“KING ARTHUR: LEGEND OF THE SWORD” ê
Decir que Guy Ritchie nunca ha vuelto a rayar a la altura que logró con sus
dos primeros largometrajes, Lock & Stock (1998) y Snatch.
Cerdos y diamantes (2000) es algo con lo que estará de acuerdo todo el
mundo, incluidos sus millones de fans.
Así, en su filmografía encontramos enormes cagarros como Barridos por la marea
(2002) un ladrillo ideado como vehículo para el lucimiento de Madonna, que entonces
era su mujer, pero también es posible hallar una cinta muy inspirada, RocknRolla
(2008) con la que recuperó parte de sus mejores esencias y supuso un regreso a
sus orígenes.
Tras la aceptable Operación U.N.C.L.E.
(2015) estrena esta excéntrica versión de la leyenda artúrica para narrarnos
cómo el joven e intrépido Arturo
(Charlie Hunnam) lidera a su pandilla por los sucios callejones de Londinium.
Tras lograr sacar de la piedra la espada de Excalibur, se verá obligado a tomar
algunas duras decisiones. Junto con una joven maga (Astrid Bergès-Frisbey)
deberá aprender a manejar la poderosa espada, vencer a sus demonios y unir al
pueblo para destronar al tirano Vortigern
(Jude Law) quien robó la corona que le pertenecía y asesinó a sus padres cuando
era un niño.
Con ínfulas
de primera piedra de una nueva franquicia, Rey
Arturo: La leyenda de Excalibur despliega una puesta en escena extravagante
y pedestre en la que se adivina el sello del director y que se ve aderezada con
una inyección de testosterona digital; la secuencia inicial con esos
gigantescos elefantes que lo aplastan todo a su paso deja muy claro cuáles son
las intenciones del director. Lo
mejor, aunque nada novedoso, lo encontramos en esos pactos faustianos que el
villano Vortigern hace con unas criaturas acuáticas de aire lovecraftiano en el
lago de un sótano gótico.
La función hace ruido al romper las
cáscaras pero ofrece pocas nueces, ni los diálogos están a la altura del antaño
ingenio del cineasta británico ni la tan grandilocuente como vacía pirotecnia
encuentra el punto de contención, con escenas de acción rodadas de manera
atropellada y desmesurada, un simple delirio saturado. Además de un ridículo cameo del futbolista David Beckham, ésta paródica
versión del imaginario artúrico pretende rodear al Rey Arturo y sus fieles del
mismo ambiente gangsteril que imprimió a sus primeras películas sobre hampones
barriobajeros, pero al relato le falta chispa narrativa y le sobra el atracón
de tics visuales que, aunque forman parte del estilo del director, aquí sólo
son vulgares destellos. La peor película de Ritchie junto a Barridos por la marea.
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