DEAD MAN êêêê
Western - USA-Alemania, 1996 -
121 Minutos.
DIRECTOR: JIM JARMUSCH.
INTÉRPRETES: JOHNNY DEPP, GARY FARMER, LANCE HENRIKSEN, MICHAEL
WINCOTT, ROBERT MITCHUM.
Nacido en Akron (Ohio), Jim Jarmusch
es uno de los directores de cine independiente de mayor prestigio, ejerce desde
su debut con Permanent vacation (1980) un poderoso magnetismo
sobre un amplio sector de la crítica, a pesar de que para el público siga
siendo un gran desconocido. Extraños en el paraíso
(1984) su segundo largometraje, es un magnífico relato sobre las peripecias de
tres amigos en Estados Unidos con el que gana la Cámara de Oro en Cannes’84, y
el galardón de mejor película del año para la Sociedad Nacional de Críticos de
EE.UU. Bajo el peso de la ley (1986)
se nos presenta como una irregular revisitación del género de fugas
carcelarias. Mystery train (1989) es un admirable y original film
compuesto por el cruce de tres historias que suceden en Memphis. Noche en
la tierra (1991) incluye cinco historias de taxis, taxistas y
pasajeros que transcurren a lo largo de una noche en cinco ciudades diferentes
del mundo -Los Ángeles, Nueva York, París, Roma y Helsinki- . Tras realizar un
excelente documental sobre el músico Neil Young, realiza la espléndida Ghost
dog (1999) remake de El silencio de un
hombre de Melville, protagonizado por Forest Whitaker en el papel de un
asesino a sueldo. Jarmusch vive y trabaja actualmente en Nueva York.
Sinopsis: tras recibir una oferta de
trabajo en Machine, fría ciudad del oeste americano, el contable William Blake
(Johnny Depp) deja su trabajo en Cleveland (Ohio). Pero, su sorpresa es
mayúscula cuando una vez allí, el dueño de la factoría, John Dickinson (Robert
Mitchum) ya ha cedido su puesto a otra persona. Sin empleo, tiene un
enfrentamiento mortal con Charlie (Gabriel Byrne) el hijo de Dickinson, que
mata a su mujer al encontrarla en la cama con Blake, quien a su vez mata a
Charlie. A partir de entonces su cabeza tiene un precio, perseguido a muerte
por tres cazarrecompensas.
Empeñado en determinadas ocasiones -cosa
que yo particularmente agradezco- en revisionar géneros desde su singular
estilo, Jarmusch nos ofrece su aportación al western, incursión en la
que con su intransferible percepción es capaz de extraer momentos de trance
casi anestésicos, y es que no todos han sabido ver que la revisión es un
ejercicio que en manos de talentos como el de Jim es una opción totalmente
válida de sublimar y dignificar el arte. Dead Man es un western
indefinido y surreal, nada fácil para quienes esperen encontrar aspectos
deudores o semejanzas con el cine de Ford, Mann, Peckinpah o las mediocres
ilustraciones del spaghetti-western. Fúnebre relato tan espectral como
indica su propio título, “Hombre muerto”, pues el indio Nobody está convencido
de que su acompañante es el espíritu del polifacético artista inglés William
Blake. Rodada en blanco y negro, con una hermosa y eficaz fotografía de Robby
Müller, la cinta funde a la perfección el tono onírico del fascinante
imaginario de su autor, un universo en el que laten los temas más recurrentes
de su cine: el desarraigo, la soledad, el nomadismo, y por primera vez, elevada
a un tono grotesco, la violencia.
Casi todo el peso del film recae sobre
esos dos personajes antes mencionados, el indio Nobody (Gary Farmer) que pasó
varios años prisionero de los blancos y le sobró tiempo para leer algunos
escritos del poeta William Blake, y que ahora se ha convertido en un proscrito
para su propia tribu de Pies Negros. El hecho de encontrarse con alguien con un
nombre identico al del pota británico, le impulsa a pensar que está en
presencia de un fantasma, lo que le lleva a sentir por el personaje
protagonista interpretado por Johnny Depp un cierto temor reverencial. Para
éste último, llegado del noroeste, se la abre en la áspera e inhóspita Machine
todo un mundo de codicia, sordidez y misterios a los que poco a poco irá
despertando en su paulatina adaptación a un espacio por momentos de una
vertiginosa agorafobia, y en otros asfixiante y cerrado.
Así, nos encontramos
con una película de género atípica, que como no podía ser de otro modo bajo la
batuta de este peculiar autor, queda muy alejada de las ampulosas
superproducciones hollywoodienses, y que por momentos apunta destellos poéticos
para ir gradualmente adentrándose de forma críptica hacia los dominios de los
más bajos instintos de la condición humana: corrupción, avaricia, venganzas y
la más feroz crueldad son desplegadas con frialdad, pero con intensidad, por un
cúmulo de personajes -caciques, cazarrecompensas, alguaciles- que desarrollan,
envueltos en una atmósfera malsana, todos los recursos criminales a su alcance.
El afán depredador de los cazarrecompensas, nada tiene que ver con los métodos
caballerosos puestos en práctica por los legendarios héroes del far-west
en aquellos famosos duelos rituales, ordalías que derivaban siempre en una
acción de equidad para salvar el honor. Aquí, la traición, el instinto de
supervivencia, la ambición y el poco aprecio a la vida acotan el camino de
William Blake, siendo al final la víctima propiciatoria de esta exquisita
metáfora del Mal. Maravillosa banda sonora a cargo -cómo no- de Neil Young para
el primer film en el que Jarmusch abandona el asfalto.
Es un western que asume ciertas convenciones del género para subvertirlas a través de la particular mirada de Jarmusch. Una película curiosa y, a ratos, fascinante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, una rara avis rebosante de hallazgos y matices en donde los componentes líricos se alternan con chispazos de violencia derivados de la degeneración de la condición humana. Una obra extraña e hipnótica.
ResponderEliminarUn abrazo.