El libro verde como guía de supervivencia
“GREEN BOOK” êêê
(Peter Ferrely, 2018)
El cine de Peter Farrelly formando pareja con su
hermano Bobby no me había interesado nunca. Títulos tan disparatados en los que
se fusionan la comedia y a veces el más ñoño romanticismo como Dos
tontos muy tontos, Vaya par de idiotas, Algo
pasa con Mary, Yo, yo mismo e Irene, Amor
ciego, Los tres chiflados, no conforman una filmografía de la que
estar muy orgullosos. Ha sido una sorpresa que la primera película de Peter
Farrelly en solitario me haya convencido descubriéndome así un talento que
nunca hubiera imaginado detrás de esos títulos. Basada en una historia real, Green
Book nos traslada al año 1962 para presentarnos a Tony Lip (Viggo Mortensen) un rudo italoamericano del Bronx que es
contratado como chófer por el virtuoso pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali) para una serie de conciertos por los
estados sureños de Estados Unidos. Deberá tener presente “El libro verde”, una
guía que indica los establecimientos donde es aceptada la presencia de personas
afroamericanas. Juntos tendrán que hacer frente al racismo y los prejuicios
allí reinantes, pero a los que el destino unirá obligándoles a dejar de lado
las diferencias para sobrevivir y prosperar en sus vidas.
Uno sólo necesita ver el primer tercio de la
película para adivinar por dónde irá la cosa el resto del metraje. Pero eso no
importa, Green Book es un relato previsible pero muy bien dirigido
aunque conozcamos cuáles son sus intenciones como deriva de la mala conciencia
de toda una nación y de Hollywood en particular, asaltado por los
remordimientos del mal tratamiento que dieron durante décadas al tema de la segregación. En formato de road
movie, nos encontramos con dos personalidades contrapuestas que se
retroalimentarán con la costumbres mutuas (los modales rústicos pero nobles de
Lip comiendo pollo con las manos grasientas); y de Shirley (su personalidad
sibarita, la corrección de sus modales y el verbo romántico) que les servirá de
experiencia y enriquecimiento personal.
Con una fotografía exuberante, una espléndida
ambientación y el eco de Paseando a Miss Daisy asaltando la
memoria, Green Book fusiona con acierto la denuncia racista, los buenos
sentimientos de respeto y tolerancia y un fino sentido del humor para construir
la estructura de una película amable que pone el foco en ese vergonzoso “Green
Book” que los afroamericanos tienen como indispensable guía para no meterse en
problemas cuando recorren los estados más racistas. Ese es el eje, pero el film
como era de esperar se dispersa de manera sugerente hacia las interrelaciones
personales del refinado pianista homosexual y el rudo chófer italoamericano. Un
virtuoso de las teclas que se gana bien la vida tocando temas clásicos,
populares y de jazz, tan culto y pulcro como arrogante y estirado, que
encuentra en Lip el sentido más humano, cercano y familiar de una existencia
muy alejada de su solitaria vida. Lip
actúa de chófer y guardaespaldas, y a pesar de que en su interior guarda un
poso de racismo (vemos cómo tira a la basura dos vasos de unos trabajadores
negros que han estado trabajando en su casa) se sentirá avergonzado cuando Shirley,
en uno de sus conciertos, es obligado por el anfitrión a ir a orinar a una
barraca del jardín para que no utilice los lavabos para blancos. Con excelentes
interpretaciones de sus dos protagonistas, Green
Book no cuenta nada nuevo, pero la película está muy bien filmada y sirve
de lección básica sobre el respeto y otros comportamientos que nos pueden hacer
mejores.
Como dices, previsible pero encantadora. Estoy muy de acuerdo con tu valoración; no tanto con la que haces de su etapa cómica, que a mí sí me parece interesante, puede que un tanto irregular pero arrolladora en su incorrección política; y algunos gags son memorables.
ResponderEliminarUn abrazo.