Un film sobrio, pausado y academicista.
LINCOLN êêê
DIRECTOR: STEVEN
SPIELBERG.
INTÉRPRETES: DANIEL DAY-LEWIS, SALLY FIELD, TOMMY LEE JONES,
JAMES SPADER, JOSEPH GORDON-LEWITT, LEE PACE.
GÉNERO: DRAMA
POLÍTICO / EE.UU. / 2012 DURACIÓN: 149 MINUTOS.
No es arriesgado
pensar que un film como LINCOLN, tremendamente político y
localista, será más apreciado por el espectador estadounidense que por el resto
de los mortales, para quienes será complicado digerir una película tan densa y
saturada de personajes que les suenan muy lejanos. La historia nos sitúa en
1865, tras cuatro años de Guerra Civil Americana entre unionistas y
confederados, la contienda se acerca a su fin. El presidente Abraham Lincoln (Daniel Day-Lewis),
prepara la instauración de una enmienda que prohíbe la esclavitud en los
Estados Unidos. No obstante, esta presenta un gran dilema: si la paz llega
antes que se acepte la enmienda, el Sur tendrá poder para rechazarla y mantener
la esclavitud; si la paz llega después, cientos de personas seguirán muriendo
en el frente. En una carrera contrarreloj para conseguir los votos suficientes,
Lincoln se enfrenta a la mayor crisis de conciencia de su vida.
Si lo tuyo,
amigo lector, es la acción, huye de esta película como de la peste porque te
aburrirá su ritmo lento y las extensas conversaciones derivadas de los tejemanejes
palaciegos e intrigas políticas. Daniel Day-Lewis se siente cómodo dentro de la
piel del decimosexto presidente de los Estados Unidos, dotando a tan heroica –casi
mística- figura de una cercanía física y un abanico de matices humanistas
encomiables, teniendo en cuenta que Spielberg sitúa la trama en un momento crucial
de la historia de su país, durante los estertores de la guerra entre los
estados del Norte y el Sur y la aprobación de la enmienda que tiene como
objetivo la abolición de la esclavitud, será el momento en que su ya de por sí alargada
figura se agigante hasta convertirse en el presidente más recordado y querido
de la historia. Un proceso que le hará
envejecer diez años en apenas unos meses y que tendrá su trágico clímax final
en el teatro Ford, cuando el popular actor John Wilkes Booth dispare sobre su
cabeza.
Seré sincero, la película se sostiene
gracias a las soberbias interpretaciones de un espectacular elenco comandado por un Day-Lewis (Lincoln resucitado) que huele a Oscar a miles de kilómetros, y que incluye nombres
del prestigio de Tommy Lee Jones, Sally Field, James Spader y Joseph
Gordon-Lewitt, pues como suponíamos las labores de puesta en escena, diseño de
producción, dirección artística, vestuario… tienen una factura impecable. Sin embargo,
el carácter íntimo, academicista y el ritmo plúmbeo de la función acaban
penalizando un relato que, repito, está más indicado para la corrosiva
melancolía y memoria histórica del pueblo norteamericano.
Vemos a un
Lincoln cansado, envejecido, encorvado, campechano, siempre con alguna anécdota
o historieta que contar a su círculo de confianza, proyectando una imagen
entrañable y humilde incluso para los emisarios confederados. Sabemos que lo
narrado tiene tanta importancia que cambió el rumbo de la historia de los
Estados Unidos, de ahí que el dilatado metraje se centre en las negociaciones y
chantajes que se llevaron a cabo para aprobar la famosa decimotercera enmienda.
Pero Lincoln, como todos los políticos, tenía más sombras que luces (la
política profesional es siempre un gran prostíbulo para los ideales), y sabemos
que algunas manifestaciones suyas estaban teñidas de un racismo recalcitrante
(algo que hubiera sido molesto incluir en esta hagiografía) y que las
verdaderas causas de la guerra contaban con otros intereses más espurios.
LINCOLN
no es, ni mucho menos, un biopic,
porque su perspectiva está limitada a un cortísimo periodo de su presidencia
(las semanas que duraron las negociaciones para la aprobación de la mencionada
enmienda), pero lo verdaderamente anecdótico de esta irregular, a ratos
soporífera propuesta, no es el parco estudio psicológico de los personajes, que
se quedan sólo en esbozos, sino que fueron los republicanos, con el voto único
en contra de los demócratas, los que sacaron adelante la enmienda para abolir
la esclavitud aunque el racismo siguiera empapando cada poro de la nación. Y me
pregunto ¿cómo llevarán esta cuestión sobre su conciencia Barack Obama y esposa?
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