El visionario Elia Kazan y su película
sobre una epidemia
“PÁNICO EN LAS CALLES” êêêê
DIRECTOR: Elia Kazan.
INTÉRPRETES: Richard Widmark,
Paul Douglas, Jack Palance, Barbara Bel Geddes, Zero Mostel, Dan Riss, Tommy
Cook.
GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 93 minutos / PAÍS: EE.UU.
/ AÑO: 1950.
Elia Kazan, que debutó con la comedia Lazos
humanos
(1945), y que aún no había saltado desde el trampolín más alto de la fama que
le otorgó Un tranvía llamado deseo (1951), realizó en 1950 esta
película sobre una pandemia letal titulada Pánico en las calles, que aun hoy en día es una
de las obras más redondas y olvidadas del director. Un relato premonitorio
sobre una alarma sanitaria que cobra hoy vigencia a raíz de la tragedia mundial
del Covid-19.
Potente muestra de cine noir, Pánico en
las calles nos sitúa en la Nueva Orleans de 1950. Allí, una noche, el hampón Blackie (Jack Palance) y sus dos
compinches matan a un inmigrante que les había ganado jugando al póker. A la
mañana siguiente, el doctor Clint Reed (Richard Widmark) del Servicio de Salud Pública,
confirma que el muerto tenía la peste neumónica y alerta a las autoridades. Para
evitar que la peste se propague, una cuestión que tendría efectos catastróficos
para la población, Clint y el capitán de la policía Tom Warren (Paul Douglas) tienen que
encontrar y aislar a los asesinos, y así evitar un contagio masivo. La operación
se lleva a cabo en el más absoluto secreto para que no cunda el pánico entre la
población. Disponen sólo de 48 horas para conseguirlo.
El enorme director de La Ley
del Silencio (1954) y Al Este del Edén (1955), filma, en plena Caza de Brujas puesta
en marcha por el infame senador republicano Joseph McCarthy (Kazan fue absuelto por el
Comité de Actividades Antiamericanas de colaborar y pertenecer al Partido Comunista y acusado por sus compañeros de profesión
de ser un delator), una película que toma ahora, transcurridos 70 años desde su
estreno, el pulso a la más rabiosa actualidad. Un film que muchos aficionados
desconocen y que es entendida como un alegato anticomunista: un inmigrante de
un país del Este de Europa (el portador del mal se llama Kochak) infectado con
la peste neumónica (el comunismo) es asesinado una noche con la posibilidad
real de que haya contagiado a todas las personas que tuvieron contacto con él (los
gánsteres asesinos diseminadores de la peste), con la alarmante seguridad de
que si no se les localiza rápidamente provocarán que el virus (otra vez el
comunismo) se convierta en una incontrolable
pandemia que se extenderá por todo el país e incluso por todo el planeta. Por
supuesto, los buenos (los americanos), con el capitán Warren y el doctor Clint
al frente de la investigación, tratarán de que esto no ocurra.
Nueva
Orleans, con sus calles malolientes y sus tugurios sórdidos portuarios, actúa
como un personaje más de la función en el frenesí de una historia contrarreloj
que, aunque con un final previsible, mantiene la tensión durante todo el
metraje y nos brinda un magnífico duelo interpretativo con los personajes
encarnados por Widmark y Palance. Galardonada con el Oscar al Mejor Guión y el Premio
al Mejor Director en el Festival de Venecia, Pánico en las calles fusiona a la perfección el
thriller clásico y el cine de catástrofes poco tiempo antes de que la industria
inundara las pantallas grandes con esa temática.
Como intervalos de la vertiginosa
investigación, vemos a Widmark en escenas familiares que nos muestran las estrecheces
con las que vivían también los funcionarios del estado y a su mujer, la hermosa
Barbara Bel Geddes que sirve de contrapunto entrañable con el apoyo moral que
suministra a su marido ante el estrés que supone la persecución de los
hampones. Jack Palance hace un deslumbrante debut, un trabajo superlativo, él representa
la esencia del mal, con su imponente estatura, sus ademanes chulescos y su
difícil rostro.
Estamos, amigo lector, ante una obra excelente, dominada
por una atmósfera densa y lóbrega, en donde se aprecian las lamentables condiciones
de vida y de salubridad de los suburbios portuarios y en donde Kazan pone todo
su talento para pulsar un abanico de resortes técnicos (el nervio con que están
rodadas las persecuciones) y artísticos (sublime dirección de actores) para
dominar la acción, mantener la intriga y dibujar el arco dramático con apuntes
emocionales y psicológicos hasta el punto de que el espectador perdona el
mensaje excesivamente moralista de una corrosiva alegoría.
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