Monstruosa lección interpretativa
LA GRAN ESTAFA AMERICANA êêêê
DIRECTOR: DAVID O. RUSSELL.
INTÉRPRETES: CHRISTIAN BALE, AMY ADAMS, BRADLEY COOPER,
JEREMY RENNER.
GÉNERO: THRILLER
/ EE. UU. / 2013 DURACIÓN: 138 MINUTOS.
ESTRENO EN ESPAÑA: 31 DE ENERO DE 2014
Aunque el nombre David O. Russell ya era conocido por los aficionados tras haber
dirigido Flirteando con el desastre (1996), su nombre comenzó a sonar
con fuerza tras el estreno de Tres Reyes (1999), a este cronista
el film no le pareció gran cosa, un relato contradictorio en el que su taimado
y panfletario patriotismo ahogaba los ecos del alegato antibelicista que pretendía
lanzar, y si todavía la recuerdo es gracias al trabajo de su plantel de protagonistas. Cuando verdaderamente me
comencé a tomar en serio al director neoyorquino fue tras el estreno de The
Fighter (2010), en donde contando de nuevo con el concurso de Mark
Whalberg nos presentó un drama basado en hechos reales sobre unos reporteros de
la HBO que están rodando un documental que tiene como protagonista a un ex
boxeador (Christian Bale) que en sus buenos tiempos logró incluso tumbar una
vez a Sugar Ray Leonard, pero que poco después cayó en el abismo de las drogas
e intentaba redimirse ayudando a su hermano (Whalberg) a ser campeón del mundo.
Una magnífica película sobre los aciagos senderos del sueño americano, un tema
que al parecer le interesa mucho al cineasta. Tampoco resultó nada despreciable
la comedia romántica El lado bueno de las cosas (2012),
que nos presentaba a una peculiar pareja: un Bradley Cooper que tras abandonar
el psiquiátrico por agredir al amante de su mujer se enamora de una chica
extraña del barrio, Jennifer Lawrence.
Basada en
hechos reales, LA GRAN ESTAFA AMERICANA, que sitúa la acción a finales de los
años 70, es un espléndido thriller político que nos narra la historia de un
brillante estafador, Irving Rosenfeld
(Christian Bale) que junto a su astuta y seductora compañera, Sydney Prosser (Amy Adams) se ve
obligado a trabajar para un tempestuoso agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper). DiMaso les arrastra bajo chantaje
al mundo de la política y la mafia de Nueva Jersey, que resulta tan peligroso
como atractivo. Carmine Polito
(Jeremy Renner) es un apasionado y volátil político local que quiere construir
casinos en su ciudad y así crear puestos de trabajo en una zona con un alto
índice de desempleo, pero que se verá atrapado entre los estafadores y los
agentes federales. La imprevisible y celosa mujer de Rosenfeld, Rosalyn (Jennifer Lawrence) tirará de
la manta haciendo que todo se desmorone.
David O. Russell
tiene una confianza ciega en una serie de actores que viene alternando en todos
sus trabajos, aquí ha reunido a casi todos esos monstruos de la interpretación
(falta Mark Whalberg) para dar forma a una de sus mejores películas. Lo cierto
es que esa misma confianza demuestran tener los intérpretes en el realizador,
nada extraño si tenemos en cuenta que la mayoría de ellos suelen contar a la
hora de realizar las quinielas de los Oscar, un excepcional proceso simbiótico
que redunda en la calidad de las producciones, que si llegan a alcanzar tal
punto de excelencia es gracias a la labor en la dirección de actores y el
valioso esfuerzo de todo el reparto. Porque, no nos engañemos, Russell no es
Martin Scorsese, a pesar de la manifiesta influencia del director
italoamericano en obras como The Fighter y sobre todo en su nueva
apuesta (para más coña por ahí aparece en un cameo Robert De Niro haciendo un papel de... ¡gángster!).
LA GRAN ESTAFA AMERICANA tiene grandes
reminiscencias a Casino y también
comparte cierta similitud con la premisa del nuevo film de Scorsese, The Wolf of the Wall Street, que se
estrenará a finales del presente mes. Sin embargo, aunque sus películas son
técnica y artísticamente impecables, les falta la garra y visceralidad del
maestro, y si la función resulta a ratos hilarante y siempre inteligente es
debido a la osadía y fabulosa caracterización de sus personajes, al perfecto
trabajo de ambientación y vestuario que, como es el caso, nos traslada a aquel
periodo de loca vanidad que fueron los convulsos años 70 y sus esperpénticos
peinados.
He señalado a Christian Bale como tal
vez el mejor actor de su generación, un intérprete camaleónico capaz de adaptar
su cuerpo a las más duras exigencias en films como El Maquinista (la extrema
delgadez) o como en esta cinta en donde se nos muestra además de hortera muy
adiposo, en una caracterización donde vuelve a demostrar su amplio abanico de
recursos y jugosos matices (atención a la desternillante escena inicial con el
peluquín delante del espejo). Todo el elenco se muestra deslumbrante; Bradley
Cooper (y sus bigudíes) como un agente federal con delirios de grandeza; Amy
Adams como una artera, sexy y despechugada estafadora (sigan su baile en la
disco con Cooper); y una Jennifer Lawrence que se sale, una bomba de relojería
nada aconsejable para la dolencia cardiaca de su marido. Pero es que además
Jeremy Renner siempre cumple, en esta ocasión en un papel secundario de
político que se ve enredado por el impetuoso agente del FBI y la pareja de
estafadores en una espiral de engaños que la que nadie parece estar a salvo.
Insisto, al buen libreto de Eric Singer y
el propio Russell le falta algo más de mordiente, de sustancia, para que su
película se convierta en una obra memorable. Me gusta cómo combina el drama y
la comedia, los temas musicales están muy bien seleccionados, empatizo rápidamente
con esa extravagante pareja de geniales estafadores que sobreviven gracias a su
pericia, afinidad y una química especial que les hace salir indemnes de
cualquier atolladero. Pero si a toda esa efervescencia que incluye una soberbia
puesta en escena, los vertiginosos travellings característicos de su director y
una excelente labor de montaje que hace que la acción se desarrolle de forma
dinámica, se le hubiera añadido más mala leche, unas gotas de violencia seca,
grotesca o desmedida (aprovechando la larga sombra de la mafia aunque ya sabemos
que siempre se libra de cualquier marrón), seguro que estaríamos hablando de
una obra maestra redonda, total y absoluta. Aun así, se queda muy cerca.
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