"PERSONAL SHOPPER" êêê
El director francés Olivier Assayas tiene tras de sí una regular filmografía que
comenzó a mediados de los ochenta con Desordre (1986) jugoso drama sobre
unos jóvenes que quieren formar una banda de rock y que como no tienen medios
roban los instrumentos y todo acaba en tragedia. Películas resultonas como El
niño del invierno (1989) y París se despierta (1991) dos dramas
sobre las consecuencias del amor, se alternan con experimentos notables como Irma
Vep (1996) una sátira sobre el cine dentro del cine, films erráticos
como Demonlover
(2002) un absurdo neo noir, hasta llegar a la que es para mí la mejor
producción de este cineasta: la serie televisiva Carlos (2010) sobre el
famoso terrorista de los años setenta y ochenta que también tuvo su adaptación
cinematográfica. Su penúltimo film, Sils María (2014) que cuenta también
con la presencia de Kristen Stewart acompañada de Juliette Binoche, es un
aseado drama que tiene como trasfondo el mundo del teatro.
Personal Shopper sigue a Maureen
(Kristen Stewart) una joven estadounidense en París que trabaja como asistenta
del guardarropa de una celebridad. Aunque no le gusta su trabajo, es el único
medio que tiene para pagarse la estancia en la capital francesa mientras espera
una manifestación de Lewis, su hermano gemelo fallecido recientemente tras
sufrir un ataque al corazón. Así, Maureen pasa algunas noches en una mansión
vacía y comienza a recibir en su teléfono móvil extraños mensajes anónimos.
Más
que una clásica historia de fantasmas, aunque contenga algunas secuencias con
apariciones espectrales, la nueva criatura de Olivier Assayas nos invita a
reflexionar sobre la pérdida y el dolor, lo efímero de la existencia y su
vacuidad, las insatisfacciones, la alienación y la hiriente soledad en un mundo
en el que nos movemos de pantalla en pantalla y las nuevas tecnologías han
devuelto a la gente a las cuevas, a refugiarse de un mundo hostil lleno de
sinsabores y en donde el placer, también el llanto, es un desahogo solitario;
la desnaturalización de las relaciones interpersonales y el aislamiento de una
realidad cada vez más perturbadora, como comprobaremos en el tramo final.
Como soy de los que piensan que la gente
no cree en nada y sólo se interesa por vivir el momento, toda vivencia está
presidida por un carácter de urgencia e inmediatez. Así, no hay pausa en la
vida de Maureen (una Kristen Stewart que el día que deseche sus tics y muecas
de niña estreñida se convertirá en una buena actriz), una mujer que vive entre
el desasosiego de un trabajo insatisfactorio y estresante y el acoso del
fantasma de su hermano que, desde su condición de médium que comparte con ella,
la acecha y vive tras su aliento. Es tal vez lo más real de un mundo falso, lleno
de lujos, imposturas y carencias afectivas.
Assayas prolonga el misterio a través de
la angustia de la protagonista, de su confusión e interrogantes. Desde la
primera aparición de un ectoplasma en la decadente mansión hasta las adictivas
conversaciones en el servicio de mensajería del iPhone, Maureen se pierde en un
laberinto de espejos (o de pantallas) sin encontrar más salida que la
desesperación, la insistente y latente sensación de que una presencia fantasmal
sigue sus pasos y la abraza en la noche con la gelidez de un íncubo.
Pero es que
a medida que se desarrolla la trama, la vemos a ella vagar por la ciudad y las
exclusivas tiendas como si de un espectro se tratara; sus contactos cotidianos
son breves e insustanciales y su melancolía de alma en pena parece pertenecer
ya a otro mundo. Un sangriento suceso final dará un giro a su vida y pondrá fin
a su estancia en París para dirigirse al encuentro de su novio, al que sólo
conocemos a través de videollamadas. Ha hecho falta una tragedia para que
Maureen despierte a la realidad, pero allá donde vaya estará acompañada de su
alma gemela…o la conciencia espiritual de en qué nos hemos convertido.
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