Lo único bueno es que ya se acabó
“CINCUENTA SOMBRAS
LIBERADAS” ê
DIRECTOR: JAMES
FOLEY.
INTÉRPRETES: DAKOTA
JOHNSON, JAMIE DORNAN, ERIC JOHNSON, RITA ORA, ELOISE MUMFORD, LUKE GRIMES.
GÉNERO: ROMANCE / EE.UU. / 2018 / DURACIÓN: 105
MINUTOS.
Cuando en el año 2015 la directora
británica Sam Taylor-Johnson estrenó la primera entrega de la trilogía Cincuenta sombras de Grey basada en las novelas de E. L. James, los cinéfilos más
serios en impenitentes quedamos sorprendidos al ver desfilar por las salas a
muchas personas que no habían pisado un cine en décadas. Mal síntoma. Los
peores augurios se confirmaron tras la proyección del infantiloide telefilm de
lujo: a todos esos nuevos espectadores les importaba un carajo la calidad de la
función. Estaban allí porque habían leído la novela y querían comprobar cómo
habían plasmado en imágenes sus más húmedas y ardientes fantasías.
Stephen King definió la obra de James como “basura, porno para madres”. No le falta razón, porque el invento resulta menos estimulante y erótico que hacerle la pedicura a un hipopótamo. Las aventuras del pétreo y elegante ricachón Christian Grey y la inocente y curiosa universitaria Anastasia Steel continuaron en 2017 con la segunda entrega titulada Cincuenta sombras más oscuras dirigida ya por el veterano James Foley, y en la que de nuevo Dakota Johnson nos mostraba 50 sombras de hacer brillar los ojos y morderse los labios… aunque no sabía cómo se usaban las bolas chinas. Y si la primera entrega consiguió cinco premios Razzie incluyendo el de Peor Película, ésta segunda cuenta con ocho nominaciones en esos prestigiosos antioscars.
Con James
Foley de nuevo manejando la batuta de director, la tercera y última
entrega que nos libera de más pestiños
indigestos, nos cuenta cómo creyendo que han dejado atrás las sombras del
pasado, los recién casados Christian y
Anastasia (Jamie Dornan y Dakota
Johnson) disfrutan de su relación y de una vida llena de lujos. Pero justo
cuando Ana comienza a relajarse, aparecen nuevas amenazas que ponen en riesgo
su felicidad.
Era difícil hacerlo peor que en las
anteriores entregas, pero no sin esfuerzo sus responsables cumple con la ley de
Murphy: 50 sombras liberadas es la más zarrapastrosa de todas las entregas confirmando
que cuando algo va mal siempre es susceptible de empeorar. Nos faltaba la boda de la parejita (mucho sado-maso pero como todo
cuento de hadas termina con mansión y diamante) para que el largo e impostado romance
resultara aún más insoportable. Y como relleno, los celos de ella ante los
flirteos de la neumática arquitecta que contrata Christian para las reformas
del casoplón, y el doloroso pasado del psicópata Jack Hyde, el antiguo jefe de
Ana, que no para de acosarla y que reclama que le devuelva su vida. Me cuentan
que, en sus ensoñaciones, las lectoras de las novelas tendrán que hacer un
sobresfuerzo para tratar de que la acción de la película se compadezca con el
texto, porque el erotismo espontáneo y salvaje brilla por su ausencia en su
adaptación a la gran pantalla. Llevamos tres años siguiendo un romance ridículo
desde que Anastasia firmara el contrato para que Christian Grey pudiera
explayarse en sus deseos sado-maso, suspirando por una auténtica chispa de
pasión, siendo testigos del distanciamiento, de la dependencia, el morbo
juvenil y la fiebre de muy pocas décimas… y todo para que el pastelazo termine
en bodorrio y luna de miel en París. ¡Venga ya!
Es
imposible crear una trama más simplista y poco atractiva, surgida de un guión bochornoso
que provoca vergüenza ajena. Las escenas de la ceremonia nupcial y
el viaje de recién casados están rodada de forma atropellada para centrarse en
la amenaza que representa el tal Jack Hyde, quien está dispuesto a todo para
destruir la convivencia del Sr. Y la Sra. Grey, que transcurre entre la labor
de editora de ella, la rutina de multimillonarios de viajes, coches y restaurantes
caros y algunas sesiones tibias en el “cuarto rojo”, con un Christian Grey más
manso que nunca y que parece haber despejado ya las sombras del pasado.
Lo peor de
todo es que las escenas de sexo son aún menos tórridas que en las anteriores
entregas, y esto era lo único que podía sacar del mortal aburrimiento a este
cronista tan amante de los márgenes del deseo y lo políticamente incorrecto; no
hay dolor, ni laceraciones y todo es perfectamente asumible por cualquiera que
haya sufrido el más mínimo picotazo de un mosquito. Sigo sin
entender qué estímulos y satisfacciones encuentra millones de espectadores (en
su inmensa mayoría féminas) en una historia de amor tan ramplona y pueril. Tal
vez les llegue nítido el mensaje de que cualquiera que lo desee puede disfrutar
de una relación sexual de estas características siempre que haya un pacto
previo. Y esto… ¿no lo sabían?
¿Qué esperabas?
ResponderEliminarTienes razón, quién mandará a mí.
ResponderEliminarUn abrazo.