jueves, 16 de agosto de 2018

"MEGALODÓN" (Jon Turteltaub, 2018)


  
   Al director Jon Turteltaub no se le conoce ninguna película notable. Especialista en films comerciales como Phenomenon (1996), La búsqueda (2004) o El aprendiz de brujo (2010) jamás ha superado el aprobado raso. Así, costaba creer que lo lograra con esta muestra de cine hiperbólico, un film dominguero muy influenciado por el clásico de Steven Spielberg.


     Cuando un sumergible se avería en pleno fondo de Las Marianas, en donde un grupo de investigadores se encuentra en labores de vigilancia submarina, estos se topan con el descubrimiento de sus vidas cuando una gigantesca criatura les ataca. El oceanógrafo Zhang (Winston Chao) y su hija Suyin (Li Bingbing) deciden, a pesar de las reticencias, contratar a al especialista en rescate en aguas profundas Jonas Taylor (Jason Statham) quien tendrá como misión salvar al equipo atrapado y vencer a la amenaza imparable que oculta el océano: un mortífero tiburón prehistórico de 23 metros, antecesor, del tiburón blanco, conocido como Megalodón, una especie que se creía extinguida.

    
   A Megalodón se le notan las costuras de producto fast-food de consumo rápido. La función sale malparada con su referente más claro, Tiburón (Steven Spielberg, 1975) pero es que además, por su condición de blockbuster para todos los públicos, Turteltaub y su equipo nos muestran unos ataques del escualo tan poco encarnizados que las escasas secuencias de acción pierden su carácter amenazador y la tensión decae hasta límites infantiles. Así, el director olvidándose de que una premisa que parte del hallazgo de un enorme tiburón que desapareció hace dos millones de años debe ser lo más terrible y sangriento en su acecho y ataques, nos muestra secuencias tan irrisorias como la de la incursión y ataque del tiburón a una playa atestada de bañistas, mal planificada y nada espectacular. Supongo que Hollywood no deja de mirar ya al mercado chino y el negocio debe ser lo único que importa: porque no importan los personajes (el espectador no siente nada por ninguna muerte); no importan los inanes diálogos; y no importa la historia, un apestoso refrito de otras películas de este subgénero. Un fiasco.


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