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viernes, 28 de octubre de 2016

SERIE “TRUE BLOOD”, VAMPIRISMO Y SEXO


    Seguramente la serie de la HBO no pasará a la historia como una de las mejores, algo que, para qué nos vamos a engañar, nos importa un carajo. El caso es que han sido 7 temporadas (2008-2014) y 80 episodios de diversión a chorros con este artefacto que funciona mejor en su adaptación a la pequeña pantalla que en las paupérrimas serie de novelas escritas por Charlaine Harris. La acción nos sitúa en un pueblo de Luisiana en donde una serie de salvajes asesinatos hacen peligrar la convivencia entre vampiros y seres humanos, que hasta entonces ha sido pacífica gracias a una bebida japonesa hecha de sangre sintética.


    Sin embargo, algunos vampiros estaban descontentos porque preferían seguir alimentándose de sangre humana; pero también había hombres que no estaban satisfechos con esta situación. En estas circunstancias nace el polémico romance entre Bill Compton (Stephen Mayer) el primer vampiro que llega al pueblo y Sookie Stackhouse (Anna Paquin) una camarera clarividente.


    La mítica figura del vampiro vuelve a revelarse ante nosotros en una serie que transcurre en un perdido pueblo en donde los vecinos asistirán a la manifestación de una especie que ha vivido oculta entre ellos durante generaciones y que debido a una bebida de sangre sintética salen a la luz y pueden reintegrarse así a la comunidad. Pero la aparición de un vampiro en el entorno acaba por minar la confianza, más aún cuando inicia una relación amorosa con una chica del pueblo que siembra la desconfianza. Es entonces cuando los asesinatos misteriosos se suceden en el pueblo.


      La serie True Blood cuenta con varios elementos interesantes que no pueden pasar desapercibidos para el espectador; el primero de ellos es la fascinación que siente su creador, Alan Ball, por el componente morboso de la muerte y el insustituible y peculiar humor negro que destilan sus creaciones (el caso de A dos metros bajo tierra); en segundo lugar llama la atención que se haya encontrado un sustituto de la sangre para que los vampiros puedan alimentarse sin ir clavando sus incisivos en las personas; y por último, el hecho de que también la sangre de los vampiros (el V) es un bien preciado para las seres humanos pues se impone como una potente droga. Así, los unos se convierten en cazadores de los otros. La serie cuenta con infinidad de secuencias sexuales tratando de camuflar los poco inspirados diálogos, aunque el vampirismo y el sexo siempre han conformado una simbiosis perfecta, tan atractiva y sensual como animal. En fin vampiros muy atractivos, sangre fresca y sintética en botella, sexo compulsivo y romántico, fascinación, obsesión, horror… 


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