O eres dinero o no eres nada
EL CAPITAL HUMANO êêêê
DIRECTOR: PAOLO
VIRZÌ.
INTÉRPRETES:
VELERIA BRUNI TEDESCHI, FABRIZIO BENTIVOGLIO, VALERIA GOLINO, FABRIZIO GIFUNI,
LUIGI LO CASCIO, GIOVANNI ANZALDO, MATILDE GIOLI.
GÉNERO: DRAMA /
ITALIA / 2014 DURACIÓN: 109 MINUTOS.
El director
italiano Paolo Virzì (Livorno, 1964)
debutó en 1994 con la comedia La bella vitta, un relato sobre la
problemática relación de un matrimonio en una pequeña ciudad italiana. Tras una
carrera que comprende una docena de títulos integrados en el mismo género,
adapta muy libremente la exitosa novela homónima del escritor y crítico de cine
Stephen Amidon para construir una crítica social sobre las causas y las
consecuencias de la crisis financiera, dando forma así a una de las mejores
películas italianas de los últimos años. “El capital humano” es el nombre que
se da a los distintos elementos a tener en cuenta por las compañías aseguradoras
y que, basándose en ciertos parámetros, sirven para calcular lo que esas
compañías tienen que pagar a sus
clientes para saldar su póliza de seguro
de vida. El desguace de la sociedad del bienestar y la extinción de la clase
media durante la actual crisis económica que estalló de forma patente en 2008
pero que venía gestándose desde mucho tiempo antes, trituró los sueños y
aspiraciones de millones de personas abocando sus vidas a la más denigrante
precariedad: o eres dinero o no eres nada.
En la víspera de
Navidad, un ciclista es arrollado por un todoterreno que se da a la fuga. El desgraciado
accidente cambiará el destino de las tres familias que se ven involucradas: la
del millonario Giovanni Bernaschi
(Fabrizio Gifuni), un especulador que ha creado un fondo opaco que ofrece un 40
por ciento de interés anual atrayendo y esquilmando a los ingenuos inversores;
la de Dino Ossola (Fabrizio
Bentivoglio), un ambicioso agente inmobiliario cuya empresa está al borde de la
quiebra y que tiene aspiraciones de ascender en la escala social al precio que
sea, y Luca Ambrosini (Giovanni
Anzaldo), un joven huérfano que tras pasar un tiempo en el reformatorio vive
con su irresponsable tío.
Se me hace imposible comentar El capital
humano sin rememorar aquella desoladora obra maestra escrita y dirigida en 1955
por Juan Antonio Bardem titulada Muerte de un ciclista. Cruda crónica
sobre la corrompida clase burguesa de la época, sobre su culpa y remordimientos
manchados por los lodos de la pasada guerra, y la esperanza de una nueva
generación que comenzaba a mirar el futuro sin odio, sin mirar al retrovisor y
dispuestos a luchar por las injusticias sociales. Si en el film de Bardem la víctima es un obrero ciclista que es
atropellado camino del trabajo por una pareja de amantes burgueses, aquí es un
camarero que se dirige en bicicleta a su casa para descansar tras una fatigosa
jornada de trabajo.
No obstante, en las dos películas, el atropello sirve de
detonante para levantar acta sobre el estado de las cosas. Paolo Virzì toma
como escenario las ciudades de Varese y Como (que tienen el PIB más alto de
Italia y cuyos orgullosos habitantes se enfadaron mucho con el rodaje) para
recrear la obscena cotidianidad de esa clase riquísima que vive aislada en una
burbuja ajena a la ruina del país y sus diarias miserias, y través de la cual
se puede desmontar esa falacia de que la muerte nos iguala a todos, pues la
muerte tendrá el mismo valor que tu capital en el banco. Así, la función cumple el objetivo de enervar al espectador por el
enfoque tan realista como hiriente del carácter miserable de esa clase
adinerada y señalarla como la máxima responsable de la deriva económica de un
país y a la que sólo le importa mantener su envidiable estatus.
El espectador cinéfilo también
algunas similitudes argumentales con uno de los episodios de Relatos
salvajes (2014), el aclamado film del argentino Damián Szifrón donde
también una serie de personajes se ven relacionados a causa de un atropello. De
narración fragmentada en capítulos que encajan como piezas de un puzle perfecto,
El
capital humano no sólo resulta eficaz en su retrato de los sucios
juegos del poder, de una sociedad podrida
por los desmanes de tiburones financieros sin escrúpulos y trepas de
insaciable codicia, pues de igual modo se impone como reveladora de ese dolor
agudo e íntimo que te hace ver que la balanza de la derrota se inclina siempre
para el mismo sitio, apuntando a los parias del nuevo siglo, a los que la
justicia poética sólo regala la fugaz luz del amor para sobrellevar sus
desdichas.
Y Sí, dentro de esa burguesía degenerada hasta los extremos más
perversos de la hipocresía, también es posible encontrar algún alma sufriente condenada
a convivir con sus frustraciones en una jaula de oro. Como ese personaje al que
da vida maravillosamente Valeria Bruni Tedeschi, que rodeada de un lujo
asiático se afana en camuflar su fracaso matrimonial sin poder realizar su gran
sueño: rehabilitar un viejo teatro para dar rienda suelta a sus ínfulas de
actriz. En una última conversación con su marido (un Fabrizio Gifuni colosal
dando oxígeno a un tiburón financiero) y como preámbulo de una fiesta en su
mansión, le dice:
-Si a tus invitados
les dieras comida para perros te admirarían igual. Mira qué contentos están.
-¿Deberían estar
tristes?
- No, claro que no. Las
cosas les van tan bien. Apostaron por la ruina de este país y ganaron.
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