El recuerdo de un cine, un tiempo y un país
“LAS LEYES DE LA FRONTERA” êêê
DIRECTOR: Daniel Monzón.
INTÉRPRETES: Marcos Ruiz, Begoña Vargas, Chechu
Salgado, Carlos, Daniel Ibáñez, Guillermo Lasheras.
GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 129 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2021.
El guionista y director Daniel Monzón (que antes fue crítico de cine y siempre espectador) no pasará a la historia por haber dirigido El corazón del guerrero, El robo más grande jamás contado, La caja Kovak, El niño o Yucatán, pero sí lo hará por haber firmado Celda 211 (2009), que con un guión del propio director y Jorge Guerricaechavarría se impone como una de las mejores películas españolas del siglo XXI y, por ende, de la historia de la cinematografía patria. Un film que supuso un cambio radical con respecto a lo que el realizador nos había mostrado hasta la fecha y que se impone como un relato enérgico que se desarrolla en el espacio claustrofóbico de una cárcel con intensas dosis de tensión, dramatismo y credibilidad. En mi memoria cinéfila siempre permanecerá la imponente figura del jodido Malamadre, encarnado de forma superlativa por Luis Tosar.
Adaptando la novela homónima del excelente escritor -y paisano- Javier Cercas, Las leyes de la frontera se eleva como una mirada nostálgica a una época, finales de los años 70, y a un subgénero que triunfó en aquellos años de la transición política, el cine quinqui, que tanto nos hizo disfrutar en las salas de cine a varias generaciones y al que ya rendí homenaje en este blog. La acción nos sitúa en el año 1978. Ignacio Cañas (Marcos Ruiz) es un estudiante de 17 años introvertido e inadaptado que vive en Girona. Un día, en un salón recreativo, conoce a Zarco (Chechu Salgado) y a Tere (Begoña Vargas), una pareja de jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, y por la atracción que siente hacia Tere se ve envuelto en una carrera imparable de robos y atracos. Es la historia de la madurez de Nacho, cruzando la línea que existe entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia.
Seguro que a los quinquis (e incluso el cine quinqui) los conocí y viví más de cerca en su ambiente que Monzón, entre otras cosas porque yo en esa época vivía en Barcelona y visitaba asiduamente el Campo de la Bota, el barrio de la Mina, la Perona, y el Carmelo, tenía amigos que habían emigrado de las zonas rurales y que vivían en esas zonas de barracas y en los pisos colmena del extrarradio. Por si fuera poco, asistí siendo un tierno preadolescente al rodaje de varias escenas tanto de la seminal Perros callejeros (1977), como de la secuela de 1981. Pero eso es otra historia…
Las leyes de la frontera rinde un sentido tributo a aquel recordado subgénero que tanto nos gustaba a los adolescentes de entonces, un homenaje melancólico que forma parte de la memoria cinéfila de nuestro país y que resultaba tan genuino como esas flores que brotan en los estercoleros. La diferencia es que los protagonistas de todas aquellas películas de José Antonio de la Loma, Eloy de la Iglesia y Carlos Saura (autor de la pionera Los Golfos) eran delincuentes que vivían deprisa, deprisa, que murieron jóvenes dejando bonitos cadáveres cuando la heroína llegó con su guadaña en los años posteriores. El trío protagonista son sólo el remedo de diseño de aquellos antihéroes que pululaban por las periferias de las grandes urbes en los convulsos años de la transición, y que desplazados del sistema, robaban coches y cometían atracos. La función carece del carácter genuino que imprimían aquellos delincuentes habituales a las películas, pero alumbra el recuerdo de un tiempo de grandes desigualdades sociales y alarmante inseguridad que dejó a muchos chavales en la exclusión social. Los temas recurrentes eran las drogas, el sexo, los robos, los atracos y las críticas al sistema, todo amenizado por las rumbas de Los Chunguitos, Los Chichos y Bordón 4.
Podemos afirmar que Las leyes de la frontera atrapa el pathos general de aquellas historias, pero lo hace con una mirada más limpia, de postal cercana al idealismo, pues carece del aroma y la atmósfera de una época en la que la línea de la frontera estaba mejor subrayada. En los descampados, aquellos territorios apache rebosantes de basura, chatarra, miseria y desencanto se recreaba un microcosmos de puro realismo social tan marginal como fascinante. Relatos de hazañas peligrosas construidas sobre la fantasía de alguna bella y triste historia de amor.
Los conceptos y códigos del cine quinqui se mostraron inalterables a partir de la primigenia Perros callejeros, y Monzón repica con pulcritud las bases argumentales (que están en la novela de Cercas) en la creencia de que la temática aún puede resultar vigente si es posible reflexionar sobre el negro porvenir de los jóvenes que pertenecen a las clases más desfavorecidas y el peligro de sentirse desplazados en un mundo sin piedad. Tras el visionado, hay algunas cosas que chirrían, como la fácil transición del apocado Gafitas (el tímido chico con cara de bueno del que abusan sus compañeros de clase) en su integración en una banda de delincuentes juveniles, tampoco los escenarios cuentan con la herrumbrosa decadencia de aquellos años y la visión del director resulta algo almibarada sin lograr nunca una verdadera dimensión emocional y dramática, necesaria para poner énfasis a un final excesivamente atropellado. No obstante, la función mantiene un buen ritmo durante todo el metraje, las secuencias de acción están filmadas de forma eficaz y los intérpretes cumplen con solvencia, destacando Begoña Vargas, sus miradas, sus gestos y su relación sentimental con Gafitas, una hermosa y desoladora historia de amor que traspasa fronteras y deja eternamente abierta una herida.
La veré.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, te la recomiendo.
EliminarUn abrazo.
Hola, Peter. Me recordaste aquella película de Walter Hill, The Warriors, 1979. A mi me gusta. ¿Y a ti? Saludos.
ResponderEliminarMe gusta mucho Walter Hill como director y guionista, y no sólo The Warriors (una película de acción épica, adrenalínica y deslumbrante), también El luchador, Driver, Cruce de caminos, La presa, Calles de fuego...
EliminarHill forma parte inexcusable de mi saturada memoria cinéfila.
Un abrazo.