Oda al ídolo roto
CONTROL êêêê
DIRECTOR: ANTON CORBIJN.
INTÉRPRETES: SAM RILEY, SAMANTHA MORTON, ALEXANDRA MARIA LARA, JOE
ANDERSON, JAMES ANTHONY PEARSON.
GÉNERO: BIOPIC / REINO UNIDO / 2007
DURACIÓN: 122 MINUTOS.
“La
belleza de nuestra angustia, lo sublime de lo horrible”
(Joy Division)
A su manera pidió ayuda,
pero nadie supo interpretar sus desangelados, dolorosos y crípticos mensajes.
El 18 de mayo de 1980, tras ver una de sus películas favoritas, “Stroszek”, de Werner Herzog (film en el
que un artista atormentado se suicida), Ian Curtis, el torturado vocalista,
letrista y líder del grupo post-punk Joy Division (alumbrados inicialmente bajo
el nombre de Warsaw), acabó con su vida ahorcándose con una cuerda de tender la
ropa en la cocina de su casa de Manchester, mientras en el tocadiscos daba
vueltas “The Iditot” de Iggy Pop.
Tenía sólo 23 años y su temprana muerte acrecentó la leyenda de uno de los más grandes poetas malditos del
rock, convirtiéndole en mártir y héroe de una generación que comenzaba a
escribir las crónicas de sus propios fracasos. Con la excusa del estreno de
CONTROL,
film con el que debutó en la dirección de largos el fotógrafo holandés Anton Corbijn, fan incondicional de la
banda que filmó el clip póstumo del grupo, “Atmosphere”,
y responsable de la concepción visual de bandas como Depeche Mode y U2, tengo
que incidir en algo por lo que muchos jóvenes lectores de estas páginas me
preguntan constantemente y que tiene que ver con el epígrafe de cabecera de mi tribuna en el Semanario Vegas Altas y la Serena en donde desde hace más de 15 años escribo sumergiéndome en la
actualidad cinematográfica: el título de esta sección, Interzone, nace de dos influencias fundamentales en mi
vida, la literatura de William Burroughs y su espléndida obra “El almuerzo desnudo”, y la música del
grupo británico Joy División, que con su canción “Interzone” rindieron tributo a ese reputado representante de la
llamada Generación Beat. Aclarado.
Tomando como base el libro “Touchin from a distance” escrito por la
viuda de Ian, Deborah Curtis, y estrenada en nuestro país con dos años de
retraso, CONTROL es un poderoso biopic que sigue la vida de Ian Curtis (encarnado magistralmente
por Sam Riley) desde que era un adolescente e iba al colegio, la creación de
Joy Division en 1976 y el encuentro con su futura esposa, Deborah (Samantha Morton), matrimonio del que nació su única hija,
Natalie. A medida que el relato avanza somos testigos de los incontrolables ataques
de epilepsia que sufre el ídolo musical, de su paulatino abandono personal y la
desintegración de su familia tras iniciar un romance con la periodista belga Annick Honoré (Alexandra Maria Lara), todo lo cual precipitó su suicidio,
en vísperas de la primera gira norteamericana de la banda que iba a ser clave
para su repercusión internacional.
Pioneros de la música Dark neogótica, Joy
División cultivaban una puesta en escena con ecos expresionistas y un estilo gélido,
oscuro, depresivo e ideológicamente ambiguo, lo que hacía que a sus conciertos
acudiera un público heterogéneo entre los que se mezclaban por igual punkis,
neogóticos, jóvenes de estética New Wave y cabezas rapadas neonazis (de hecho,
su nombre, “División del placer”, hace referencia al grupo de mujeres usadas
como esclavas sexuales en los campos de concentración nazis), cuestión que les
llevó a ser tildados estúpidamente de neofascistas por algún periodista. Con
sólo dos álbumes en su haber, el clásico de la escena post-punk “Unknown pleasures” (1979), y el póstumo y hechizante “Closer” (1980), sus inicios, la vida, la enfermedad y la muerte de
Ian Curtis ya habían sido tratados de forma intrascendente en la por otra parte
divertida 24 hour party people, crónica efervescente de la escena musical
del Manchester de la segunda mitad de los 70 y principio de los 80 que filmó
Michael Winterbotton en un tono fiestero que molestó al propio Corbijn y
mosqueo a los fanáticos seguidores de la banda. A la contra, Anton Corbijn filma en un impecable y tétrico blanco y
negro que desbroza las tinieblas del personaje para mostrar las entrañas de un
ser reflexivo, autodestructivo y muy dado a la poesía tenebrista, intentando
descifrar su convulso mundo interior, seguir las huellas de su frágil
existencia. Tras el preámbulo de los años adolescentes de Curtis, CONTROL deriva en un relato denso e
intimista donde los intérpretes se muestran siempre contenidos sin caer en la
parodia bufa ni en el mimetismo de los personajes que les sirven de referente.
