Rocky y la gallina de los huevos de oro
“CREED 2: LA LEYENDA DE ROCKY”
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(Steven Caple Jr., 2018)
La eterna gallina de los
huevos de oro que es la saga Rocky no para de dar beneficios. Si
en 2015, bajo la dirección de Ryan Coogler se estrenó Creed: La leyenda de Rocky
con el hijo del malogrado Apollo Creed pidiéndole a Rocky que fuera su
entrenador en un claro tributo al film seminal con una historia que se imponía
como un spin-off de la crepuscular Rocky Balboa (2006). En esta secuela
de Creed,
la vida para Adonis Creed (Michael B. Jordan) se ha convertido en un juego
de equilibrios. El hijo de Apollo debe compaginar el tiempo entre sus
obligaciones personales y el entrenamiento para su próximo gran combate, el
gran reto de su vida. Además al enfrentarse a un contrincante relacionado con el
pasado de su familia (el hijo del mítico Iván Drago), otorga intensidad a la
inminente pelea en el ring. Eso sí, Rocky
Balboa (Sylvester Stallone) estará a su lado, y juntos harán frente a ese
legado compartido, lo que les llevará a preguntarse si merece la pena luchar
por ello, al tiempo que descubren que nada importa más que la familia.
Uno tiene la impresión de que lo que menos
importa ya en esta longeva saga es el boxeo, pues el relato se centra más en
los conflictos familiares, los dilemas existenciales y la recurrente historia
de superación. Con un guión y una atmósfera mirando con nostalgia por el retrovisor,
nos presentan al hijo del soviético Iván Drago (que encarnara el sueco Dolph
Lundgren en Rocky IV de 1985), que siendo el mejor boxeador de Rusia,
quiere destronar a Adonis del trono de mejor boxeador del mundo. La pelea, por
supuesto, tiene mucho morbo, porque como bien sabe el aficionado de la saga,
fue Iván Drago quien dio muerte en el ring a Apollo Creed en el segundo asalto
propinándole un derechazo bestial… y Adonis está deseando enfrentarse con el
hijo del púgil que quitó la vida a su padre en el ring. Mi película favorita
sobre el mundo del boxeo es la magistral Toro Salvaje (Martin Scorsese,
1980), de modo que todo lo que se hizo después (e incluso antes) se me queda
corto.
Aquí nos encontramos con
demasiada mercadotecnia, demasiado circo y demasiados esteroides, todo para un
espectáculo simplón en el que la familia se impone como elemento totalizador
que impulsa el éxito y diluye el fracaso. Para los fans de Rocky debe resultar
muy sugerente volverse a encontrar con
un Ivan Drago contenido pero que busca la revancha del pasado en la figura de
su hijo. Yo no encuentro ninguna novedad reseñable, se repiten los mismos
esquematismos y los mismos recursos dramáticos: remordimiento y culpa,
superación y redención.
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