Marta (Anna Jimskaia) es una mujer casada que un
día conoce a León (Ricardo Marino)
un gigoló con quien tiene un encuentro sexual en un museo, la presencia de
visitantes hace que los amantes se separen para encontrarse después en
una fiesta donde ella acude con su marido, Darío
(Max Parodi). Terriblemente colgada de León, se prestará a sus juegos sexuales,
incluso a practicar sexo con dos hombres a la vez. Pero la situación se
complica cuando el marido de Marta descubre su diario, donde relata sus
apasionados encuentros con su amante. Última película dirigida por Tinto Brass, que no creemos que, debido a su avanzada edad,
se vuelva a situar detrás de la cámara.
En Mon amour late el impulso y la esencia de sus
primeros y más logrados trabajos, y tiene su mayor aliciente en el modo de
radiografiar la pérdida de la pasión después del matrimonio. Anna Jimskaia está
como un queso, y si el film se merece un visionado es debido a su presencia y
porque el director se empeña en dar sentido y sofisticación a la puesta en
escena. Aun así, no está nada mal que el mítico director lombardo se
haya querido despedir realizando una contrarosca para volver a las esencias de
su cine primigenio. Hay que destacar el morbo intrínseco que provoca su
protagonista, la uzbeca Anna Jinskaia, toda una derramaplaceres que nos regala
unas poses absolutamente libidinosas.
Como siempre, Brass cruza todos los
límites de lo políticamente correcto no sólo en el tema del erotismo carnal,
también en el verbal con unos diálogos que en ocasiones se regodean en su
flamígera grosería. Los celos, está demostrado, pueden actuar de estímulo, de
explosivo afrodisíaco. Es lo que le ocurre a Marta, que harta de sentirse
descuidada por su marido, mantendrá una relación con un francés abocada al
territorio de la lujuria. Porque, aunque al principio ella se hace la ofendida,
pronto se dará cuenta del placer que le produce la relación prohibida.
Es la
consecuencia de que su marido, Darío, jamás se haya preocupado de que su mujer
disfrute y alcance el orgasmo. Y claro, todo tiene un límite. Sabemos que los
glúteos son la parte de la anatomía femenina que más le gusta a Tinto Brass, en
esta ocasión Anna Jinskaia nos regala una colección de poses con varios grados
de desnudez y rezumando deseos lúbricos, desdibujando las luces y las sombras
entre el amor y la necesidad del placer, dentro de un triángulo que acabará
ardiendo hasta las cenizas de la pasión. Por cierto, bonito el póster, eh.
Bonus regalo: Yuliya Mayarchuk en "Trasgredire" (Tinto Brass, 2000)
Tinto Brass, genio y figura...
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, siempre cumplía su objetivo de ponernos verriondos.
ResponderEliminarUn abrazo.