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martes, 8 de enero de 2013

CRÍTICA DE "EL VUELO" (THE FLIGHT)


Tras el descenso al infierno, el camino a la redención
EL VUELO (FLIGHT)  ««««
DIRECTOR: ROBERT ZEMECKIS.
INTÉRPRETES: DENZEL WASHINGTON, KELLY REILLY, DON CHEADLE, BRUCE GREENWOOD, JOHN GOODMAN.                                    
GÉNERO: DRAMA / EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 138 MINUTOS.     
    
     Aunque Robert Zemeckis llevaba una década trabajando con la técnica de la “captura de movimiento”, labor que nos ha dejado algunos trabajos interesantes como Beowulf o Cuento de navidad, su retorno a las películas con imagen real era muy esperado por los aficionados que no olvidan que su pericia como narrador y creador de imágenes nos ha regalado títulos tan espléndidos como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Regreso al futuro, Forrest Gump o Náufrago. Un sólido guión de John Gatins –que se podía haber ahorrado algunos personajes claramente prescindibles- ha convencido al director nacido en Chicago para un regreso que brinda a Denzel Washington uno de los papeles de su vida.  

      Tras un aterrizaje de emergencia realizado con unas habilidosas y arriesgadas maniobras aéreas, el capitán Whip Whitaker (Denzel Washington) logra salvar la vida de centenares de personas aunque cuatro pasajeros y dos componentes de la tripulación mueren en el aterrizaje forzoso a campo abierto. Whip es agasajado como un héroe nacional por haber evitado una tragedia de grandes proporciones. Sin embargo, cuando se pone en marcha la investigación para determinar las causas de la avería que ha dado lugar al accidente, se descubre también que, probablemente, fue el piloto quien puso la vida de los pasajeros en peligro debido a su alcoholismo.

      En la primera secuencia de EL VUELO vemos al capitán Whip, al que da oxígeno un colosal Denzel Washington, despertarse en la cama tras una noche de alcohol, drogas y sexo con su azafata, Katerina Márquez (Nadine Velázquez) que se pasea desnuda por la habitación de un hotel mientras él mantiene una conversación telefónica con su esposa, de la que está separado y que le exige dinero para la nueva escuela de su hijo. Estos caractéres definen más la personalidad de un crápula que la de un sóbrio piloto de una línea aérea comercial, una cuestión que nos prepara para lo que va a suceder durante los próximos veinte minutos en los que ya en el avión y tras tomar varios lingotazos, una avería obligará al experimentado piloto a realizar una maniobra casi milagrosa que evite un accidente de proporciones dantescas.  

       El espectador asistirá a una escalofriante secuencia de tensión al límite con una visión hiperrealista desde dentro del avión y algunos planos exteriores del aparato. La espeluznante escena está rodada con tanta maestría que apenas son perceptibles los efectos digitales y demuestra el talento de Zemeckis para rodar con extraordinaria verosimilitud esos momentos de acción que te ponen los pelos como escarpias, y la resolución de la escena te invita a pensar que Dios puso las manos para evitar una verdadera catástrofe, porque lo seguro es que el piloto no estaba en condiciones para ponerse a los mandos de un aparato. Pero es a partir de entonces cuando comienza lo más interesante de la función que, en una azarosa progresión dramática, seguirá la evolución del protagonista que no quiere asumir sus problemas con el alcohol y en su lacerante soledad nos mostrará la estampa del héroe caído.    

      En ese descenso a los infiernos, Whip conocerá a una jóven drogadicta que intenta rehabilitarse, Nicole (Kelly Reilly) con la que mantendrá una relación en la que actuará como el dictado morál que hace más patente la vergüenza del piloto. Un personajes éste que apenas tiene incidencia en la trama y que el guionista sitúa al lado del protagonista para enfatizar su ruína moral y el doloroso proceso autodestructivo en que está inmerso. Otro tanto podemos pensar del camello al que da vida John Goodman, un estrafalario e innecesario personaje que suministra cocaína a Whip pero que no resulta nada divertido y chirría dentro del desarrollo fatalista de la trama. De todos modos, los personajes se sostienen gracias a las brillantes dotes interpretativas de actores como Don Cheadle, el avispado abogado elegido por la aerolínea para defender a Whip, y Bruce Greenwood, el mejor amigo del piloto dentro de la compañía. 

      EL VUELO es un magnífico film que tiene su más eficaz activo en el inmenso trabajo de Denzel Washington, un actor camaleónico -¡pleonasmo!- con prestancia, carisma, magnetismo y variados recursos interpretativos que estimulan la vía emocional hasta el llanto, dotando de peso y hondura a ese clímax final del interrogatorio que se eleva como la única oportunidad que concede al espectador para empatizar con él, y el espectador deseoso de mostrar su afecto definitivo, cae rendido ante una confesión purificadora que le conducirá por el camino de la redención y la esperanza. The End. ¡Aplausos! 

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