martes, 4 de agosto de 2015

EL MEJOR Y EL PEOR TÍTULO DE LA HISTORIA DEL CINE

EL MEJOR TÍTULO:

EL PASAJERO DE LA LLUVIA (RÉNE CLÉMENT, 1970)    


    Este magnífico thriller francés tiene para mí el honor de haber regalado a la historia el mejor título de una película de cine. Dirigida por el especialista René Clément y protagonizado por un Charles Bronson terminando ya su periplo europeo y preparado para su éxito en Hollywood, el film nos narra la historia de Mélancolie (Marléne Jobert) la joven y atractiva mujer de un piloto, que es asaltada y violada por un desconocido que aparece por su pueblo un día de lluvia. La chica consigue quitarle la pistola al violador y lo asesina; después arroja su cadáver al fondo del océano. Posteriormente, cuando el cuerpo sale a flote, un oficial del ejército americano (Bronson) acusa a Mélancolie no sólo del asesinato, sino también del robo de un dinero perteneciente al ejército de Estados Unidos.


     La película consiguió el Globo de Oro a la mejor película extranjera y se impone como modelo del cine noir francés de la época. Con influencia de los policíacos rurales de Claude Chabrol, el film está ambientado en una pequeña y solitaria localidad de provincias y está rodado con gran sobriedad y sentido del suspense sin hacer uso de artificios ni efectismos. El duelo entre Jobert y Bronson resulta muy atractivo, un interrogatorio rebosante de momentos de tensión, acusaciones y desmentidos dentro de una relación con cierta carga sexual, algo que el realizador francés logra proyectar hasta en algunos planos de la violación de la protagonista. Un película en la que el clima y el paisaje resultan determinantes en la acción y un título verdaderamente poético, a mi humilde entender, absolutamente magistral.

EL PEOR TÍTULO:

SUECA BISEXUAL NECESITA SEMENTAL (1982)



     El zarrapastroso Ricard Reguant (que por vergüenza firmaba a veces con el pseudónimo Richard Vogue y autor de otro título “glorioso”, No me toques el pito que me irrito, 1983) dirigió en 1982 esta nauseabunda muestra del cine clasificado “S” en sus últimos ejemplos, una película –por llamarla de alguna manera- que nos presenta a Felipe, un hombre rico que ama la vida pero que por desgracia no puede disfrutarla al estar postrado en una silla de ruedas debido a un accidente. Su esposa, Simona, es una mujer hermosa con ansias de ser amada. Como Felipe no puede satisfacerla, se refugia en los brazos de la secretaria de su marido, una fascinante muchacha llanada Mireilla.


      La película es una broma de mal gusto que circunscribe la acción a un chalet en la playa con sus verdes praderas y sus cuadras de caballos. Para la ocasión se importó a la actriz –es un decir- sueca afincada en Italia Marina Hedman aka Marina Frajese, especialista en estas lides. El engendro de guión, que basa su premisa en un tipo millonario postrado en una silla de ruedas  y su verrionda mujer, una tía exuberante que toma el sol en top-less y que se lo montaría hasta con un caballo, es una burda excusa para un encadenado de revolcones horteras y casposos en los que participa el hijo heredero del millonario, la secretaria, el mayordomo, la criada y, por supuesto, la salida esposa, dueña de unos picores irresistibles. Soft-core cochambroso, una basura con un título garrulo, chabacamente explícito, como muchos de aquel subgénero que afloraron como hongos aprovechando la convulsa coyuntura histórica tras una larga y penosa dictadura. Observen cómo en el segundo póster no aparece el nombre de Marina Frajese ¿por sonrojo y vergüenza?

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