Tal vez la mejor película de
culto de la historia
Recuerdo con gran nostalgia y una tremenda
simpatía esta película que causó una gran polémica y conmoción como
consecuencia de la explicitud de sus secuencias sexuales y descarnada
violencia. Thriller: A Cruel Picture (Desenlace mortal en su
título español) tiene 1973 como año de producción (recalco esto para poner en
ridículo a los que hoy se creen muy modernos) y aunque este cronista era
entonces una tierna criatura, tuve la oportunidad de verla a principios de la
década de los 80, pues estuvo prohibida en multitud de países, circunstancia
que propició que automáticamente se le colgara la etiqueta de “film maldito”.
Sin embargo, tras visionar centenares de películas tildadas de culto, fue Thriller
la cinta que me descubrió la verdadera dimensión de ese calificativo, además de
ser una de las primeras que visioné con escenas de sexo real que cobran todo el
sentido en una historia perversa pero de temática convencional.
El desconocido director sueco Bo Arne Vibenius, que fue ayudante de
Ingmar Bergman, ya había debutado con un film de tono fantástico titulado Huz Marie
träffade Fredrik que no tuvo apenas repercusión, y fue Desenlace
mortal el vehículo para cabrear a mucha gente convirtiéndose en un mito
para los millones de aficionados que tuvieron la oportunidad de ver Thriller,
una de las obras más auténticas, chispeantes y salvajes de la historia del 7º
Arte. La trama sigue a Madeleine
(Christina Lindberg), una chica muda desde que sufrió una violación en su
infancia. Un día, siendo ya una hermosa joven, es secuestrada por un tipo en
una parada de autobuses, posteriormente la droga y obliga a prostituirse en un
burdel. Cuando se niega a cumplir los deseos de su primer cliente y le agrede,
su proxeneta le vacía un ojo. A partir de entonces lucirá un parche, se
escapará del burdel, comprobará que sus padres se han quitado la vida debido a
las mentiras del proxeneta y, llena de ira y odio, jura venganza, para lo cual
se entrena, aprende artes marciales, a conducir agresivamente un coche y
armándose hasta los dientes.
Protagonizada por la estrella sueca de
cine porno Christina Lindberg que nos regala una actuación soberbia, Bo Arne Vibenius realiza una de las
películas más libérrimas y subversivas que jamás se han visto en una pantalla
de cine, un modelo sublime de cine exploitation con todos los ingredientes que
canonizan este subgénero: presupuesto misérrimo, lascivia impactante e
impenitente, violencia gráfica y bestial… que en su conjunto dan forma a una
experiencia tan escabrosa como sugerente.
Es precisamente la humillación y
explotación sexual de la protagonista (núcleo perverso de la trama) lo que da
pie a una venganza que jamás adquirió una lógica interna tan aplastante.
Madeleine se toma la justicia por su mano en un acto de justicia suprema, de
revancha no sólo por ella, también por la dramática muerte de sus amados
padres, ejecutando sobre los que abusaron de ella una violencia aún más sádica
que la sufrida en carne propia, liberando así al mundo de unos malhechores de
la peor calaña.
Christina Lindberg
borda su papel y se nos aparece bellísima con sus erguidos pechos y su parche
en el ojo (que sirvió de inspiración a Tarantino para crear el papel de Elle
Drive protagonizado por Daryl Hannah en Kill Bill), dando oxígeno a uno de
los personajes femeninos más hipnóticos que se han visto en la pantalla grande,
soportando las terribles laceraciones físicas y psíquicas y dueña de una rabia
y un odio visceral, ejecutando una brutal venganza que si no sirve de expiación
al menos representa una labor higiénica que la sociedad siempre agradecerá.
Bo Arne Vibenius pone toda la carne en el
asador filmando escenas de penetraciones reales (tanto vaginales como anales)
además de alguna muestra de sexo sádico, lo que otorga una mayor aspereza y
naturalismo a la función, el mismo efecto que se persigue con las
escalofriantes escenas a ralentí, que nos sumergen en una locura sangrienta y a
las que pone énfasis unos perturbadores efectos de sonido. Probablemente, el
mejor film de culto de la historia.
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