Seguramente la serie de la HBO no pasará a la historia como
una de las mejores, algo que, para qué nos vamos a engañar, nos importa un
carajo. El caso es que han sido 7 temporadas (2008-2014) y 80 episodios de diversión a
chorros con este artefacto que funciona mejor en su adaptación a la pequeña
pantalla que en las paupérrimas serie de novelas escritas por Charlaine Harris.
La acción nos sitúa en un pueblo de Luisiana en donde una serie de salvajes
asesinatos hacen peligrar la convivencia entre vampiros y seres humanos, que
hasta entonces ha sido pacífica gracias a una bebida japonesa hecha de sangre
sintética.
Sin embargo, algunos vampiros estaban descontentos porque
preferían seguir alimentándose de sangre humana; pero también había hombres que
no estaban satisfechos con esta situación. En estas circunstancias nace el
polémico romance entre Bill Compton
(Stephen Mayer) el primer vampiro que llega al pueblo y Sookie Stackhouse (Anna Paquin) una camarera clarividente.
La mítica figura del vampiro vuelve a revelarse ante
nosotros en una serie que transcurre en un perdido pueblo en donde los vecinos
asistirán a la manifestación de una especie que ha vivido oculta entre ellos
durante generaciones y que debido a una bebida de sangre sintética salen a la
luz y pueden reintegrarse así a la comunidad. Pero la aparición de un vampiro
en el entorno acaba por minar la confianza, más aún cuando inicia una relación
amorosa con una chica del pueblo que siembra la desconfianza. Es entonces
cuando los asesinatos misteriosos se suceden en el pueblo.
La serie True Blood cuenta con varios
elementos interesantes que no pueden pasar desapercibidos para el espectador;
el primero de ellos es la fascinación que siente su creador, Alan Ball, por el
componente morboso de la muerte y el insustituible y peculiar humor negro que
destilan sus creaciones (el caso de A dos metros bajo tierra); en
segundo lugar llama la atención que se haya encontrado un sustituto de la
sangre para que los vampiros puedan alimentarse sin ir clavando sus incisivos
en las personas; y por último, el hecho de que también la sangre de los
vampiros (el V) es un bien preciado para las seres humanos pues se impone como
una potente droga. Así, los unos se convierten en cazadores de los otros. La serie
cuenta con infinidad de secuencias sexuales tratando de camuflar los poco
inspirados diálogos, aunque el vampirismo y el sexo siempre han conformado una
simbiosis perfecta, tan atractiva y sensual como animal. En fin vampiros muy
atractivos, sangre fresca y sintética en botella, sexo compulsivo y romántico,
fascinación, obsesión, horror…
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