domingo, 26 de abril de 2015

CRÍTICA: "EL MAESTRO DEL AGUA"

La maldición de la guerra
EL MAESTRO DEL AGUA êê
DIRECTOR: RUSSELL CROWE.
INTÉRPRETES: RUSSELL CROWE, OLGA KURYLENKO, YILMAZ ERDOGAN, CEM YILMAZ, JAI COURTNEY, ISABEL LUCAS, JACQUELINE MCKENZIE, RYAN CORR.
GÉNERO: DRAMA BÉLICO / AUSTRALIA / 2014  DURACIÓN: 111 MINUTOS.           
         
      
       El debut como director del actor neozelandés criado en Australia Russell Crowe, adapta el texto histórico basado en hechos reales escrito por Meaghan-Wilson Anastasios y Andrew Anastasios, un libro que toca sensiblemente el sentimiento patriótico australiano y neozelandés por el contexto histórico en el que transcurre la acción; varios años después de la batalla de Galípoli (que se inició en febrero de 1915 y finalizó en enero 1916), en la península turca durante la Primera Guerra Mundial, y que enfrentó a las fuerzas aliadas contra el ejército otomano que defendía el estrecho, en una larga contienda en la que se contabilizaron alrededor de medio millón de bajas  entre los dos bandos. Entre ellos muchos miles de jóvenes inexpertos australianos que dejaron un gran vacío en sus familias. El realizador australiano Peter Weir ya realizó ya realizó una magnífica y recordada película sobre aquel trágico episodio titulada Gallipoli (1981), film protagonizado por Mel Gibson en la piel de un atleta que junto con un colega deciden alistarse para ir a la guerra para luchar contra los turcos en aquella feroz batalla que se inició en 1915.
     

      
       El maestro del agua Es una aventura de tintes épicos ambientada cuatro años después  de esa batalla que tuvo como escenario la península de Galípoli en Turquía, un país inmerso en la primera gran guerra. El granjero y zahorí Joshua Connor (Russell Crowe) vive en las llanuras australianas junto a su esposa, Eliza (Jacqueline McKenzie). Un demoledor acontecimiento preside la existencia del matrimonio: la muerte de sus tres hijos en la batalla de Galípoli cuyos restos jamás han sido encontrados. Tras el doloroso suicidio de Eliza, Connor decide viajar a Turquía para intentar encontrar los restos de sus vástagos cumpliendo así los deseos de su fallecida esposa. Una vez allí, la empresa no será fácil: Galípoli es una gran tumba y las autoridades no están dispuestas a colaborar. Sin embargo, Connor encuentra como aliado a un comandante, Hasan (Yilmaz Erdogan) que participó en la contienda, y el apoyo de Ayshe (Olga Kurylenko) la hermosa camarera del hotel donde se hospeda. Connor, aferrado a esa esperanza, se embarca en un penoso viaje para descubrir el destino final de sus hijos.
       
        El maestro del agua no es una ópera prima fallida aunque sí un film carente de hallazgos y que de momento no hace presumir que estemos ante un gran director en ciernes. La historia del cine está llena de actores que en algún momento se situaron detrás de las cámaras (el mejor, Charles Laughton, que sólo dirigió una película y resultó ser una de las más enormes obras de arte de la historia: La noche del cazador, 1955), pero Crowe no se complica la vida y relata de manera simple y artesanal una historia que se mueve entre el drama íntimo, la acción bélica, la aventura  y el romance para desarrollar la odisea particular de un padre, un granjero zahorí australiano, sin otra misión ya en la vida que encontrar  los restos de sus hijos caídos en la batalla de Galípoli varios años antes. Esta premisa desgarradora nos hace adentrarnos en un primer tramo que discurre entre las llanuras de Australia, con el protagonista dedicado a su oficio de zahorí y viviendo una existencia triste y sin sentido junto a su esposa, y las trabas con las que se encuentra en Estambul para obtener el permiso que le sirva para trasladarse a Galípoli y cumplir su objetivo. La tibia historia de amor entre Crowe y Kurylenko se eleva como un aliciente mínimo ante lo que el director intenta destacar: la gigantesca tumba erigida en un paisaje vasto y la reconciliación de los pueblos que ya sólo pueden intercambiar dolor y sufrimiento; sensación de derrota, laceración, dignidad y memoria histórica.



           
     Con un gran trabajo de ambientación y una fotografía espectacular, Crowe pone el piloto automático para insuflar oxígeno a tipo honesto marcado por la tragedia dentro de un relato que bucea por una herida que supura sepultada bajo la tierra, una herida que resulta imposible de restañar si no se toma conciencia de que la destrucción de una guerra solo genera víctimas, y la mayor es, sin duda, la inocencia. En este aspecto, el film carece de la suficiente garra y emoción, Crowe en ningún momento logra –ni como actor ni director-  elevar la ternura a ese punto de ignición en que, más allá de las lagrimas, se convierte en desolación, consiguiendo los mejores momentos en la búsqueda, junto al oficial turco, de ese hijo al que todos los indicios apunta que puede seguir vivo, y siguiendo la luz de esa esperanza toma cuerpo su férrea determinación. Aunque la función luce una impecable factura técnica, a El maestro del agua le sobran flash backs y le hace falta corazón, la frialdad con que está rodada penaliza esta historia de coraje y fe, debido en parte a un guión plano, en exceso contenido, que ralentiza el ritmo de la trama e intenta abarcar demasiados cabos y que acaba dispersando la acción en subtramas intrascendentes. Todo para remarcar un axioma que todos deberíamos conocer: la maldición de sobrevivir a una guerra es que su horrible recuerdo nos acompañará siempre.



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