MARYLAND (DISORDER) êêê
La directora francesa Alice Winocour debutó en el año 2012 con el apreciable drama romántico Agustine, que con Vincent Lindon de protagonista nos sitúa en el París de 1885 con el profesor Charcot estudiando una nueva enfermedad conocida por el nombre de histeria, para lo que toma como conejillo de indias a una joven de 19 años. En su segundo largometraje, Maryland (Disorder) nos presenta a un veterano ex soldado Vincent (Matthias Schoenaerts) que padece de estrés postraumático y que es el encargado de proteger a la mujer Jessy (Diane Kruger) de un rico hombre de negocios, en la ausencia de éste.
Maryland se impone como una inmersión en
el cine de género en clave de autor que sigue la vida de un ex combatiente que
sufre un estado de ansiedad con tientes paranoicos debido a la tensión vivida
en las misiones de guerra. A pesar del estrés postraumático, su instinto y celo
profesional demostrado sobradamente en las labores de seguridad, que junto a
otros soldados, desarrolla durante una fiesta en la mansión de Maryland,
perteneciente a un oscuro empresario libanés (que él presume que debe su
fortuna al tráfico de armas), le lleva a ser elegido por el millonario para
confiarle la protección de su esposa y su hijo, una Diane Kruger cuya belleza
no le había pasado desapercibida. A partir de ese momento, el espectador tiene
ya claro por dónde va a transitar la historia, y Winocour traza el camino
con sobriedad y un ritmo pausado, creando una atmósfera perturbadora en la que
se masca el peligro y nos acerca a la fisicidad de los actores con planos
cortos y un alarmante sonido ambiental.
Con resonancias a la obra maestra de Tony Scott El fuego de
la venganza (Man On Fire, 2004), la directora francesa maneja bien los
mecanismos psicológicos de unos personajes encerrados en una lujosa mansión; un
afligido vigilante de parco diálogo que se debate entre su alterado estado
mental y la atracción que siente por su bella protegida, que empieza a temer
que jamás volverá a ver a su marido. Poco a poco se van estrechando los lazos
entre la pareja, sobre todo después del violento incidente del automóvil (una
secuencia sangrienta e impactante que está muy bien rodada), aunque él sabe que
su hombría está castrada como consecuencia de su tormenta cerebral, que
descarga terribles rayos en su cabeza.
Disorder avanza sobre la vigilia de este
hombre al que da oxígeno de manera eficaz Matthias Schoenaerts, un tipo
desconfiado, rudo, solitario y silencioso que se mantiene alerta ante cualquier
ruido o movimiento tanto dentro como fuera de la casa, para lo que se ayuda de
las cámaras de seguridad. Winocour pasa de puntillas por el tema del tráfico
de armas, el terrorismo y la seguridad
ciudadana, pero logra mantener la tensión hasta la cruda escena final del
asalto a la mansión, que se eleva como el colofón sangriento a los signos de
paranoia y el nudo de sospechas que se van fraguando en la mente del ex
soldado.
En conclusión, Maryland, debido a su ritmo pausado, no es un film recomendable
para los aficionados a la acción destroyer con interminables balaseras, pero se
impone como un film apreciable de una directora que está en el camino de
regalarnos una obra mayor. La tensión sexual entre la pareja protagonista y el
carisma del taciturno guardaespaldas, son alicientes que dotan a esta pequeña
película de un cierto poder de fascinación, consiguiendo introducir al
espectador en una atmósfera de tristeza y suspense desde donde sus protagonistas
buscarán un nuevo horizonte de paz y
redención.
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