Páginas

jueves, 7 de febrero de 2019

CRÍTICA: "GREEN BOOK" (Peter Parrelly, 2018)


El libro verde como guía de supervivencia
GREEN BOOKêêê
(Peter Ferrely, 2018)
     
   
   El cine de Peter Farrelly formando pareja con su hermano Bobby no me había interesado nunca. Títulos tan disparatados en los que se fusionan la comedia y a veces el más ñoño romanticismo como Dos tontos muy tontos, Vaya par de idiotas, Algo pasa con Mary, Yo, yo mismo e Irene, Amor ciego, Los tres chiflados, no conforman una filmografía de la que estar muy orgullosos. Ha sido una sorpresa que la primera película de Peter Farrelly en solitario me haya convencido descubriéndome así un talento que nunca hubiera imaginado detrás de esos títulos. Basada en una historia real, Green Book nos traslada al año 1962 para presentarnos a Tony Lip (Viggo Mortensen) un rudo italoamericano del Bronx que es contratado como chófer por el virtuoso pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali) para una serie de conciertos por los estados sureños de Estados Unidos. Deberá tener presente “El libro verde”, una guía que indica los establecimientos donde es aceptada la presencia de personas afroamericanas. Juntos tendrán que hacer frente al racismo y los prejuicios allí reinantes, pero a los que el destino unirá obligándoles a dejar de lado las diferencias para sobrevivir y prosperar en sus vidas.


  Uno sólo necesita ver el primer tercio de la película para adivinar por dónde irá la cosa el resto del metraje. Pero eso no importa, Green Book es un relato previsible pero muy bien dirigido aunque conozcamos cuáles son sus intenciones como deriva de la mala conciencia de toda una nación y de Hollywood en particular, asaltado por los remordimientos del mal tratamiento que dieron durante décadas  al tema de la segregación. En formato de road movie, nos encontramos con dos personalidades contrapuestas que se retroalimentarán con la costumbres mutuas (los modales rústicos pero nobles de Lip comiendo pollo con las manos grasientas); y de Shirley (su personalidad sibarita, la corrección de sus modales y el verbo romántico) que les servirá de experiencia y enriquecimiento personal.


 Con una fotografía exuberante, una espléndida ambientación y el eco de Paseando a Miss Daisy asaltando la memoria, Green Book fusiona con acierto la denuncia racista, los buenos sentimientos de respeto y tolerancia y un fino sentido del humor para construir la estructura de una película amable que pone el foco en ese vergonzoso “Green Book” que los afroamericanos tienen como indispensable guía para no meterse en problemas cuando recorren los estados más racistas. Ese es el eje, pero el film como era de esperar se dispersa de manera sugerente hacia las interrelaciones personales del refinado pianista homosexual y el rudo chófer italoamericano. Un virtuoso de las teclas que se gana bien la vida tocando temas clásicos, populares y de jazz, tan culto y pulcro como arrogante y estirado, que encuentra en Lip el sentido más humano, cercano y familiar de una existencia muy alejada de su solitaria vida. Lip actúa de chófer y guardaespaldas, y a pesar de que en su interior guarda un poso de racismo (vemos cómo tira a la basura dos vasos de unos trabajadores negros que han estado trabajando en su casa) se sentirá avergonzado cuando Shirley, en uno de sus conciertos, es obligado por el anfitrión a ir a orinar a una barraca del jardín para que no utilice los lavabos para blancos. Con excelentes interpretaciones de sus dos protagonistas, Green Book no cuenta nada nuevo, pero la película está muy bien filmada y sirve de lección básica sobre el respeto y otros comportamientos que nos pueden hacer mejores.

1 comentario:

  1. Como dices, previsible pero encantadora. Estoy muy de acuerdo con tu valoración; no tanto con la que haces de su etapa cómica, que a mí sí me parece interesante, puede que un tanto irregular pero arrolladora en su incorrección política; y algunos gags son memorables.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar