Del amor y otras soledades
“AMANTE POR UN
DÍA” êêêê
DIRECTOR: PHILIPPE
GARREL.
INTÉRPRETES: GILLES
CARAVACA, LOUISE CHEVILLOTTE, ESTHER GARREL, ARLETTE LANGMANN.
GÉNERO: DRAMA / FRANCIA / 2017 / DURACIÓN: 76
MINUTOS.
"L`amant d`un jour"
Queda muy lejos ya el debut del veterano
director francés Philippe Garrel con
el largometraje Marie pour Mémoire (1967), aunque mi película favorita de este
director lleva por título J´entends la guitare (1999), un film
sobre la crisis de los cuarenta, la nostalgia del mayo del 68 y las desilusiones
de la juventud perdida. Una película que estaba dedicada a Nico, cantante,
modelo, actriz alemana que murió en Ibiza con sólo 49 años y fue musa de
artistas como Andy Warhol, y mantuvo una relación sentimental con Garrel
participando en siete de las veintitrés películas del director inicialmente
underground, incluida la que tal vez sea la obra más celebrada del autor, La
cicatriz interior (1972).
Amante por un día sigue a Jeanne (Esther Garrel) una joven de 23
años que vuelve a la casa de su padre (Gilles Caravaca) tras sufrir una
dolorosa ruptura sentimental. Cuando llega conoce a la pareja de su padre, una
chica de su misma edad. Su padre, un profesor maduro de filosofía, se ha
enamorado de Arianne (Louise
Chevillotte) una sus alumnas. Contra todo pronóstico, las dos jóvenes se hacen
amigas apoyándose mutuamente ante las nuevas situaciones de sus vidas.
Segunda película de Philippe Garrel -uno
de los directores más marginales post Nouvelle Vague- estrenada en las salas
españolas, Amante por un día cierra la trilogía sobre las infidelidades y
los celos iniciada con La jalousie (2013) y continuada con La
sombra de las mujeres (2015), un broche magnífico en donde su autor despliega
una narrativa más accesible y cercana. Con
un guión de Jean-Claude Carrière, una exultante fotografía de Renato Berta y filmada
en un imponente blanco y negro, la última criatura de Garrel, un realizador que
huele a queso podrido para la taquilla, tiene una textura anacrónica, como si
perteneciera a otra época (los años 60), no sólo por su tono visual añejo,
pintoresco y nostálgico, también por un argumento que, ahora más que nunca, se
detiene en sondear la herida del amor y otras soledades. El amor como meta
y anhelo, como abismo ciego y final de trayecto, como adicción y desvelo. Un amor
que sufre y goza, se acerca y se aleja, como sombras alargadas en la noche de
los boulevares parisinos.
Y es que el amor adictivo, las infidelidades, los
celos y los desengaños siempre han
sido elementos recurrentes del cine de Garrel, que cree que en ellos están las
claves de la felicidad y la angustia existencial. Amante por un día es una
breve y melancólica sinfonía con tres protagonistas y sus circunstancias: un profesor
que mantiene una relación sentimental con una alumna (superlativa Louise
Chevillotte) que tiene la misma edad que su hija, intentando así recuperar las
sensaciones y el aroma de un tiempo varado en los meandros de la memoria;
Arianne es su pócima mágica que hace menos lacerante la herida del tiempo y el
insatisfactorio tránsito por una vida gris y sin metas que alcanzar. La realidad,
sin embargo, es más amarga, porque a Arianne, que goza de una voluble
sexualidad, no le gustan las cadenas, ni parece hipnotizada por una vida al
lado del veterano profesor.
La pareja tiene ahora que compartir el hogar con la
hija de Gilles, Jeanne (Esther Garrel, hija del director) a quien su novio ha
puesto de patitas en la calle después de una traumática ruptura. La complicidad
entre Arianne y Esther es evidente y comparten confidencias y anhelos. Amante
por un día gira en torno a este trío mostrando sus inseguridades, sus
dilemas vitales, sus conflictos sentimentales y, sobre todo, el relato actúa
como un faro que ilumina la figura magnética y pecosa de Arianne y su deseo
irrefrenable. Una fémina que sabe explotar su atractivo, su lozana juventud. Ella
es el regalo y la condena, el éxtasis y el veneno, simplemente… el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario