Tu
cuerpo sabía a algo distinto
mientras
tejíamos puentes
sobre
la piel
y
mis manos forzaban
tus
pretéritos de virgen
ya
madura.
Pulsabas
mi ánimo
como
un arpa de intimidades
y
ardíamos
en
silencio
al
igual que arden las palabras de amor
en
la noche.
(Miguel Romero)
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