miércoles, 22 de agosto de 2018

CRÍTICA: "THE EQUALIZER 2" (Antoine Fuqua, 2018)



Yo soy la justicia


THE EQUALIZER 2êêê
(Antoine Fuqua, 2017)
     
  
  Estrenada en 2014, The Equalizer no fue una película desdeñable, versión cinematográfica de la serie de televisión ochentera sobre un antiguo agente de la CIA que aunque ahora lleva una vida tranquila, no puede permanecer impasible cuando contempla tanta injusticia, violencia y crueldad. Dirigida por Antoine Fuqua y protagonizada por Denzel Whasington, el film tuvo el suficiente éxito como para que cuatro años más tarde, tanto director como protagonista, nos presenten esta secuela que no tiene nada que envidiar a su predecesora.

      
    En lo que supone la cuarta colaboración entre Fuqua y Washington, The Equalizer 2 nos narra cómo el agente de la CIA retirado Robert McCall (Whasington) sigue combatiendo por su cuenta la delincuencia, pero en esta ocasión van a entrar en juego cuestiones muy personales. Y es que Susan Plummer (Melissa Leo) su compañera de la CIA y agente retirada, ha aparecido asesinada. Con la misión de encontrar a sus asesinos, McCall pondrá a prueba sus habilidades hasta dar con los culpables del asesinato de su amiga.


    Lo menos original de esta película es su mensaje, tan simple, trillado y  con un tufillo reaccionario, pero no hay que olvidar que estamos ante un relato que tiene como figura central a un justiciero urbano al margen de la ley aunque con un estricto código ético. De tal forma que si obviamos la premisa, construida con elementos muy reconocibles dentro del subgénero de vengadores y justicieros, y nos centramos en el omnipotente personaje al que da oxígeno Denzel Washington, que lleva una vida ascética devorando los libros de su inaplazable lista, tendremos claro que toda la película gira en torno a su figura, su magnética personalidad, y que a pesar de sus 62 años sigue en forma otorgando brillo a las excelentes secuencias de acción que Fuqua planifica con virtuosismo.


      Comentaba que el mensaje del film puede resultar muy conservador, pero al mismo tiempo resulta muy eficaz y certero en su reflexión sobre los signos de podredumbre y decadencia de nuestra sociedad y las terribles taras de un sistema en donde ni la educación ni el respeto son ya valores sólidos, por lo que muchos jóvenes se dejan arrastrar hacia el lado oscuro sin advertir las letales consecuencias. De ahí el empeño de McCall por evitar que su joven vecino se pierda por el camino de la perdición. La función, imitando los códigos más reconocibles del western, se clausura en medio de un poblado fantasma y un clima huracanado, un escenario perfecto para que el veterano ex agente de la CIA culmine su particular venganza despojada de toda piedad.


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