EL MEJOR TÍTULO:
EL PASAJERO DE LA LLUVIA (RÉNE CLÉMENT, 1970)
EL PASAJERO DE LA LLUVIA (RÉNE CLÉMENT, 1970)
Este magnífico
thriller francés tiene para mí el honor de haber regalado a la historia el mejor título de una película de cine. Dirigida por el especialista René Clément y protagonizado por un Charles Bronson terminando ya su
periplo europeo y preparado para su éxito en Hollywood, el film nos narra la
historia de Mélancolie (Marléne Jobert) la joven y atractiva mujer de un
piloto, que es asaltada y violada por un desconocido que aparece por su pueblo
un día de lluvia. La chica consigue quitarle la pistola al violador y lo
asesina; después arroja su cadáver al fondo del océano. Posteriormente, cuando
el cuerpo sale a flote, un oficial del ejército americano (Bronson) acusa a Mélancolie
no sólo del asesinato, sino también del robo de un dinero perteneciente al
ejército de Estados Unidos.
La película
consiguió el Globo de Oro a la mejor película extranjera y se impone como
modelo del cine noir francés de la época. Con influencia de los policíacos
rurales de Claude Chabrol, el film está ambientado en una pequeña y solitaria
localidad de provincias y está rodado con gran sobriedad y sentido del suspense
sin hacer uso de artificios ni efectismos. El duelo entre Jobert y Bronson resulta
muy atractivo, un interrogatorio rebosante de momentos de tensión, acusaciones
y desmentidos dentro de una relación con cierta carga sexual, algo que el
realizador francés logra proyectar hasta en algunos planos de la violación de
la protagonista. Un película en la que el clima y el paisaje resultan
determinantes en la acción y un título verdaderamente poético, a mi humilde
entender, absolutamente magistral.
EL PEOR TÍTULO:
SUECA BISEXUAL NECESITA SEMENTAL (1982)
SUECA BISEXUAL NECESITA SEMENTAL (1982)
El zarrapastroso Ricard Reguant (que por vergüenza firmaba
a veces con el pseudónimo Richard Vogue
y autor de otro título “glorioso”, No me toques el pito que me irrito,
1983) dirigió en 1982 esta nauseabunda muestra del cine clasificado “S” en sus
últimos ejemplos, una película –por llamarla de alguna manera- que nos presenta
a Felipe, un hombre rico que ama la vida pero que por desgracia no puede
disfrutarla al estar postrado en una silla de ruedas debido a un accidente. Su esposa,
Simona, es una mujer hermosa con ansias de ser amada. Como Felipe no puede
satisfacerla, se refugia en los brazos de la secretaria de su marido, una
fascinante muchacha llanada Mireilla.
La película es una broma de mal gusto que
circunscribe la acción a un chalet en la playa con sus verdes praderas y sus
cuadras de caballos. Para la ocasión se importó a la actriz –es un decir- sueca
afincada en Italia Marina Hedman aka Marina Frajese, especialista en estas lides. El engendro de guión, que basa su premisa en
un tipo millonario postrado en una silla de ruedas y su verrionda mujer,
una tía exuberante que toma el sol en top-less y que se lo montaría hasta con
un caballo, es una burda excusa para un encadenado de revolcones horteras y
casposos en los que participa el hijo heredero del millonario, la secretaria,
el mayordomo, la criada y, por supuesto, la salida esposa, dueña de unos
picores irresistibles. Soft-core cochambroso, una basura con un título garrulo, chabacamente explícito, como muchos de aquel subgénero que afloraron como hongos aprovechando la convulsa coyuntura histórica tras una larga y penosa dictadura. Observen
cómo en el segundo póster no aparece el nombre de Marina Frajese ¿por sonrojo y
vergüenza?
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