Bridgend êêê
Bridgend es una idílica localidad del sur de Gales que con una población
de cerca de 40.000 habitantes sufre desde 2007 una ola de suicidios
absolutamente insufrible. Entre ese año y 2012 al menos 79 personas se quitaron
la vida, la mayoría eran adolescentes de entre 13 y 17 años que se ahorcaron
sin dejar ni una sola nota. Los suicidios continúan a fecha de hoy. Al parecer,
algunos de esos jóvenes padecían de depresión y otros tenían malas relaciones
con sus padres, pero, aparentemente, muchos de ellos no tenían ningún motivo
para llevar a cabo tan drástica acción y sus vidas transcurrían con normalidad
sin que nadie apreciase en ellos señales evidentes de una conducta que hiciera
sospechar tan trágico final. Tal vez, algunos de ellos cayeran en el efecto
imitación y buscaran sus minutos de gloria entre la comunidad y la prensa. A día de hoy las causas son una
fuente de especulaciones.
El danés Jeppe Ronde se basa
en este caso real para su primera película de ficción titulada igual que el
nombre de ese pueblo que saltó al mapa internacional debido a tan dramáticos
sucesos. Veamos: Sara (Hannah
Murray) y su padre, Dave (Steven
Waddington) acaban de instalarse en la localidad de Bridgend County procedentes
de Bristol. El lugar es apacible y su paisaje hermoso, de no ser porque está
siendo asolado por una epidemia de suicidios de adolescentes para los que nadie
encuentra una explicación lógica. Como nuevo miembro de la policía local, Dave
está decidido a parar esta situación. Pero mientras, su hija empieza a
relacionarse con los jóvenes de su edad involucrados peligrosamente en un mundo
secreto, al margen de los adultos, un mundo fascinante y oscuro que puede
conducirla al límite de su resistencia y su cordura.
Bridgend
se inicia con la llegada de Dave al pueblo que será su nuevo destino como
policía local acompañado de su hija Sara tras la muerte de su esposa. Traen consigo
el caballo de Sara y los dos parecen mantener una relación muy estrecha. Adivinamos
pronto que esa relación se irá deteriorando cuando al poco de su llegada Sara
traba amistad con una pandilla de jóvenes del pueblo que pasan su tiempo libre –que
es casi todo el día en el film- bebiendo alcohol y rindiendo homenajes a los
amigos que se han suicidado en un ritual que consiste en bañarse desnudos en un
lago y aullar sus nombres al viento como si fueran una manada de lobos.
Jeppe Ronde dota de intensidad
dramática las acciones de los adolescentes creando una atmósfera densa,
impenetrable y enigmática con tintes esotéricos. Sara (magnífica interpretación
de Hannah Murray) nos sirve de guía para sumergirnos en la pulsión y la
angustia existencial de los adolescentes de la comunidad y la enorme muralla
generacional que les separa de sus padres y demás adultos, algo que acabará
sufriendo ella aunque no parece suficiente razón para explicar tan tremendo y
luctuoso desenlace.
Si Ronde pone el acento en la carencia de emociones en el
núcleo de las relaciones familiares, la cercanía de la vida en el pueblo no
parece estrechar los lazos para hacer más firme esa comunión, por el contrario,
se hace más evidente la gélida distancia y la incapacidad para amar de los
adultos, provocando que los jóvenes jueguen con la muerte para sentirse
alguien. El director danés capta hábilmente
el ímpetu de la sangre juvenil, sus ansias de rebeldía y su desorientación en
un ambiente opresivo y un paisaje boscoso ideado para el culto y la melancolía.
Una eterna niebla cubre las colinas y acaricia el lago en unas visiones
oníricas que nos acercan al ancestral paganismo celta de Gales. Ronde imagina
Bridgend como un espacio mágico y sensorial, una dimensión sobrenatural en
donde los adolescentes se purifican y viajan con la determinación de un loco
hacia el suicidio sin despedirse de nadie. La palidez de sus cuerpos flotando
en el lago rodeado de fuego nos muestra la lírica maldita de un infierno que
tiene más de ritual y fantasía mitológica que de refugio para la deprimente
realidad. Un film extraño y en cierto modo fascinante.
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