"BARRY SEAL: EL TRAFICANTE" êêê
No vamos a descubrir ahora a Doug Liman, un director que debutó allá
por la primera mitad de la década de los 90 con la comedia estudiantil Getting
In
(1994), y que un par de años más tarde nos regaló otra más que aceptable
comedia sobre el amor y la amistad titulada Swingers (1996). Tras
dirigir la inclasificable Viendo sin límites (1998) le llegó
la oportunidad de dirigir algo grande con El caso Bourne (2002) primera
entrega (y para muchos la mejor) de la saga protagonizada por el agente
proscrito y clandestino Jason Bourne creado por el novelista Robert Ludlum. No
me gustó nada Sr. y Sra. Smith (2005) comedia de acción a raíz de cual la
pareja conocida por Brangelina unieron sus vidas. Mucho menos Jumper
(2005) un thriller futurista absolutamente demencial. Volvió a dejar constancia
de su buen pulso con Caza a la espía (2010) un thriller
de espionaje e inquietante trasfondo político, y levantó de nuevo el vuelo con Al
filo del mañana (2014) conseguido Sci-fi que trata sobre una invasión
alienígena a la Tierra.
Barry
Seal. El traficante está basada en la vida real de Barry Seal (Tom Cruise) un expiloto comercial de la TWA que se
convirtió en un importante narcotraficante del Cartel de Medellín y que acabó
siendo reclutado por la CIA y el departamento de inteligencia de la DEA.
El itinerario vital del tal Barry Seal es
verdaderamente alucinante, tanto que a uno le cuesta creer que fuera real. Pero
dicen que lo fue, y este biopic que Doug Liman nos propone, con todas sus
licencias de espectáculo cinematográfico, resulta igual de apasionante como
consecuencia de su vertiginoso ritmo y la impecable interpretación de un Tom
Cruise que sigue estando en forma. Demoledora sátira sobre la terrorífica
política internacional de los Estados Unidos, que a finales de los 70 se eleva
como la patria liberadora en la lucha contra el comunismo comandada por un
Sheriff vejestorio llamado Ronald Reagan, y cuyos cerebros de la CIA y la DEA
no dudaron en utilizar al piloto de la TWA para armar la Contra Nicaragüense en
su lucha contra los sandinistas.
Seal tenía una vida cómoda como piloto
comercial, pero ya saben que a los norteamericanos les gusta la aventura, y qué
mejor cosa para huir del sedentarismo que traficar con drogas para el Cartel de
Medellín, la buscada adrenalina para escapar de la rutina familiar y de paso convertirse en informante
de la DEA ganando tanto dinero que no tengas espacio en casa ni el jardín para
guardar tanto dinero en metálico. Barry Seal: El traficante es un
entretenido artefacto que, en la senda de otros films como El lobo de Wall Street, tiene su mayor acierto en la dinamismo
narrativo, los cambios constantes de escenario y una frenética labor de
montaje, de tal forma que la función apenas ofrece un momento de respiro sin
que en la pantalla suceda algo interesante o hilarante (el momento en que Seal,
tras estrellarse con su avioneta, huye en bici rebozado de coca).
La presencia inmanente de Cruise impregna
toda la función otorgando pocos minutos a Sarah Wright, que encarna a la
sorprendida esposa de Barry, y que ve cómo su vida familiar se convierte en una
montaña rusa en consonancia con el endiablado ritmo de vida de su marido, y cómo su fortuna aumenta exponencialmente aunque
tiene la sensación de que la cosa no puede acabar bien. Mientras tanto, a vivir
que son dos días. Por la película desfilan personajes como Oliver North,
exteniente coronel de los marines al servicio de Reagan que se vio implicado en
el escándalo Irán-Contra o Irángate, por el que conocimos que se vendieron de
forma ilícita armas a Irán para financiar a los Contra-revolucionarios de
Nicaragua; aparecen también los hermanos Ochoa, Carlos Lehder y Pablo Escobar,
capos del Cartel de Medellín; el dictador panameño Noriega, que colaboró con la
CIA con el objetivo de armar a los contrainsurgentes; se oye el eco de Bill
Clinton, entonces gobernador de Arkansas, y la omnipresente figura de Reagan
como adalid contra el comunismo en Centroamérica y Sudamérica.
El
inmenso ego de Tom Cruise, eso sí, firmando una actuación magnética, evita que
la película raye a un nivel superior y el perfil de los demás personajes se
difuminan o aparecen como simples esbozos a pesar de que nos resultan muy
interesantes. Encantado de conocerse a sí mismo, el famoso actor tiene un
excesivo protagonismo que deja una molesta sensación que impide disfrutar con
plenitud de un relato rocambolesco que ilumina a un personaje finalmente
sentenciado y con múltiples aristas.
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