Fotocopia sin tóner de El
Fugitivo
V3NGANZA ê
DIRECTOR: CHRIS WILLIAMS, DON HALL.
INTÉRPRETES: LIAM NEESON, MAGGIE GRACE, FAMKE JANSSEN, JONNY
WESTON, FOREST WHITAKER
GÉNERO: THRILLER /FRANCIA / 2015. DURACIÓN: 109 MINUTOS
Nadie, ni sus mismos responsables,
pensaba que Venganza (Pierre Morel, 2008) iba a ser el éxito en taquilla
que fue, recaudando 227 millones de dólares partiendo de un ajustado presupuesto
de 25 millones. El resultado fue un film de acción aseado que relanzó la
carrera de Liam Neeson como action hero. Con esas cifras, y aunque en un principio
no estaba prevista una secuela, estaba cantado que habría una continuación,
porque el dinero es el único sentido que tiene Venganza: Conexión Estambul
(Olivier Megaton, 2012), que con un presupuesto superior a la película seminal
de 45 millones de dólares recaudó 376 a nivel internacional. Es curioso porque
incluso Liam Neeson cuando aceptó
protagonizar la primera entrega de la franquicia tenía serias dudas y pensaba
que el film se lanzaría directamente al mercado del DVD. Otra vez con la dirección
del niño mimado de EuropaCorp (la productora de Luc Besson), Olivier Megaton, y con un guión coescrito por el propio Besson y Robert
Mark Kamen, la trilogía se cierra con un capítulo final en el que se ha querido
dar un giro argumental.
Cuando el carismático y
legendario Bryan Mills (Liam Neeson) pensaba que había dejado
atrás el pasado violento al que se vio
arrastrado y ha restablecido una relación más natural con su ex mujer, Leonore
(Famke Janssen), ésta es víctima de un brutal asesinato cometido en su propio
hogar, convirtiéndose Mills en el principal sospechoso. Es entonces cuando
comienza una huída perseguido por la CIA, el FBI y la policía, comandada por el
inspector Franck Dotzler (Forest Whitaker). Lleno de rabia, el ex
agente especial hará uso de sus habilidades para encontrar a los asesinos de
Leonore e impartir justicia a su manera,
pues lo único que en esa situación le importa es proteger a su hija Kim
(Maggie Grace).
Olivier Megaton es un director mediocre, películas
como Transporter 3, Colombiana o Venganza: conexión Estambul no
pasarán a la historia a la historia del cine como ejemplos de buen cine de
acción. Peor, definitivamente, no pasarán a la historia porque es cine de mala
calidad, un estilo de montaje frenético y una cámara espasmódica afectada por
el Parkinson no es, precisamente un ejemplo de depurada elegancia. Y a Liam Neeson
se le ve cansado y lo único que le arranca una sonrisa al ponerse por tercera
vez en la piel de este personaje son los 20 millones de dólares que por su
trabajo ha ingresado en su cuenta corriente. En fin, menos mal que el invento
se acaba aquí, porque salvo la resultona y entretenida película inicial, nada
parecía tener ya sentido. De nuevo estamos ante un flojísimo guión de esos que
se fabrican como churros, un libreto en el que nada resulta creíble y en el
que cada giro es ridículamente previsible. También nos encontramos con la
horrible manía del director galo de abusar de la multiplicidad de planos
incluso para mostrar algo que carece de importancia, no digamos ya las
secuencias de las peleas cuerpo a cuerpo, en las que el letal protagonista ha
matado a todos los que se cruzan en su camino y al espectador sólo le ha dado
tiempo de ver una sucesión de
vertiginosos movimientos sin posibilidad de distinguir nada. Recursos de un mal
director cuyos productos ni siquiera tienen valor como placeres culpables.
V3enganza es un thriller fallido, un producto fast-food fabricado
con la mirada puesta en la taquilla, toda la película está saturada de una
diarrea verbal inocua, una verborrea molesta que sólo sirve para que los
personajes ofrezcan demasiadas pistas a un público que adivina siempre lo que
va a suceder. Ah, pero tenemos a Forest Whitaker, un policía que trata de ser
carismático pero que se muestra extrañamente despistado y misterioso, un policía
que cuando piensa le da por jugar con una goma y una figura de ajedrez, un
personaje tan prototípico y caricaturesco que es imposible de que le tomemos en
serio, en sintonía con el subproducto en el que está enredado. La acción tarda
en arrancar, pero tampoco importa mucho porque los villanos tienen el mismo
carácter de opereta que tenían los malos en las películas (por llamarlas de
alguna manera) de Chuck Norris o Steven Seagal, en ésta última entrega todo
factor sorpresa se ha diluido y con él cualquier toque de humor involuntario. Los
tres ingredientes que el aficionado busca en este tipo de artefactos: acción
(rodada con planos muy cerrados y de manera confusa); violencia (ridícula,
esperpéntica y sin pizca de originalidad); y humor al estilo de La
jungla de cristal (inexistente tal vez por intentar otorgar algo de
sensatez al conjunto), penalizan un broche final que realmente apesta y que parece
una fotocopia sin tóner de El fugitivo.
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