“IRRÈPROCHABLE” êêê
El debut del director francés Sébastien Marnier centra su trama en Constance (Marina Foïs) una mujer de
mediana edad que tras ser despedida de su trabajo en París, regresa a su ciudad
y a la casa familiar con la excusa de cuidar a su madre que se encuentra enferma
y hospitalizada. En realidad, no tiene a dónde ir ni a quién acudir, por lo que
intenta trabajar de nuevo en la pequeña agencia inmobiliaria donde comenzó su
carrera. Cuando se presenta en la agencia, su antiguo jefe le dice que
su lugar lo ocupa ahora Audrey Pailleron
(Joséphine Japy) una joven hermosa y competente, pero ella está convencida de
que recuperará su antiguo trabajo debido a su experiencia y comienza a obsesionarse
con Audrey.
La ópera prima de Marnier se sostiene
gracias al gran trabajo de Marina Foïs, dando oxígeno a una mujer perturbada que tras tener
diversas aventuras sexuales, acosa a los hombres con los que se acuesta e
intenta chantajearlos cuando sólo obtiene de ellos la indiferencia o el
desprecio. Constance cree que regresando
a su ciudad natal puede recuperar su vida, que las cosas no han cambiado y que
allí todo sigue igual porque el tiempo pasa más lentamente. De ahí que intente
recomponer las relaciones que abandonó hace más de un lustro e incluso se viste
con la ropa que dejó en el hogar familiar cuando se marchó. Se equivoca, ya nada es como
antes y pronto lo comprobará en carne propia con su naufragio sentimental y
profesional.
Constance regresa en tren y tras la
primera mirada que cruza con uno de los pasajeros, un asesor fiscal llamado Gilles Lenquin (Benjamin Biolay, un
tipo que se parece mucho a Benicio del Toro) se ve enredada en un volcánico
encuentro sexual, pero cuando él no quiere saber nada de ella, le acosa
amenazándole con contarle a su mujer su aventura con ella. El espectador
detecta enseguida que algo no funciona en la cabeza de Constance en su manía de
espiar a la gente, en su disciplina casi militar para mantenerse en forma, en
su manera de tratar a su madre que se encuentra en un aparente estado
vegetativo y en su retahíla de mentiras. Es entonces cuando nos damos cuenta de
que no se va a detener ante nada, ni siquiera ante una acción criminal, con tal
de conseguir su objetivo. Con la
influencia de Escalofrío en la noche
(Clint Eastwood, 1971) y Atracción fatal
(Adrian Lyne, 1982), Marnier sostiene bien el interés de la trama que irá
transitando por el terreno del cine social para llegar hasta los más oscuros
páramos del drama criminal, y aunque su argumento pueda resultar previsible
esto no resta ningún interés a la acción. Puede que la ansiedad de Constance
acabe traicionándola… o tal vez no.
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