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domingo, 13 de febrero de 2022

CRÍTICA "KIMI" (Steven Soderbergh, 2022)

 

El lado oscuro de la tecnología

“KIMI” êêê

DIRECTOR: Steven Sorderbergh.

INTÉRPRETES: Zoë Kravitz, Erika Christensen, Emily Koruda, Jaime Camil, India de Betancourt, Devin Ratray, Jacob Vargas, Byron Bowers.

GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 89 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2022.

     Tengo un gran respeto por Steven Sorderbergh, siempre en la búsqueda de nuevas formas audiovisuales y con demostrada habilidad para manipular las imágenes y el sonido. Dicho esto, son pocas las películas del director que me hayan dejado un gran poso. Para quien esto firma su mejor película hasta la fecha es Traffic (2000), un magnífico relato sobre el tráfico de drogas en la frontera mexicana. Cierto que me resultó muy refrescante su ópera prima Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989), una historia de relaciones personales y sexuales de cuatro treintañeros. También logró sacar las mejores dotes interpretativas de Julia Roberts en Erin Brockovich (2000) e incluso firmó un aseado remake del clásico La cuadrilla de los once con la famosa Ocean´s Eleven (2001), y tampoco olvidemos que con la visionaria e hiperrealista Contagio (2011) puso al mundo en alerta sobre el peligro de los virus letales.

     Soderbergh, en los últimos años, está dedicado a sacar adelante proyectos pequeños y prácticamente todos los años nos encontramos con el estreno de alguna de sus criaturas. El pasado año nos entregó Sin movimientos bruscos, un neo noir ambientado en los años 50 sobre unos delincuentes de poca monta que son contratados para cometer un robo. KIMI, realizada para HBO Max, se centra en Ángela (Zoë Kravitz), una chica agorafóbica que trabaja como analista de una corporación tecnológica escuchando las órdenes de un asistente de voz que responde por el nombre de KIMI. Su función es comprobar los errores para solucionarlos, pero un día al escuchar una grabación cree encontrar las pruebas de que se ha cometido una agresión contra una mujer.

     La agorafobia de Ángela se ha agudizado con la pandemia del Covid, además, las trabas burocráticas que tienen que ver con la privacidad le prohíben conseguir el historial del usuario provocando tensiones con la empresa que la ha contratado. Llegados a este punto, todo cinéfilo reconocerá la influencia en la trama de la obra maestra Blow Up (Michelangelo Antonioni, 1966), filme en el que también se inspiraron otras magníficas películas como La conversación e Impacto. Así pues, la trama no resulta muy original, aunque resulta interesante el modo en que introduce la tecnología en nuestras vidas, y cómo las poderosas corporaciones tecnológicas se cuelan en la vida privada de los usuarios.

     Con un libreto de David Koepp, la función toma como eje el código ético de Ángela, que se implica poniendo en riesgo su vida para que la compañía en la que trabaja ponga su descubrimiento en manos del FBI e investigue lo que parece un crimen. Ante los obstáculos que se encuentra, decide salir de su apartamento a pesar de la agorafobia que padece y de encontrarse en plena pandemia. Sorderbergh resuelve con dinamismo las escenas del apartamento hasta que Ángela descubre el inquietante audio y reúne la fortaleza para salir a la calle. El director plantea así una no muy contundente denuncia sobre cómo las corporaciones tech invaden nuestra intimidad y más que ayudar potencian nuestros miedos y limitan nuestras libertades.

    En KIMI escuchamos los ecos de La ventana indiscreta e incluso de Vértigo como homenaje lúdico cinéfilo, y nos encontramos con momentos hilarantes como esa primera escena en donde vemos a un ejecutivo de una corporación tecnológica ofreciendo una entrevista desde su casa impecablemente vestido con chaqueta, camisa, corbata… y un pantalón del pijama que los espectadores, por supuesto, no ven. KIMI posee dosis medidas de tensión, suspense y paranoia, aunque lo mejor de la propuesta lo encontramos en el primer tramo con Ángela en el apartamento, en la sensación de aislamiento de la realidad y permanente conexión virtual de muchos jóvenes millennials que en los últimos tiempos se ha visto amplificada por la pandemia. La acción se torna trepidante una vez que Ángela consigue salir del apartamento y pisa la calle, con la cámara siguiendo sus pasos de forma obsesiva en un itinerario accidentado en el que se ve instigada por unos esbirros de la compañía, secuencia que nos recuerda a las películas conspiranoicas de los 70. KIMI pide al espectador que deje suspendida la credibilidad, así lo hacemos cuando los sicarios de la corporación entran en la casa de Ángela a la que intenta ayudar su vecino de enfrente y convertida ya en una implacable heroína. Un final forzado y excesivo en consonancia con lo que sólo es un eficaz y desmedido entretenimiento.   

2 comentarios:

  1. Todo lo que hace Soderbergh tiene un sello de calidad, incluso sus proyectos menos ambiciosos.

    Un abrazo.

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  2. Como escribo más arriba, a mí la película que más me gusta de Soderbergh es "Traffic", la que más poso me ha dejado, el resto de su filmografía me resulta menos interesante, aunque como bien dices, ninguna es despreciable.

    Un abrazo.

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