Crimen
y revolución
BORGMAN êêêê
DIRECTOR: ALEX VAN WAEDERMAM.
INTÉRPRETES: JAN
BIJVOET, HADENWYCH MINIS, JEROME PERCEVAL, TOM DEWISPELAERE, SARA HJORT
DITLEVSEN.
GÉNERO: THRILLER / HOLANDA / 2013 DURACIÓN: 118 MINUTOS.
El director holandés Alex Van Warmerdam no es
nuevo en esto del cine, todavía recuerdo aquella comedia surrealista titulada Abel (1986), que sin ser nada del
otro mundo, ya dejaba entrever una ética y una estética peculiar. La película
suya que hasta la fecha más me había interesado lleva por título Camarero (2006), film que
protagonizado por el mismo director nos
narra la historia de un camarero de un restaurante decadente que lleva una vida
muy dura, pero que finalmente descubrimos que es el personaje de una novela que
está escribiendo un autor mediocre, y que harto de sufrir, le pide al escritor
cuentas sobre su destino. El
autor, por supuesto, se muestra horrorizado al comprobar cómo el fruto de su
imaginación se ha materializado. Tampoco resultó despreciable Los últimos días de Emma Blank
(2009), corrosiva visón sobre la familia y la burguesía a través de la historia
de una mujer convencida de sufrir una enfermedad incurable.
La trama de BORGMAN
sigue a un oscuro personaje, Camile Borgman (Jean Bijvoet), que surge de las profundidades
del bosque y aparece en las tranquilas calles de una urbanización acomodada de
la periferia. Su misteriosa presencia desata una creciente inquietud en el
hogar de un matrimonio y sus tres hijos, para lo que cuentan con la ayuda de
una niñera. Camiel va a dinamitar la aparente tranquilidad y la arrogancia de la frágil fachada
construida por esa familia desde los débiles cimientos de la sociedad del
bienestar.
Desde su proyección en los
Festivales de Cannes y Sitges (festival este último donde ganó el Gran
Premio a la Mejor Película), había oído comentarios de que BORGMAN se elevaba como un cruce
entre Canino y Funny Games. Reflexionando sobre
ello y tratándose de dos películas que me gustan mucho, he llegado a la
conclusión de que, en efecto, la nueva película de Warmerdam comparte con esas
películas una ácida crítica sobre nuestra sociedad del bienestar y el mito de
la “familia feliz” como símbolo impostado de su desarrollo. Comparten
surrealismo, angustias, humor, agresividad y transitan por el terreno del
absurdo. El film comienza de forma contundente con una secuencia en la que
vemos a tres cazadores entre los que se encuentra un cura, rastreando el
subsuelo bajo la hojarasca de un bosque, donde, en unos zulos, habitan varios
hombres mugrosos con pinta de vagabundos. Uno de los hombres es el que da
título al film, y que acabará dinamitando la célula familiar tras recibir una
soberana paliza por parte del dueño del chalet. Posteriormente, el hombre será recogido por la
mujer e instalado, sin que el marido lo sepa, en una casita del jardín. A partir
de entonces, la paz del hogar se irá al carajo, y los ritos cotidianos de la
familia se verán progresivamente perturbados.
En el
film se adivinan ciertas resonancias a la Viridiana de Buñuel, pero
además de esos toques surrealistas, BORGMAN es mucho más que un simple
cóctel multirreferencial, tiene entidad propia, carácter y, por qué no, cierta
singularidad. Una fábula política que parece enfrentar a los parias con la
burguesía y que progresivamente se va transformando en cuento fantástico
siniestro en donde se impone la determinación, la sorpresa y la inteligencia.
Una historia oscura y macabra que dinamita las convenciones domésticas para
imponer un nuevo orden.
Es ese
carácter revolucionario y mordaz, que muchos pueden tildar como pretencioso,
hace que el film se aleje del sentido último de otras cintas que tienen como
protagonistas a un grupo de desconocidos que invaden un hogar violentamente, ya
que la trama puede tener otra lectura derivada de mitos como el íncubo o el
vampiro (Borgman sentado desnudo en el lecho donde duerme la mujer; ese trío de
cazadores que aparecen al comienzo y que además de escopetas van armados con
una afilada estaca, que tienen como misión atrapar a unos tipos andrajosos que
viven bajo tierra y que están liderados por una especio de gurú en sólo entra
en las casas si le conceden permiso y hace extrañas incisiones a sus víctimas).
Todo es posible, un enigma que está abierto a futuras relecturas por parte del
espectador, que se preguntará ¿quién es Borgman? ¿Un demonio? ¿Una forma más de
representación del Mal? ¿Un carismático y decidido héroe revolucionario? Lo que
sí se atisba es la debilidad del director por ese orquestado y excéntrico grupo
de invasores, portadores de infortunios, que acaban haciéndose dueño de un
hogar que no les pertenece, enfrentando a la familia y dejando tras de sí un
paisaje fúnebre.
Un
fotografía naturalista, en contraste con lo surreal de la trama, unos
intérpretes magníficos incluso en su reparto de secundarios, un montaje eficaz,
contenido, y una dirección enérgica, me lleva a recomendar una película de la que uno saca pocas
certezas pero incontables estímulos; la volatilidad del ser y sus activos, los
frágiles cimientos de la sociedad del bienestar, y Borgman como némesis
vengadora de los excluidos del sistema: un manipulador, un mago, un tipo que se
mueve igual por el sucio subsuelo que por las geometrías de un chalet en donde
culminará su criminal negociado.
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