viernes, 7 de febrero de 2014

CRÍTICA DE: "BORGMAN"

Crimen y revolución
BORGMAN êêêê
DIRECTOR: ALEX VAN WAEDERMAM.
INTÉRPRETES: JAN BIJVOET, HADENWYCH MINIS, JEROME PERCEVAL, TOM DEWISPELAERE, SARA HJORT DITLEVSEN.
GÉNERO: THRILLER  / HOLANDA  / 2013  DURACIÓN: 118 MINUTOS.
     

      El director holandés Alex Van Warmerdam no es nuevo en esto del cine, todavía recuerdo aquella comedia surrealista titulada Abel (1986), que sin ser nada del otro mundo, ya dejaba entrever una ética y una estética peculiar. La película suya que hasta la fecha más me había interesado lleva por título Camarero (2006), film que protagonizado  por el mismo director nos narra la historia de un camarero de un restaurante decadente que lleva una vida muy dura, pero que finalmente descubrimos que es el personaje de una novela que está escribiendo un autor mediocre, y que harto de sufrir, le pide al escritor cuentas sobre su destino.  El autor, por supuesto, se muestra horrorizado al comprobar cómo el fruto de su imaginación se ha materializado. Tampoco resultó despreciable Los últimos días de Emma Blank (2009), corrosiva visón sobre la familia y la burguesía a través de la historia de una mujer convencida de sufrir una enfermedad incurable.
    

       La trama de BORGMAN sigue a un oscuro personaje, Camile Borgman  (Jean Bijvoet), que surge de las profundidades del bosque y aparece en las tranquilas calles de una urbanización acomodada de la periferia. Su misteriosa presencia desata una creciente inquietud en el hogar de un matrimonio y sus tres hijos, para lo que cuentan con la ayuda de una niñera. Camiel va a dinamitar la aparente tranquilidad  y la arrogancia de la frágil fachada construida por esa familia desde los débiles cimientos de la sociedad del bienestar.
     

      Desde  su proyección en los Festivales de Cannes y Sitges (festival este último donde ganó el Gran Premio a la Mejor Película), había oído comentarios de que BORGMAN se elevaba como un cruce entre Canino y Funny Games. Reflexionando sobre ello y tratándose de dos películas que me gustan mucho, he llegado a la conclusión de que, en efecto, la nueva película de Warmerdam comparte con esas películas una ácida crítica sobre nuestra sociedad del bienestar y el mito de la “familia feliz” como símbolo impostado de su desarrollo. Comparten surrealismo, angustias, humor, agresividad y transitan por el terreno del absurdo. El film comienza de forma contundente con una secuencia en la que vemos a tres cazadores entre los que se encuentra un cura, rastreando el subsuelo bajo la hojarasca de un bosque, donde, en unos zulos, habitan varios hombres mugrosos con pinta de vagabundos. Uno de los hombres es el que da título al film, y que acabará dinamitando la célula familiar tras recibir una soberana paliza por parte del dueño del chalet.  Posteriormente, el hombre será recogido por la mujer e instalado, sin que el marido lo sepa, en una casita del jardín. A partir de entonces, la paz del hogar se irá al carajo, y los ritos cotidianos de la familia se verán progresivamente perturbados.

     

      En el film se adivinan ciertas resonancias a la Viridiana de Buñuel, pero además de esos toques surrealistas, BORGMAN es mucho más que un simple cóctel multirreferencial, tiene entidad propia, carácter y, por qué no, cierta singularidad. Una fábula política que parece enfrentar a los parias con la burguesía y que progresivamente se va transformando en cuento fantástico siniestro en donde se impone la determinación, la sorpresa y la inteligencia. Una historia oscura y macabra que dinamita las convenciones domésticas para imponer un nuevo orden.
       

      Es ese carácter revolucionario y mordaz, que muchos pueden tildar como pretencioso, hace que el film se aleje del sentido último de otras cintas que tienen como protagonistas a un grupo de desconocidos que invaden un hogar violentamente, ya que la trama puede tener otra lectura derivada de mitos como el íncubo o el vampiro (Borgman sentado desnudo en el lecho donde duerme la mujer; ese trío de cazadores que aparecen al comienzo y que además de escopetas van armados con una afilada estaca, que tienen como misión atrapar a unos tipos andrajosos que viven bajo tierra y que están liderados por una especio de gurú en sólo entra en las casas si le conceden permiso y hace extrañas incisiones a sus víctimas). Todo es posible, un enigma que está abierto a futuras relecturas por parte del espectador, que se preguntará ¿quién es Borgman? ¿Un demonio? ¿Una forma más de representación del Mal? ¿Un carismático y decidido héroe revolucionario? Lo que sí se atisba es la debilidad del director por ese orquestado y excéntrico grupo de invasores, portadores de infortunios, que acaban haciéndose dueño de un hogar que no les pertenece, enfrentando a la familia y dejando tras de sí un paisaje fúnebre.

      

      Un fotografía naturalista, en contraste con lo surreal de la trama, unos intérpretes magníficos incluso en su reparto de secundarios, un montaje eficaz, contenido, y una dirección enérgica, me lleva a recomendar  una película de la que uno saca pocas certezas pero incontables estímulos; la volatilidad del ser y sus activos, los frágiles cimientos de la sociedad del bienestar, y Borgman como némesis vengadora de los excluidos del sistema: un manipulador, un mago, un tipo que se mueve igual por el sucio subsuelo que por las geometrías de un chalet en donde culminará su criminal negociado.

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