JOYAS DEL CINE ERÓTICO: “SUAVEMENTE ME MATA” (2002)

    KILLING ME SOFTLY (Chen Kaige, 2002)  

    

      La  historia nos presenta a Alice Loudon (Heather Graham), una mujer que vive una aburrida relación junto a su novio Jake (Jason Hughes). Sin embargo, un día se cruza en su camino con un hombre llamado Adam (Joseph Fiennes) de cuyo atractivo queda totalmente prendada. Dejándose llevar por su instinto, Alice termina en el piso de Adam, donde hacen el amor de  una forma tan pasional y excitante que provoca en ella mil sensaciones.  

       La atracción de Alice es tal que termina abandonando a su novio para embarcarse en una tórrida relación con ese misterioso hombre, del que apenas sabe nada y descubrirá que se dedica al alpinismo. Al poco tiempo se casa con él y no tarda en notar que el comportamiento de su marido es de lo más extraño. Tanto que llega a sospechar que Adam podría estar detrás de una serie de asesinatos de mujeres aparentemente inocentes.  

      Adaptación de la novela de Nicci French, con una Heather Graham en un papel estelar y como goloso reclamo, una actriz que siempre me provoca mucho morbo y me pone verriondo. Ni que decir tiene que en Suavemente me mata brilla como el reflejo de la luna llena en un lago de aguas cristalinas. El problema es que el gran espectáculo inicial y una tonta e incongruente intriga que se mantiene durante el primer tramo debido al sexo animal y compulsivo que practica la pareja coiteando en todas las posturas imaginables y en cualquier lugar, acaba derrapando, como era previsible, por el terreno del más convencional thriller psicológico, a donde nos conduce un guión inconsistente y tramposo.

     Alice acaba sospechando que su marido tiene algo que ver con la misteriosa desaparición de dos mujeres cercanas a su entorno, de ahí que su relación con él convierta cada acción cotidiana en una peligrosa aventura. Primer largometraje de Chen Kaige (Adiós a mi concubina) con actores occidentales y rodado fuera de China, un film que cuenta con una soberbia fotografía de las neblinosas y frías calles londinenses y que no hubiera podido rodar en su país debido a las escenas de sexo duro (escalofriante la secuencia del pañuelo) y el sometimiento en cuerpo y alma de la protagonista ante las exigencias perversas de su marido. El atractivo del chico duro para muchas mujeres que son arrastradas por el camino de la destrucción no es algo nuevo en el cine ni en la vida, tampoco que cuando el macho man cae víctima de los celos puede resultar altamente peligroso. La música de Patrick Doyle se merecía una empresa mayor, pues aquí lo más interesante son los encuentros sexuales, secuencias en las que Heather Graham luce su anatomía con todo esplendor. Del facilón, previsible y tramposo giro final es mejor olvidarse. Nos quedamos con la excitante química de que hace gala la cachonda pareja.