miércoles, 22 de junio de 2016

“DESDE ALLÁ” (Lorenzo Vigas, 2015)

    

    Tras el resultón corto rodado hace doce años Los elefantes nunca olvidan (2004), el director venezolano Lorenzo Vigas nos presenta su esplendoroso debut con el largometraje Desde allá, un potente relato que se alzó con el León de Oro en la pasada edición del Festival de Venecia, fue declarada Mejor Ópera Prima en el Festival de La Habana y Mejor Película Iberoamericana en el Festival Internacional de Panamá. Nada extraño, porque el film de Vigas es una pieza de cámara tan magnética como compleja.

      
    En medio de una Caracas convulsa, la película nos cuenta la historia de Armando (Alfredo Castro) un hombre de cincuenta años que trabaja en su propio laboratorio de prótesis dental. En su tiempo libre busca a hombres jóvenes en paradas de autobuses y les ofrece dinero a cambio de que les acompañen a casa. Sólo busca compañía y observarles desnudos mientras se masturba sin entrar en contacto con ellos. Pero Armando también tiene otra costumbre, la de espiar a un hombre de edad avanzada, al que le une un vínculo común en el pasado. Un día, Armando conoce a Elder (Luis Silva) un joven de dieciocho años líder de una pequeña banda de delincuentes juveniles. Se lo lleva a casa sin que ninguno de los dos intuya que de ese encuentro nacerá una relación entre ellos que los cambiará para siempre.


      Con un ajustado presupuesto, rodada de manera sencilla y sin concesiones, Desde allá, guionizada y producida por el mexicano Guillermo Arriaga, nos presenta una interpretación prodigiosa dotada de matices y un amplio abanico de recursos del actor chileno Alfredo Castro, dando oxígeno a Armando, un tipo al que, a pesar de gozar de un privilegiado estatus económico, no ha sido tratado bien por la vida. Porque la vida es mucho más que dinero, que puede volverse absurdo e inoperante en los dominios del silencio, la herida del tiempo y la soledad. Armando esconde su homosexualidad, estigma lacerante que parece lastrar su errante sociopatía y reprimida sexualidad. Un tipo solitario que no se encuentra a gusto en su piel, dueño de un alma castigada y de errático itinerario. Desde allá se impone como una severa introspección sobre los tormentos de la condición humana y sus tenebrosos senderos hacia páramos desolados por donde andan diseminados los amargos restos del naufragio.

     
    El encuentro de Armando con Elder (magnífico también Luis Silva en su papel de fanfarrón de frágil moral), que en su primer encuentro recibe una paliza del joven que, además, le roba todo lo que lleva encima, lo cambiará todo. En lugar de denunciar la agresión a la policía, se convierte en una figura auxiliadora del joven homófobo, iniciando un turbio romance pasional donde la ternura que flota en la superficie será barrida por la devastación de la inmediata marejada, por las aristas punzantes de un drama desgarrador que no nace sólo de las diferencias de clases o edad de los personajes protagonistas, también del vínculo de ambos con el padre ausente, heridas que supuran desde el peor de los crímenes. Evitando el morbo fácil y el obsceno amarillismo, Lorenzo Vigas explora el sometimiento de la miseria humana ante el poder (político, económico…), la alienación, las debilidades de una sociedad enferma, miedosa y esclava en tiempos de crisis y abyección moral, de vidas quemadas que apenas dejan cenizas. (êêêê)


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