lunes, 20 de abril de 2020

"PÁNICO EN LAS CALLES" (Elia Kazan, 1950). Elia Kazan, un visionario.


El visionario Elia Kazan y su película sobre una epidemia
“PÁNICO EN LAS CALLES” êêêê
DIRECTOR: Elia Kazan.
INTÉRPRETES: Richard Widmark, Paul Douglas, Jack Palance, Barbara Bel Geddes, Zero Mostel, Dan Riss, Tommy Cook.
GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 93 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 1950.


    Elia Kazan, que debutó con la comedia Lazos humanos (1945), y que aún no había saltado desde el trampolín más alto de la fama que le otorgó Un tranvía llamado deseo (1951), realizó en 1950 esta película sobre una pandemia letal titulada Pánico en las calles, que aun hoy en día es una de las obras más redondas y olvidadas del director. Un relato premonitorio sobre una alarma sanitaria que cobra hoy vigencia a raíz de la tragedia mundial del Covid-19.


    Potente muestra de cine noir, Pánico en las calles nos sitúa en la Nueva Orleans de 1950. Allí, una noche, el hampón Blackie (Jack Palance) y sus dos compinches matan a un inmigrante que les había ganado jugando al póker. A la mañana siguiente, el doctor Clint Reed (Richard Widmark) del Servicio de Salud Pública, confirma que el muerto tenía la peste neumónica y alerta a las autoridades. Para evitar que la peste se propague, una cuestión que tendría efectos catastróficos para la población, Clint y el capitán de la policía Tom Warren (Paul Douglas) tienen que encontrar y aislar a los asesinos, y así evitar un contagio masivo. La operación se lleva a cabo en el más absoluto secreto para que no cunda el pánico entre la población. Disponen sólo de 48 horas para conseguirlo.


     El enorme director de La Ley del Silencio (1954) y Al Este del Edén (1955), filma, en plena Caza de Brujas puesta en marcha por el infame senador republicano Joseph McCarthy (Kazan fue absuelto por el Comité de Actividades Antiamericanas de colaborar y pertenecer al Partido Comunista y acusado por sus compañeros de profesión de ser un delator), una película que toma ahora, transcurridos 70 años desde su estreno, el pulso a la más rabiosa actualidad. Un film que muchos aficionados desconocen y que es entendida como un alegato anticomunista: un inmigrante de un país del Este de Europa (el portador del mal se llama Kochak) infectado con la peste neumónica (el comunismo) es asesinado una noche con la posibilidad real de que haya contagiado a todas las personas que tuvieron contacto con él (los gánsteres asesinos diseminadores de la peste), con la alarmante seguridad de que si no se les localiza rápidamente provocarán que el virus (otra vez el comunismo) se convierta  en una incontrolable pandemia que se extenderá por todo el país e incluso por todo el planeta. Por supuesto, los buenos (los americanos), con el capitán Warren y el doctor Clint al frente de la investigación, tratarán de que esto no ocurra.


     Nueva Orleans, con sus calles malolientes y sus tugurios sórdidos portuarios, actúa como un personaje más de la función en el frenesí de una historia contrarreloj que, aunque con un final previsible, mantiene la tensión durante todo el metraje y nos brinda un magnífico duelo interpretativo con los personajes encarnados por Widmark y Palance. Galardonada con el Oscar al Mejor Guión y el Premio al Mejor Director en el Festival de Venecia, Pánico en las calles fusiona a la perfección el thriller clásico y el cine de catástrofes poco tiempo antes de que la industria inundara las pantallas grandes con esa temática.


    Como intervalos de la vertiginosa investigación, vemos a Widmark en escenas familiares que nos muestran las estrecheces con las que vivían también los funcionarios del estado y a su mujer, la hermosa Barbara Bel Geddes que sirve de contrapunto entrañable con el apoyo moral que suministra a su marido ante el estrés que supone la persecución de los hampones. Jack Palance hace un deslumbrante debut, un trabajo superlativo, él representa la esencia del mal, con su imponente estatura, sus ademanes chulescos y su difícil rostro. 


   Estamos, amigo lector, ante una obra excelente, dominada por una atmósfera densa y lóbrega, en donde se aprecian las lamentables condiciones de vida y de salubridad de los suburbios portuarios y en donde Kazan pone todo su talento para pulsar un abanico de resortes técnicos (el nervio con que están rodadas las persecuciones) y artísticos (sublime dirección de actores) para dominar la acción, mantener la intriga y dibujar el arco dramático con apuntes emocionales y psicológicos hasta el punto de que el espectador perdona el mensaje excesivamente moralista de una corrosiva alegoría.


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