Un terror atávico
“THE
BOY BEHIND THE DOOR” êêêê
DIRECTOR: David Charbonier y
Justin Powell.
INTÉRPRETES: Lonnie Chavis,
Ezra Dewey, Kristin Bauer van Shaten, Scott Michael Foster, Micah Hauptman.
GÉNERO: Terror-thriller / DURACIÓN: 88 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2020.
El año 2021 no está siendo especialmente bueno para el cinéfilo más purista. Salvo la magnífica Riders of Justice son poquísimas las producciones que rozan la excelencia. Uno de los títulos más reseñables que he podido ver es The Boy Behind the Door, aunque su año de producción es 2020. Ópera prima de los directores David Charbonier y Justin Powell, que este mismo año presentaron su nueva criatura, The Djinn, una fábula de terror minimalista sobre una niña muda atrapada en su apartamento con un siniestro monstruo después de pedir un deseo. Film que aún no he tenido la oportunidad de ver.
Sí he tenido la ocasión de visionar The Boy Behind the Door, cuyo argumento sigue a dos niños, Bobby (Lonnie Chavis) y Kevin (Ezra Dewey) que mientras que juegan al béisbol en las afueras de su ciudad son secuestrados y encerrados en una misteriosa casa en mitad de ninguna parte. Bobby logra escapar de la casa, pero mientras corre a través del campo escucha los gritos desesperados de su amigo y decide dar la vuelta para intentar ayudarle.
Al comienzo de la función, mientras los dos amigos están tumbados sobre la hierba, Kevin le confiesa a Bobby que desea largarse a otra ciudad donde siempre brille el sol, a California. Pero como son amigos para siempre, hasta el final, no lo harán el uno sin el otro. Una bella, poética y melancólica escena, que nos acerca a los sueños de dos preadolescentes minutos antes de que se ciernan sobre ellos las más oscuras tinieblas, un terror inesperado y brutal. El secuestro de niños es uno de los sucesos más sombríos para abordar un thriller tenso que transita por los amenazantes pasadizos del terror, pero The Boy Behind the Door versa sobre algo más poderoso y profundo: la amistad.
Charbonier y Powell demuestran una habilidad y sensibilidad asombrosa al arrojar a sus dos jovencísimos protagonistas a los peligros cada vez más espeluznantes del secuestro aleatorio para ser entregados como carnaza para la violenta agresión sexual. La pareja de directores configuran una clase muy alarmante de tensión con un delicado equilibrio sobre un tema extremadamente desafiante. En el primer cuarto de metraje, cuando Bobby logra escapar del maletero del coche y puede correr a campo libre, oye los gritos angustiosos de su amigo Kevin, se para en seco y decide rescatarle. En apenas diez minutos surge una premisa escalofriante, con la cámara siguiendo a Bobby de manera sinuosa por la casa, convertida a partir de entonces en un personaje siniestro.
Bobby tendrá un primer encontronazo con
un sórdido tipo en la cocina. Pero será con la llegada de la dueña de la casa cuando
se intensifique el terror mientras los niños luchan por sobrevivir. La tensión
nunca decae, con Bobby convertido en un inusual héroe tratando de evitar los
sucesivos ataques para liberar a Kevin de sus cadenas. Con la
inspiración de clásicos como El Resplandor y El silencio de los
corderos discurre esta desgarradora historia en la que sus dos jóvenes
actores imprimen a sus personajes una notable autenticidad, dotando de rigor a valores
como la amistad, la compasión y la perseverancia. Charbonier y Powell apenas se
preocupan de perfilar a los demás personajes (notoria la ausencia de los padres)
para centrarse en la desaparición y secuestro de los niños, en el peligro
físico y el daño psicológico que los secuestradores les infringen. Y lo hacen
con un virtuoso dominio de la composición visual, la planificación de escenas y
el ritmo. Un juego mortal del gato y el ratón que se desarrolla en tiempo real
y deja al espectador exhausto. Gran película.