“BOUND”
(Andy y Lana Wachowski, 1996)
Ópera prima de
los hermanos Wachowski que aún hoy
me sigue pareciendo su mejor película junto a Matrix (1999) pero que
sigue siendo uno de sus títulos más desconocidos para el gran público. Una lástima
porque a pesar de que pasó desapercibida en la época de su estreno, es un film
con grandes atractivos (comenzando por los dos bellezones que encabezan el
reparto) y la historia, desde el primer plano, desprende un aroma a neo-noir
que te hace sentir que hay talento a raudales detrás de la cámara. Lazos Ardientes (Bound) nos cuenta la
historia de Violet (Jennifer Tilly),
que es la novia de Cesar (Joe
Pantoliano) un blanqueador de la mafia. Un día conoce a Corky (Gina Gershon), una ladrona profesional que acaba de salir de
la cárcel y que vive en el apartamento de al lado. Unidas por una extraña y mutua
atracción, Violet le propone robar los dos millones que Cesar guarda en una
caja fuerte.
Andy y Larry/Lana
Wachowski, que habían firmado el año anterior el guión de Asesinos (Richard Donner,
1995) aquel fallido film de acción que juntó en la pantalla grande a Sylvester
Stallone y Antonio Banderas, decidieron a debutar con este thriller
absolutamente magnético que les auguraba
una carrera prometedora. Lo fue hasta el éxito de Matrix y sus secuelas,
pero poco a poco se han ido diluyendo con artefactos de gran espectacularidad
visual pero tan insustanciales como Speed Racer, El atlas de las nubes y El
destino de Júpiter. Me gusta Jennifer
Tilly, me quedé prendado de ella en Los Fabulosos Baker Boys (1989) y en
el remake de La Huida (1994), aunque fue en Lazos Ardientes cuando
robó mi corazón para siempre; sus vertiginosas curvas, su voz melosa, sus
pechos perfectos y unas manos de dedos largos y sensuales que uno siempre se imagina
besando y haciendo guarrerías. El film
sigue las constantes del cine negro: una pasión sexual entre una chica dura y
una femme fatale, el robo de un dinero que pertenece a la mafia y que guarda el
novio de una de ellas, traiciones, venganzas y huida. Sin duda es el componente
lésbico de la función lo que eleva el tono erótico gracias a las creíbles
actuaciones de Tilly y Gershon. Así, la
infidelidad, el deseo incontenible y las represalias son las claves en las que
se apoya este nada pretencioso relato que bien podía haber salido de la mente
de maestros de la literatura pulp como Jim Thompson o Elmore Leonard.
Con una
fotografía deslumbrante y un guión de hierro, la película forma parte, junto a
otras como Fuego en el cuerpo, de la actualización de los clásicos del
género que durante los años 80 y 90 realizaron muchos cineastas en lo que se
dio en llamar “nuevo cine negro”. Por supuesto, la tensión, el suspense va in
crescendo a medida que avanza el metraje, así como el voltaje de algunas
escenas sexuales: el polvo portentoso que se marcan las dos protagonistas y que
está rodado con increíble pericia, con la cámara acercándose en la
semioscuridad al lecho donde retozan entre gemidos las hermosas Corky Violet. Y
me gusta especialmente la secuencia en la que, las dos amantes, separadas
solamente por el tabique de escayola del apartamento, ponen la mano en la pared
en el punto en el que se encuentran una y otra. Una escena rodada con un
fastuoso travelling cenital. Un truco que pone una nota de romanticismo al juego
de seducción. O esa otra en la que Corky le hace un trabajo de fontanería a
Violet y vemos la tubería gotear con las piernas de Violet al fondo. Lazos
Ardientes, además de un guión inteligente en donde los giros y vueltas de
tuercas están muy medidos, cuenta con un reparto hábilmente seleccionado y un
excelente dominio de la técnica cinematográfica (atención a la muerte de Cesar
en medio de una mancha de pintura). Si esta película, injustamente
minusvalorada, la hubiera dirigido los hermanos Coen gozaría de mucho más prestigio.
Caprichos de la crítica oficialista. Hora es de recuperarla.
Gina, Gina, Gina...
ResponderEliminarTilly, Tilly, Tilly... una pareja inolvidable.
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