El peso de la culpa
NIGHT FARE êêê
(LA CAZA)
Director: Julien
Seri.
Intérpretes: Jonathan Howard, Jonathan Demurger, Fanny
Valette, Jess Liaudin, Zakariya Gouram.
Género: Thriller
/ Francia / 2015 Duración: 80 minutos.
Julien
Seri debutó con aquella secuela de Yamakasi (2001) titulada Yamakasi,
los hijos del viento (2004) trasladando la acción a Bangkok, en donde
un grupo de jóvenes que practican el parkour la lían parda. No vi y por lo tanto
no puedo valorar su siguiente película, Scorpion (2007), sobre un luchador
de artes marciales mixtas que tras matar a su contrincante es encarcelado y
sólo a través del amor iniciará el camino a la redención. Está claro que no es
un director que se prodigue mucho debido a la falta de productores que confíen
en sus proyectos, y han tenido que pasar ocho años hasta el estreno de una nueva película
con su firma, Night Fare, que en España sólo se ha exhibido en algún festival
como el Fanter Film Festival de Cáceres, pero tenemos la suerte de poderla
disfrutar ya en otros formatos.
Night
Fare, que en nuestro país han titulado estúpidamente La
caza, un título repetido hasta la náusea, parte de una premisa simple:
dos amigos, Chris y Luc (Jonathan Howard y Jonathan
Demurger), uno inglés y otro francés, se reúnen de nuevo en París después de
que un oscuro suceso del pasado les separara. En la estación de autobuses, a
Chris le espera Ludivine (Fanny
Valette) con quien mantenía una relación antes de que se marchara a Inglaterra
y ahora está liada con Luc. Tras salir de una fiesta, regresan en taxi a la
banlieu. Al llegar al destino, cometen el error de bajarse del taxi y salir
huyendo sin pagar la carrera. Pero la jugarreta les saldrá cara: el taxista (Jess Liaudin) no dejará de
perseguirlos y convertirá la noche en una pesadilla para los dos amigos.
Aunque se ha
querido ver en Night Fare una versión de extrarradio de El diablo sobre ruedas (Duel,
Steven Spielberg, 1971) esto sólo se adivina en el primer tramo de su
ajustadísimo metraje, durante el cual Seri imprime un ritmo endiablado a la
persecución y nos regala unas magníficas vistas nocturnas de un París solitario,
y sobre todo unos espectaculares planos aéreos de la ciudad que dotan de una
atmósfera electrizante a la película, por lo que se hace necesario resaltar la
maestría en la iluminación de Jacques Ballard, que envuelve la acción con un
brillo de neón muy ochentero. Es posible que el aficionado encuentre en Night
Fare ecos del film de Spielberg antes citado, y también de The Car (Elliot Silverstein, 1977), Christine
(John Carpenter, 1983), Collateral (Michael Mann, 2004) e
incluso de referencias más alejadas como Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)
y Maniac
Cop (William Lustig, 1988), resonancias que se ven adaptadas a la
geografía y la vida social parisina, caricaturizada con la presencia de
policías corruptos y el contraste del lujo del centro comercial y burgués y la
lúgubre y amenazante periferia, un territorio controlado mor mafias de
traficantes.
Night
Fare tiene armazón y aspiraciones de producto de serie B sin demasiadas
pretensiones, y un espíritu de cómic que eleva al tremendo taxista a la
categoría de vigilante y héroe de la trama, un justiciero en la tradición
guerrera, atormentado por su pasado y que expía sus culpas en sus salidas
nocturnas con el taxi, otorgando auxilio a quien lo necesita y castigando a los
villanos de la jungla de asfalto de manera expeditiva y brutal.
La cinta, que
está en parte financiada por el sistema de Crowdfunding (así está el cine,
amigos), se nos muestra como una película desinhibida y chispeante, en la onda de muchas producciones sobre persecuciones y
supervivencia de los años 80. En ningún momento Seri cuida la credibilidad de
unas escenas de acción muy bien coreografiadas que no desprecian la truculencia
sangrienta, como esa pelea que tiene lugar en el apartamento de unos traficantes y
que el taxista, katana en mano, resuelve de manera rápida y eficaz. Aquí lo que prima es el entretenimiento, el
amor por el género, elevar a la enésima potencia la figura descomunal del vigilante
taxista y su imponente máquina, un Chrysler 300C, y sobre todo, elucubrar sobre
las motivaciones que le empujan a hacer lo que hace. Pero claro, esto se nos revelará en un inesperado y desconcertante final... y hasta ahí no me apetece
llegar. Está claro que Julien Seri no inventa la rueda, pero la función
puede ser aceptada como un atractivo juego del gato y el ratón que, adivinamos,
esconde un as en la manga, una vuelta de tuerca que va más allá de la
persecución por parte de un taxista de dos tipos medio borrachos que no le han
pagado la carrera.
Como al
espectador se le hace imposible simpatizar con los dos jóvenes protagonistas
(realmente, dos capullos con orejas) y lo único que nos interesa de ellos es
saber qué terrible acto perpetraron juntos en el pasado, nos centramos en la
impresionante estampa del taxista vengador (soberbio Jess Liaudin en un ambiguo
papel de héroe fascistoide y criminal psicótico), a quien siempre vemos con el
rostro en penumbras y que representa tal fuerza de la naturaleza que dudamos de
si no estará impulsado por una energía supraterrenal. Night Fare es un film digno y
estimulante que tal vez comprime demasiadas ideas para su escasa duración, y
que de manera misteriosa nos ilumina pronto con una frase escrita en los asientos
traseros del taxi que parece contener la clave de toda la acción y se convertirá en el mantra de la función: “No hay plazos que no se cumplan ni deudas
que no se paguen nunca”. Y así es.
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