Los espectadores quedan
hipnotizados al ver a un inmenso Sam Riley modular una funesta, sinuosa y
profunda voz pegando los labios al micrófono, bailar con movimientos
espasmódicos en señal reminiscente de los ataques de epilepsia que sufría el
magnético Curtis, incluso en los escenarios. Riley da oxígeno al mito, le hace
resucitar en una actuación concisa y angustiosa que nos deja boquiabiertos y le
abre camino a un brillante futuro. Nos dicen que son los intérpretes los que
cantan e interpretan los temas musicales, lo que no deja de resultar
prodigioso, pero me gustaría hacer una mención especial a la arrebatadora
Samantha Morton que junto a Alexandra Maria Lara es la más conocida del elenco,
su sobria y cada vez más sufriente actuación no pasa desapercibida a pesar de
la grisura del segundo plano.
El film discurre con un ritmo medido apoyado en
un guión hermético y si fisuras, impelido por el respeto y la fidelidad necrófila
de Corbijn hacia el mito (ha financiado la mitad del proyecto con su dinero),
manteniendo el pulso firme sin perder la perspectiva de que Curtis, aun siendo
un tipo enigmático y fascinante, sólo era un hombre con graves problemas que
poco a poco fue cayendo en una espiral obsesiva/depresiva, con la percepción de
haber fracasado como padre y esposo, enredado en una relación al margen de su
matrimonio y perturbado por el erróneo tratamiento de la epilepsia que padecía.
Incapaz de hacer frente a esos escollos, atrapado en una vía muerta llena de
insatisfacciones, no sintiéndose preparado para superar las exigencias
emocionales que implicaban a su familia ni las expectativas artísticas de su
banda, sucumbió víctima de una desgarradora soledad y decidió culminar su
proceso de decadencia suicidándose de manera tosca y nada impulsiva.
El
realizador holandés logra transmitir los sentimientos, la encrucijada vital, la
aflicción y la dimensión poética que ambiciona, cada fotograma está revestido
de un aura deslumbrante, de un lirismo decadente, penetrante y exquisito, no
sólo por el acertado tratamiento visual, la soberbia fotografía y la exuberante
configuración de los encuadres, pues del mismo modo nos atenaza la recreación
de los momentos más descarnados, desoladores e intensos de uno de los iconos
imperecederos de la música inglesa y su fatal caída a los negros abismos de la
depresión, de la desesperanza. Más tarde, ante la imposibilidad de restañar la
herida, el resto de la banda se refundó con éxito bajo el nombre de New Order…
pero eso es otra historia.
Vaya. No sabía que te gustaban Joy Division. "Decades" es, para mí, uno de los mejores finales de disco jamás escrito. A mí sí me gusta mucho la de Winterbottom, es la otra cara de una escena musical apabullante.
ResponderEliminarPues fíjate si me gustan que guardo desde hace treinta años una camiseta con el logo de "Unknown pleasures" y sus dos discos en vinilo, aunque también los tengo en CD en el coche. No sólo me gusta, Ian Crtis es el artista musical con el que más me he identificado a lo largo de mi vida, y titulé "Interzone" a mi sección de cine en el periódico como homenaje a ellos y a William Burroughs. Por supuesto, te recomiendo el libro "Touchin from a distance" y el magnífico documental de Gran Gee.
ResponderEliminarSí, a mí también me gusta mucho ese final, una delicia el derroche de virtuosismo de ese bajista llamado Peter Hook.
Un abrazo.