton, Anna Mouglialis, Zsolt Nagy, Raoul Dantec, Vladimir Zintov, Giorgi Kadurin, Simona Houselmann.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 108 minutos / PAÍS: Francia / AÑO: 2002

    El director francés Philippe Grandrieux es un cineasta peculiar, todas sus películas están dirigidas a minorías con temáticas que oscilan entre el horror y el erotismo, a veces, como es el caso, con ciertas connotaciones metafóricas sobre la decadencia de la sociedad actual, hipnotizada por la imagen y abducida por la violencia física y psicológica. Su ópera prima, Sombre (1998) está considerada una película pionera del New French Extremity (Nuevo Extremismo Francés) versa sobre un asesino en serie de prostitutas que un día encuentra a una chica virgen que cree que se entregará a él para liberarle de su maldición. Transitando por varios géneros (el documental, el erotismo, el cine experimental) y tras rodar en 2002 Una nueva vida, estrena el drama Un Lac (2008) que con el tema de la epilepsia como eje (una obsesión del director) narra la vida de una familia que vive junto a un lago y uno de los hijos sufre ataques epilépticos. Su último largometraje de ficción, La última noche en París (2015), es un drama erótico que narra las desventuras de un hombre que regresa a París para encontrarse con su único y verdadero amor, una enfermera que perdió a su hijo y nunca se ha recuperado de la tragedia.

   Enmarcada, como Sombre, en la corriente del Nuevo Extremismo Francés, Grandrieux considera Una nueva vida una versión moderna del mito de Orfeo, en la que el cuerpo humano es analizado con el detallismo de un documental. Tomando como escenario la capital de Bulgaria, Sofía, un paisaje urbano espectral asolado por la corrupción y la pornografía, seguimos a Seymour (Zachary Knighton) un joven soldado estadounidense que se obsesiona con una bella prostituta, Melania (Anna Mouglialis), y se verá envuelto en una espiral de perversiones eróticas y decadencia.

   Filmada con angustiosa sordidez y sin apenas diálogos, Grandrieux logra una atmósfera agobiante al recrear un microcosmos sucio, amenazante y devastador por donde deambulan personajes siniestros y primitivos, y en el epicentro de la lúgubre pesadilla, una hermosa chica, simple carnaza, prostituta forzada, humillada y maltratada, con la que los hombres pagan sus frustraciones, un objeto para el desahogo salvaje en un abismo silente tan brutal y claustrofóbico como desolador.

    El espectador no debería acercarse a Una nueva vida como lo hace a una película convencional, el director galo elabora un ensayo de trama ambigua que ofrece pocos asideros y ningún consuelo, sin poner límites a las perversiones, a las pasiones destructivas y, sobre todo, a la avidez posesiva de Seymour, el joven norteamericano que con un puñado de dólares quiere comprar a Melania, atrapada en una red de mercadeo de carne humana y vigilada férreamente por un repulsivo proxeneta. La violencia siempre latente y a veces presente, la ausencia de vínculos familiares y las relaciones de poder filtran unos personajes que se mueven de forma compulsiva por un laberinto hediondo entre el sexo, la impotencia y un vacío sideral. La ciudad de Sofía se nos aparece retratada como un vertedero humano, una urbe herrumbrosa que acoge vidas sin futuro ni destino, sin almas, sin esperanzas.

     Philippe Grandrieux experimenta, siempre lo hace, busca definir un estilo utilizando música electrónica y una cámara temblorosa, que como el ojo de un cíclope sondea el deseo, la fisicidad de los cuerpos, los estados de ánimo, las emociones complejas y cubre las perversiones íntimas con un manto de oscuridad o destellos de infrarrojos que obligan al espectador a reflexionar sobre la violencia con el recurso de la imagen borrosa y el fuera de campo. En una sociedad que vive de espaldas a las pequeñas tragedias y contrariamente a su título, la nueva vida es mugrosa, desastrada, con olor a burdel barato, a tráfico de personas y perros rabiosos que compiten con los hombres en bestialidad. La fusión de elementos que configuran el horror (el temor a las reacciones impulsivas, la sensación de impunidad, la rabia, la incontrolable excitación, los gestos desfigurados) golpean al espectador que teme por el porvenir de Melania, presa de un miedo interiorizado, esclava sexual en un mundo de psicópatas y depredadores que siempre ejercen el control, la cosifican y le escupen su maldad. Una película absolutamente perturbadora.

2 comentarios:

  1. Interesante lo del Nuevo Extremismo Francés, pero no tengo muy claro si todavía existe o si va más allá del género de terror (¿"Titane" entraría en la definición?). De momento, tomo nota de tu recomendación.

    Un abrazo.

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  2. ¡Hola, Ricard! Pues habrá que poner una fecha a esa corriente, de no ser así nos podemos trasladar a 1990 que es cuando se estrenó "Baby blood" de Alain Robak, que yo creo es la auténtica película seminal de este movimiento.

    Yo he puesto fecha: diez años, desde 1998, precisamente el año que se estrenó "Sombre", también de Philippe Grandrieux, hasta "Martyrs" (Pascal Laugier, 2008). Una de las películas más aclamadas de esta terrorífica corriente.

    Claro que "Titane" y "Crudo", las dos de Julia Ducournau, reúnen todas las constantes temáticas, narrativas, escénicas y visuales del Nuevo Extremismo Francés, y "Calvaire" y "Alleluia" de Fabrice Du Welz, y tantas otras, pero forman parte ya de otra época, y como te digo las corrientes cinematográficas no son eternas. Tampoco lo fue la Nouvelle Vague. Hay que ponerlas fecha.

    Un abrazo.

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