Viaje al futuro con la mochila de los 80
“READY PLAYER
ONE” êê ê
DIRECTOR: STEVEN SPIELBERG.
INTÉRPRETES: TYE SHERIDAN,
OLIVIA COOKE, MARK RYLANCE, SIMON PEGG, T. J. MILLER.
GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN
/ EE. UU. / 2018 / DURACIÓN: 140 MINUTOS.
No engañaré a nadie afirmando que Ready
Player One está entre lo más granado de la treintena de películas que
conforman la filmografía de Steven
Spielberg, que se encuentra en un momento de gran efervescencia creativa a
pesar de sus 71 años, pero no cabe duda de que el film tiene cierto interés sin
más aspiraciones ni trascendencia que resultar entretenido… que tampoco es una
tarea que resulte fácil.
Basada en la novela de Ernest Cline, la
historia nos sitúa en el año 2045 y sigue a Wade Watts (Tye Sheridan) un adolescente al que le gusta evadirse
del cada vez más sombrío mundo real a través de una utopía virtual a escala
global llamada “Oasis”. Un día, su excéntrico y multimillonario creador, Halliday (Mark Rylance) muere, pero
antes ofrece su fortuna y el destino de su empresa al ganador de una elaborada
búsqueda del tesoro a través de los
rincones más inhóspitos de su creación. Con la ayuda de Samantha (Olivia Cooke) será el momento de que Wade se enfrente a jugadores, poderosos
enemigos corporativos y otros competidores despiadados dispuestos a hacer lo
que sea, tanto dentro de Oasis como en el mundo real, para hacerse con el
cotizado premio.
He de confesar que no soy un gran
entusiasta de los videojuegos, y Ready Player One, además de ser un
homenaje multirreferencial a la mitología y cultura (música, cine, cómics) de
los 80, está centrada en un juego virtual que actúa como una droga y un refugio
para huir de una sociedad decadente y herrumbrosa que vive en auténticos
guetos, sin referentes morales y en donde reina la injusticia, la contaminación
y las desigualdades. Así, el relato se centra en un chico que vive con su tía,
solitario y melancólico, su sueño es ganar una carrera virtual a modo de
acertijo y cuyo premio será heredar el imperio del propio creador del invento.
Queda apuntado,
Ready Player One es ante todo una oda
crepuscular al imaginario colectivo de los 80, a la cultura, moda, diseño,
música, cómics, cine y forma de vivir de aquella década: el VHS, el cubo de Rubick, los vídeos musicales del
grupo noruego A-ha (de cuyo vocalista, Morten Harket, es un alter ego el
protagonista), el Comecocos, El Resplandor, Regreso al futuro, Chucky,
el muñeco diabólico… un viaje nostálgico al pasado que también puede
ser entendido como un autohomenaje del director. Una época alegre y creativa
pero también un tiempo frivolidades, en donde a punto estuvo de quedar
enterrado el cine de autor por la apisonadora de los blockbusters (Menahem
Golan y Yoram Globus de la Cannon y Don Simpson) cuya propuesta chusca de cine
de acción superficial e hiperbólico construía una realidad paralela que las
consolas y videojuegos se encargarían de prolongar.
Visualmente,
Ready Player One es un prodigio, su textura brillante y
vintage y su chillón juego cromático dan lustre a un travesía hacia el futuro
repleta de retrovisores. Spielberg atrapa al espectador con un arranque
enérgico y dinámico, con el protagonista saltando de barraca en barraca por esa
arquitectura imposible a modo de oxidadas favelas. Un primer tramo que
sirve de presentación de unos personajes apenas esbozados (Mark Rylance es el
que sale mejor parado) pero que capta el sentido evanescente de la aventura que
se desarrolla con ese juego infantilmente épico de las tres llaves. El conjunto
carece de profundidad narrativa y sin atisbo de reflexión filosófica más allá
de la retahíla de referencias ya apuntadas, pero la función contiene algunos
momentos sublimes (toda la hipnótica escena tributo a El Resplandor) y muestra
la impresión de que su director se lo ha pasado en grande durante el rodaje. Un
ligero y nada trascendente artefacto.
Como a ti, me encantó el homenaje a "El resplandor". Y no olvidemos el momento "Fiebre del sábado noche".
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, es lo que más poso me dejará de esta pócima cocinada con gran variedad de ingredientes. No es un film desdeñable, pero tampoco va a dejar una huella indeleble en mi memoria cinéfila.
ResponderEliminarUn abrazo.