lunes, 23 de diciembre de 2013

CRÍTICA DE: "FRUITVALE STATION"

Muertes de perro
FRUITVALE STATION êêêê
DIRECTOR: RYAN COOGLER.
INTÉRPRETES: MICHAEL B. JORDAN, MELONIE DÍAZ, OCTAVIS SPENCER, AHNA O´REILLY, ARIANA NEAL, KEVIN DURAND.
GÉNERO: DRAMA / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 90 MINUTOS.   



      En primer lugar, se hace preceptivo informar al lector de que los hechos que narra FRUITVALE STATION ocurrieron realmente: A las 2 de la mañana del 1 de enero de 2009, la policía disparó y asesinó al joven afroamericano de 22 años Oscar Grant III cuando se encontraba inmovilizado en el suelo en la estación de trenes de cercanía Fruitvale Bart de Oakland (California). El terrible suceso no es nuevo, en California la policía comete más de cien homicidios al año, la mayoría de las víctimas son negros o hispanos, podríamos decir “año nuevo, la misma vieja historia”.


      Las claves del relato de esta terrible y absurda historia se desarrollaron según la cronología que narra esta conmovedora película independiente escrita y dirigida por Ryan Coogler, que se alzó con el Premio a la Mejor Película y el Premio del Público en el pasado Festival de Sundance: Oscar Grant III (Michael B. Jordan) es un joven afroamericano que acaba de perder su trabajo en un supermercado por llegar tarde. En 2007 estuvo un tiempo en prisión por vender marihuana, pero ahora está dispuesto a reformarse, dejar los trapicheos con las drogas y encontrar un trabajo con el que poder mantener a su pequeña hija, Tatiana (Ariana Neal)  y formar una familia junto a su novia, Sophina (Melonie Díaz). A Oscar no le están saliendo bien las cosas, pero es Nochevieja y a Sophina le apetece salir, por lo que queda con sus colegas para despedir el año en San Francisco. Por consejo de su madre, Wanda (Octavia Spencer), que cumple años, se desplazarán en tren, pues así podrán beber y no tendrán que conducir. De regreso, un tipo malencarado al que Grant conocía de prisión, inicia una pelea en el tren, por lo que se da aviso a la policía, que detiene sólo a los jóvenes negros. Sin venir a cuento, mientras los jóvenes son retenidos junto a un muro de la estación, Grant es inmovilizado en el suelo y disparado a bocajarro y por la espalda por un policía. Murió en un hospital pocas horas más tarde.


      FRUITVALE STATION es un espléndido film que nos narra una historia no por repetida menos dolorosa, un suceso de gran trascendencia y enorme peso político-social por el drama que denuncia, y a uno no le queda más remedio que preguntarse ¿a quiénes deben temer más los ciudadanos norteamericanos a los policías o a los delincuentes? La respuesta se presenta fácil: si son negros o hispanos, a la policía. La ópera prima de Ryan Coogler nos muestra a una nueva víctima, otro mártir de un sistema que no se sostiene, un chico negro que no había hecho nada y al que primero insultan, luego golpean y finalmente es asesinado por un policía blanco, Johannes Mehserle, se llama el policía fascistoide, el asqueroso racista con uniforme que puso como excusa que se confundió y cogió su revólver en vez de la pistola Taser, que según su versión era lo que realmente quería emplear.



        Al tipo le cayeron dos años de cárcel, de los que sólo cumplió 11 meses. El homicidio cometido por un policía sale siempre muy barato, y siempre que se escapa una bala de la pistola de un policía,  ésta acaba impactando en el cuerpo de un hombre negro. Pero los teléfonos móviles de los otros jóvenes que viajaban en el tren nos muestran otra cosa: el policía Tony Pirone le asesta un puñetazo en la cara a Oscar Grant que le tira al suelo, y mientras el mismo poli le sujeta la cabeza con una rodilla, Johannes Mehserle le pega el tiro mortal por la espalda. Antes de eso, Oscar estaba parado, sin moverse, contra el muro de la estación al lado de los otros jóvenes.



        La película, que abre con la grabación real de este aterrador vídeo que prendió la mecha de la indignación por toda la Bay Area, está filmada con cámara en mano  y un barniz granulado que busca el efecto naturalista de los docudramas, y Coogler logra la empatía del espectador y el compromiso emocional, cuestión a la que contribuye la magnética interpretación de Michael B Jordan (¿un nuevo Denzel Washington?), pero también el modo sensible con el que Coogler traza el recorrido que realiza el joven hasta el infausto momento de su muerte: el esfuerzo, a pesar de las adversidades, de Oscar por ser un buen hijo (el tema del cumpleaños de su madre); un buen ciudadano (se niega a vender la bolsa de hierba que posee, a través de una llamada a su abuela, ayuda a una chica con la receta de una fritura de pescado, pide al dueño de una tienda que está cerrada que deje utilizar el lavabo a una chica que está embarazada); un buen novio (la sinceridad que le demuestra finalmente a Sophina); y un buen padre (el modo dulce que tiene de tratar a su hija, a la que tras dejarla con sus primos le promete que al día siguiente irán a al restaurante infantil Chuch E. Cheese).   



         La película no me resulta en absoluto maniquea, sentimos la muerte de Oscar no sólo porque es un buen tipo que trata de enmendar errores y encarrilar su vida, sentimos la muerte de Oscar como la de cualquier persona inocente, la sensación de vacío nos consume porque es más grande el amor que sentimos por él que el odio que nos provoca el brutal policía que acaba estúpidamente con su vida en el frío suelo de una estación de tren. Tenemos claro que el racismo y la violencia es un gran problema en Estados Unidos, lo que no sabemos es si Obama es consciente de que la policía contribuye a ello de manera preocupante, hasta el punto de que el ciudadano se pregunta ¿qué clase de reconocimientos psicológicos se les hace a esos hombres de uniforme? A los que por cierto se les entrega todo tipo de armas letales. Finalmente, el incidente que se produce al principio, en donde un vehículo atropella a un perro sin que su conductor se detenga, dejando al desgraciado animal agonizando en brazos de nuestro afligido protagonista, puede servir como siniestra analogía de la muerte de Oscar: una muerte más para la estadística, un animal muerto, una muerte de perro, un nombre para el recuerdo o el olvido ¡Qué asco!

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