En CRASH (que nada tiene que ver con
la oscarizada e inferior película del mismo título dirigida por Paul Hagis en
2004), el director canadiense David
Cronenberg adapta la novela de culto del escritor británico James G. Ballard,
que supuso un escándalo en Cannes y su estreno comercial provocó que muchos
espectadores abandonaran las salas. Nos encontramos ante una rara avis que nos
cuenta la historia de James Ballard (James Spader), que sufre
un accidente en el que muere el conductor del otro vehículo que viaja con su
esposa, la Dra. Hellen Remington
(Holly Hunter). A partir del accidente ambos descubren que les excita el dolor
tanto propio como ajeno. Ingresados en un hospital conocen al científico Vaughan (Elias Koteas), que les irá
introduciendo en un extraño mundo de perversiones sexuales y fetichismo del
automóvil, en el que también se involucrará Catherine (Deborah Kara Unger), la bella y lánguida esposa de
Ballard.
El grupo asiste
a representaciones de accidentes que costaron la vida a ilustres famosos como
James Dean y Jayne Mansfield, y en donde Ballard conoce a Gabrielle (Rosanna Arquette) que a causa de otro accidente tiene
enormes cicatrices y se ve obligada a utilizar espectaculares aparatos
ortopédicos. Ballard entra así en una nueva fase de su dimensión sexual.
Crash,
cinta de 1996, es ante todo una película valiente que nos Introduce sin ambigüedades en las vertientes
más oscuras de ciertas patologías sexuales (sadomasoquismo, fetichismo, necrofilia);
Humano, demasiado humano el impulso que nos obliga a buscar en los márgenes un
escape hacia nuevas emociones, una evasión que ahoga por momentos la plúmbea
realidad. El coche como metáfora sexual, símbolo de poder, progreso y libertad,
un móvil perfecto para desatar violencia en la impunidad.
Crash
es también una película admonitoria, donde la ciudad es una composición de
trazos impersonales sin marea humana, una visión periférica de autopistas y
bifurcaciones donde el hombre no
camina, viaja velozmente acoplado a la máquina.
Sexo y tecnología sobre bocetos del
escenario urbano, choques de vehículos que provocan fracturas, lesiones,
cicatrices ¡la muerte! Pero también el clímax prohibido en unos personajes
dibujados por Cronenberg con precisión, logrando una obra de situaciones menos
extremas y más cercanas, en lo físico y lo temporal, de lo que parece. Les dejo con una fugaz perla para que saliven.
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