QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA êêêêê
(BRING ME THE HEAD OF ALFREDO GARCÍA)
DIRECTOR: SAM PECKINPAH
INTÉRPRETES: WARREN OATES,
ISELA VEGA, GIG YOUNG, ROBERT WEBBER.
GÉNERO:
THRILLER FRONTERIZO /EE.UU. /1974 / 112 MINUTOS.
Era
prácticamente un crío que se comía los mocos cuando vi una docena de veces en
los circuitos de los cines de un barrio este tremendo y certero escupitajo de
mi adorado Sam Peckinpah titulado QUIERO
LA CABEZA DE ALFREDO GRACÍA. Tachado de machista, fascista y apologeta
de la violencia, el genial autor californiano fallecido en 1984, descendiente
de los indios y auténtico inventor del western crepuscular, supo cómo dotar de
gran fuerza visual a sus relatos, aunque la obra de este gran coreógrafo de la
violencia (famoso por sus brutales ralentíes) es mucho más que una luminosa explosión estética,
elevándose como modelo paradigmático del horizonte que recrea, con personajes
que nacen siempre fruto del desengaño, la desesperación, el escepticismo y
dueños de una amoralidad continua obligados por la supervivencia.
El film, según
un argumento de Frank Kowalski, nos narra cómo un cacique chicano al descubrir
el embarazo de su hija ofrece una recompensa de
de un millón de dólares a quien le traiga la cabeza del responsable, un
tal Alfredo García. Dos mafiosos le ofrecen a Bennie (Warren Oates) que trabaja en una cantina mejicana, diez mil
dólares por la cabeza del proscrito García. Bennie se pone manos a la obra
acompañado de su novia Elita (Isela
Vega), que fue en tiempos amante de Alfredo García, a quien ya saben muerto en
un accidente de coche. Llegados al pueblo natal de García profanarán su tumba,
pero antes de decapitar el cadáver son atacados por algunos miembros de la
organización mafiosa que les seguían los pasos. Elita muere y Bennie, tras un
baño de sangre, recuperará la cabeza del maldito García, y desquiciado, no
parará hasta llegar a la hacienda del cacique, donde hallará la muerte tras
intentar huir con la recompensa y con la cabeza de Alfredo García.
Tras el
estrepitoso fracaso de la que tal vez sea una de sus mejores películas Pat
Garret
y Billy the kid (1973), el viejo Peckinpah se encontraba en un estado
lamentable, su cuerpo horadado por el alcohol necesitaba constantes cuidados
médicos, todos los que le rodeaban lo pasaron fatal al ver en esa situación a
quien tanto admiraban. Con un millón y medio de dólares de presupuesto y
cuarenta y seis días de rodaje en México, el productor Martin Baum se interesó
en coproducir la película. Todo estaba dispuesto, Sam sabía que el libreto
perfilado por él y Gordon Dawson era un sólido guión.
De modo que el realizador
pudo recomponer un poco su desastrada y patética figura y la película estaba
lista para su estreno el verano de 1974. Algo no demasiado sorprendente en su
carrera volvió a ocurrir: los pases de prueba de la cinta resultaron
verdaderamente calamitosos. Durante la proyección la gente despavorida abandonaba
la sala en estampida, a la salida su desorientación y su asco eran patentes. Así,
el film se estrenó sin convicción ni esperanza y con escasa promoción. La mayoría
de los críticos la destrozaron, poquísimos hablaron de ella de forma positiva,
aunque la revista Sight & Sound la incluyó en la lista de las diez
películas del año. Muchos vieron en el film un instrumento auténticamente
diabólico engendrado para provocar a los que seguían tildando el cine de
Peckinpah de violento y machista.
Ha
pasado el tiempo y casi cuarenta años después nos encontramos ante una obra
clave en la filmografía de su autor y un hito en la historia del cine, se ha
hecho justicia y nadie se acuerda de su estruendoso fracaso crítico/comercial. QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA está
considerada actualmente una cult movie que ha derribado todas las
barreras que con aviesa hipocresía e intolerancia la condenaron al ostracismo. Su
naturaleza lóbrega y perversa, de una violencia salvaje punteada por un lirismo
arrebatador, con resonancia de un lejano, heroico, desgarrador romanticismo,
hacen de ella uno de los más precisos y preciosos documentos sobre el mito del
perdedor, ese loser de sueños rotos y
cuyo horizonte alcanza hasta donde alcanza la mirada.
Un western moderno donde los caballos son
sustituidos por enormes y destartalados automóviles, caminos polvorientos y
almas en tormento sobre el escenario de un paisaje fronterizo y desolador, muy
apropiado para desatar los mil demonios enjaulados y dinamitar los cimientos del “sueño americano”. Habla Sam
Peckinpah: “Mis personajes se han
acostumbrado desde hace tiempo a la muerte y la derrota, ya no tienen nada que
perder, no les queda ninguna ilusión”. MUERTE, DERROTA, DESILUSIÓN,
personajes desnortados en un mundo donde ya no queda lugar para el héroe. Las interpretaciones
de Warren Oates e Isela Vega están a la altura de esta magistral película.
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