Negra como una noche sin luna
“BLAST
OF SILENCE” êêêêê
DIRECTOR: Allen Baron.
INTÉRPRETES: Allen Baron,
Molly McCarthy, Peter H. Clune, Larry Tucker, Danny Meehan, Dean Sheldon.
GÉNERO: Cine Negro / DURACIÓN: 77 minutos / PAÍS: EE.
UU. / AÑO: 1961
El caso de Allen Baron es sintomático de este
extraño y maravilloso invento llamado cine porque con sólo cuatro largometrajes
y casi toda su carrera dedicada a la televisión, dejó para el buen paladar de
los gourmets cinéfilos una de las grandes obras de culto del cine negro. Actor,
guionista y director de cine y televisión, Baron nació en Brooklyn en 1927. Su
debut en la televisión se produjo en 1960 en la serie Rompeolas, y fue al año siguiente, con sólo 24 años, cuando protagonizó, escribió y dirigió Blast of Silence, una película que sin duda ha servido como
referente para el Taxi Driver de Martin Scorsese y tal vez para El
silencio de un hombre de Jean-Pierre Melville. No he logrado ver Terror in City (1964), inencontrable a
pesar de los esfuerzos que he dedicado a su búsqueda. Tampoco sé nada de Outside
In (Red, White and Bustead) (1971), una película igualmente inédita de la que
incluso desconozco su trama y jamás he visto su póster. Me fue difícil de
encontrar el aseado drama romántico Rayo de amor (1982), protagonizado por Tippi Hedren y
Leslie Nielsen. Baron dirigió episodios de series televisivas tan conocidas
como El Inmortal (1969), La tribu de los Brady (1969), Los
ángeles de Charlie (1976) y Vacaciones en el mar (1977).
Con un guión del propio Baron y Waldo Salt
(Serpico, Cowboy de
medianoche), Blast of Silence sigue a Frankie Bono (Allen Baron) un asesino
profesional que después de algún tiempo retirado vuelve a Nueva York para hacer
otro trabajo: asesinar a un mafioso de poca monta llamado Troiano (Peter H. Clune). A pesar
de sus intentos por pasar desapercibido mientras persigue a la que será su
última víctima, Bono es reconocido por un antiguo compañero de orfanato. Pero
no será el único error que cometa…
Blast of Silence se impone como una obra maestra que debería
incluirse en todas las escuelas de cine como ejemplo modélico, virtuoso, de crónica noir
canónica, fundacional, que narra la alienación humana en las grandes urbes y la
corrupción moral de la sociedad, explotada posteriormente en otros fílms
míticos como Taxi Driver, con la que esta película guarda algunas analogías.
Filmada en Manhattan con una bellísima fotografía de Merrill S. Brody, que
también se encarga de la producción, y una omnipresente voz en off que en
tercera persona hace al espectador cómplice de la acción en una narración
punzante sobre los avatares del sociópata protagonista en ese oscuro túnel que
transita en la función: la preparación exhaustiva de un crimen en contraste con
el ajetreo festivo de una ciudad vestida con galas navideñas.
Sin apenas diálogos, la voz en off amartilla al
espectador y actúa como la conciencia de un Frankie Bono con la mente
erosionada desde el primer día que sus ojos vieron la luz y su posterior
ingreso en un orfanato (desde la ventana de su apartamento se puede ver el
patio de un orfanato y el simbólico desfile enforma de cruz gamada de los niños), un recuerdo corrosivo que
percute en la sensación de pérdida, abandono, soledad y un resentimiento que
acompañará a Bono durante toda su vida.
Blast of Silence, con un ajustadísimo metraje y negra como
una noche sin luna, fue rodada con un presupuesto de guerrilla, sin permisos y
escondiendo la cámara para inmortalizar escenarios legendarios como Grand
Central Station, Harlem y Long Island, por lo que al igual que el neorrealismo
y la Nouvelle Vague capta al instante la realidad con un tono documentalista,
regalándonos unas preciosas tomas ambientales de la ciudad de Nueva York como contenedor
de sueños rotos y soledades, una urbe decadente, gélida y triste, consiguiendo una sublime atmósfera para
sumergirnos así en la amargura, el vacío existencial y la moral desvencijada de ese
matón a sueldo psicopático, solitario, antisocial, con un pasado dolorosamente
azaroso, un destino incierto y un propósito que a medida que avanza la
acción le hace mostrarse más dubitativo.
Si hay algo
que Allen Baron (un cruce entre Robert De Niro, Lino Ventura y George C. Scott) se esfuerza en subrayar es la sensación de desesperanza, un
pesimismo descorazonador que se siente más acusado cuando se frustra de manera
incipiente su relación con Lori (Molly McCarthy), cercenando así sus escasas
ilusiones, apagando el único rayo de luz que comenzaba a emerger en las
tinieblas de su alma. La música de jazz amplifica el eco melancólico del relato
durante las fiestas navideñas con sus sentimientos de felicidad impostada, y
moviéndose como un espectro, Bono, agobiado y resentido, (“recordando el
negro silencio, naciste con dolor, odio y rabia”) recorre las calles para
cumplir el último encargo de su detestable carrera, un camino de perdición que
concluirá en una Long Island azotada por el huracán Donna, bañada por un manto
sombrío premonitorio y convertida en punto límite de una vida errabunda y trágica.
Nunca había oído hablar de este incunable.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ahora que sí has oído, espero que no tardes mucho en darle un pase. Su descubrimiento será una de las grandes sorpresas de tu afición cinéfila. ¿Apostamos?
ResponderEliminarUn abrazo.