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miércoles, 19 de abril de 2017

“FRAGMENTOS DE AMOR” (Fernando Vallejo, 2016)

  
"FRAGMENTOS DE AMOR"  ê
   

    Me pidieron que comentara esta película colombiana dirigida (es un decir) por Fernando Vallejo. Pero la verdad, me resulta muy aburrido por la lamentable calidad cinematográfica del producto. Rodada como si fuera el capítulo piloto de una mediocre telenovela, Fragmentos de amor nos narra la historia de Susana (Angélica Blandón) y Rodrigo (José Ángel Bichir) un afinador de pianos que comienzan una relación amorosa a pesar de que ella (tan enamoradiza que parece ninfómana) tiene pareja. Él, que se ve desasistido por las musas desde que su mujer le dejara, vuelve a componer cuando ella le cuenta historias tórridas de sus amores pasados.


    Malograda y, no nos engañemos, zarrapastrosa adaptación de la novela “Fragmentos de amor furtivos” de Héctor Abad, todo en la función resulta tan impostado como grotesco en una trama que mezcla atentados con bombas perpetrados por los narcoterroristas en los años 90 con una relación pasional desastrosamente construida en la que la bella Blandón demuestra sus nulas dotes interpretativas pero que no desentona dando la réplica a ese otro actor vulgar que es el hermano menor de los Bichir. Pocas veces he visto en una pantalla una pareja con menos química y unas secuencias sexuales rodadas con menos sensualidad y morbo, algo esto último que debería ser el eje central de la narración.

    
   Todo resulta artificiosamente ridículo, comenzando por las historias eróticas que jalonan el pasado de la histriónica protagonista y siguiendo por los patéticos diálogos que cruzan la pareja, tan planos y faltos de profundidad psicológica como las escenas sexuales, en las que la Blandón se dedica a mover mecánicamente las nalgas sin enseñar mucho y sin ningún atractivo, mientras Bichir se aplica en hacer de momia con una mueca de disgusto y una actitud ciertamente machista. El fiasco hay que apuntárselo mayormente a Fernando Vallejo, incapaz de regalarnos una sola escena con un mínimo de valor cinematográfico. Reveladora esa secuencia final en la habitación de las máscaras, ya que todo es un teatro inútil, una tomadura de pelo.  



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