El monstruo de papá
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LA POR (EL MIEDO)
DIRECTOR:
JORDI CADENA.
INTÉRPRETES:
IGOR SZPAKOWSKI, ROSER CAMÍ, RAMÓN MADAULA, ALICIA FALCÓ.
GÉNERO:
DRAMA / ESPAÑA / 2013 / DURACIÓN: 73
MINUTOS.
El cine español se ha
sumergido profusamente en los últimos años en el tema de la violencia doméstica
con resultados más que apreciables con películas como Solas (Benito Zambrano, 1999),
Sólo
mía (Javier Balaguer, 2001), Te doy mis ojos (Icíar Bollaín,
2003) y la hispano-argentina Antigua vida mía (Héctor Olivera,
2002). El veterano director catalán Jordi
Cadena bucea en esa infame lacra social presentándonos a Manel (Igor Szpakowski) un adolescente
que nunca habla con nadie de su familia, del miedo que él, su madre (Roser
Camí) y su hermana pequeña (Alicia Falcó) sienten cuando su padre (Ramón
Madaula) está en casa. Por eso a Manel le gusta ir al instituto, pues mientras
está allí se libera de ese miedo.
La por,
basada en un texto de Lolita Bosch, es un estremecedor relato de ajustadísimo
metraje, estructura minimalista y parcos diálogos que arranca de forma descriptiva
dando un sentido demoledor al título, una perturbadora puesta en escena que nos
sitúa en lo que tendría que ser el espacio acogedor de un cálido hogar
convertido en un castillo del terror por culpa de papá monstruo, un tipo brutal
al que toda la familia teme y que ha instaurado un clima de violencia y miedo
en su casa. Tiene pavor a quedarse solo, mientras su familia calla y no
denuncia aunque presienten su destino fatal. Los sonidos cobran una vital importancia en la cinta: los pasos, el
rumor del agua de la ducha, las puertas que se abren y cierran, los golpes y
gritos en la oscuridad, los lamentos de la madre vencida, desesperada,
impotente e incapaz de abandonar un infierno en el que también zozobran sus
hijos.
Un film terrible, amargo
y necesario, de ambiente viciado e irrespirable que deja al espectador, al
igual que las víctimas, paralizado, habitando un espacio malsano e infernal,
del que como a ellas, le será imposible escapar. El miedo lo congela todo: las
ilusiones, el porvenir, las tareas cotidianas, la risa, el amor, los gestos, el
silencio, las palabras y las miradas. En el comienzo, el latido de la cámara nos
hace visitar cada habitación de la casa para mostrarnos a sus habitantes
despiertos e inmóviles en la cama esperando a que el padre salga de casa para
ir al trabajo, la razón de ese miedo nos será expuesta en la carne lacerada de
la madre mientras se viste, un espejo insufrible de la más pavorosa aberración.
La figura paterna apenas aparece, y acierta Cadena al presentarlo, con una
simple pincelada, fuera de su dominio
patriarcal como un hombre sonriente y totalmente diferente en su vida social y laboral, mostrando así las dos caras de la
bestia. Nadie podrá olvidar el crescendo
dramático y aterrador al que la trama nos acerca, con el rostro tembloroso y
ensangrentado de la madre, como siempre rendida ante el último acto del horror,
sin haber sabido nunca como exterminar las esporas de un mal que ya estaba
incubando en sus propios hijos.
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