Digno espectáculo de acción
MISIÓN IMPOSIBLE: NACIÓN SECRETA êêê
DIRECTOR:
CHISTOPHER MACQUARRIE.
INTÉRPRETES: TOM
CRUISE, REBECCA FERGUSON, SIMON PEGG, SEAN HARRIS, JEREMY RENNER, ALEC BALDWIN.
GÉNERO: ACCIÓN / EE.UU
/ 2015 DURACIÓN: 131 MINUTOS.
Mucho ha llovido
desde que en 1996 Brian De Palma
firmara la película seminal de esta franquicia que obtuvo un rotundo éxito de
taquilla y para mí superior a la segunda entrega dirigida por John Woo en el
año 2000, un film en el que se optó más por las peleas y la acción inverosímil
que por el ingenio. Tampoco J.J. Abrams logró rebasar el listón dejado por De
Palma en Misión Imposible III (2006), una cinta en la que lo único que
sobresale es la interpretación del llorado Philip Seymour Hoffman dando vida a
un villano irrepetible. Mejoró algo la cosa con Brad Bird detrás de la cámara poniendo
su rúbrica a Misión Imposible: Protocolo Fantasma, cuarta entrega de la saga
que incluye un grueso de actores que repiten en este nuevo capítulo, como
siempre desplegando una gran espectacularidad en escenas de acción
absolutamente increíbles cuando no definitivamente absurdas… pero por ahí
andaba una de mis intocables musas, la siempre sensual y fascinante actriz
francesa Lèa Seydoux.
Sin llegar a
alcanzar la altura alcanzada por el director de Carrie, nos llega esta
aseada Misión Imposible: Nación Secreta de la mano del competente Christopher
McQuarrie, que ya dirigió a Tom Cruise en Jack Reacher (2001), un
thriller resultón que no funcionó tan bien como se esperaba en taquilla. En
esta nueva entrega, con el FMI (Fuerza de Misión Imposible) disuelto y Ethan Hunt (Tom Cruise) abandonado a su
suerte, el equipo tiene que enfrentarse al Sindicato, una red de agentes
especiales altamente entrenados. Estos grupos están empeñados en crear un nuevo
orden mundial mediante una serie de ataques terroristas. Ethan reúne a su
equipo y une sus fuerzas con la agente británica renegada Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), quien puede que sea o no miembro de
esta nación secreta.
McQuarrie nos
sirve una película apañada gracias a un guión pulido, musculoso y de gran atractivo,
algo de lo que carecieron otras entregas anteriores, que no inventa la pólvora
pero al menos contiene las dosis suficientes de intriga, giros, juegos de
identidades y chistes para que el respetable no se aburra, algo que cabrearía
mucho a un Tom Cruise que ha hecho
un pacto con el diablo para no envejecer (tiene 53 años y dicen que el diablo
es su cirujano plástico y el pacto incluía gran fajo de billetes con la cara de
Benjamin Franklin). El caso es que el invento funciona, las hipérboles resultan
digeribles, también las coreografías y la máxima del movimiento continuo, la
lógica de una saga cortada siempre por el mismo patrón y cierto respeto por la
serie original de televisión. Con un
contenido arco dramático y un atinado ensamblaje de cada secuencia de acción
(rebosantes de piruetas, acrobacias y gadgets), Misión Imposible: Nación Secreta se impone como una interesante
mezcla de de acción y coherencia narrativa, dejando claro que, cuando hay
ingenio, el menoscabo del cine de entretenimiento carece de sentido.
La película cuenta con varias set-pieces potentes (atención
a esa que tiene lugar en la ópera de Viena) y
uno de los mejores villanos de la franquicia (siempre con permiso de Seymour
Hoffman), un Sean Harris glacial y aterrador para quien el mal
es un estilo de vida que suele otorgar grandes réditos. Los amantes de las
persecuciones gozarán de una secuencia que, como la de French Connection, quedará como
referencia para el aficionado. La verdad es que a Tom Cruise se le ve cada vez
más cómodo en la piel de un personaje al que tiene cariño, solvente tanto en
las escenas que requieren pericia y esfuerzo físico como en esos momentos
cómicos casi siempre protagonizados por un genial Simon Pegg. Misión Imposible: Nación Secreta es una película digna dentro de su
carácter blockbuster del cine de espías, en la que ahora se inventan una nación
rebelde en la sombra surgida para implantar el caos y cambiar el orden mundial,
unos revolucionarios sin escrúpulos ni piedad que tal vez no sepan que lo único
bueno de todas las revoluciones son sus comienzos. Como soporte imprescindible
de la trama está Jeremy Renner con su sonrisa y enorme carisma, y una Rebecca Ferguson enigmática, letal que aporta un plus
sensual saliendo en bikini de la piscina o quitándose la ropa de manera
indiferente. Estamos amigo
lector, ante una de las apuestas más atractivas de la actual cartelera
veraniega, con un fastuoso diseño de producción, inmejorables localizaciones
(Viena, Londres, Marruecos) y gran sentido del espectáculo.
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