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domingo, 20 de agosto de 2017

CRÍTICA: "LA TORRE OSCURA" (Nikolaj Arcel, 2017)


THE DARK TOWERê


    Del director danés Nikolaj Arcel sabemos que dirigió el potente thriller El juego del rey (2004), cinta que con el trasfondo del periodismo y la política es una crónica sobre la manipulación como instrumento para conquistar el poder. Más floja resultó La Isla de las Almas Perdidas (2007) una fantasiosa aventura adolescente. Tampoco tildaremos de despreciable la comedia The Truth About Man (2010), sobre un tipo que aparentemente lo tiene todo pero siente que le falta algo. Su mejor film hasta la fecha es Un asunto real (2012) drama histórico protagonizado por Mads Mikkelsen y Alicia Vikander que está ambientado en el siglo XVIII durante el reinado de Christian III.

    
   Veamos: en un mundo extrañamente parecido al nuestro,  un cowboy llamado Roland (Idris Elba) persigue a su eterno enemigo, El Hombre de Negro (Matthew McConauguey). Roland que es un tipo solitario, el último hombre de la orden denominada Los Pistoleros, camina sin descanso por un paisaje triste y desolado. Un día conoce a Jake (Tom Taylor) un chico de Nueva York pero venido de otro tiempo, y ambos unen sus destinos en la búsqueda de un edificio mitológico, La Torre Oscura, que dicen es el centro de convergencia de todos los universos.

    
   Libérrima y rácana adaptación de la obra magna de Stephen King (a mí me gustan más otras obras suyas), La Torre Oscura se eleva como un artefacto multigenérico y multirreferencial en el encontramos las manidas pinceladas del universo Tolkien, resonancias del spaghetti western, el terror y la ciencia ficción apocalíptica con una multiplicidad y diversidad de batiburrillo caleidoscópico. Nicolaj Arcel, en un brutal ejercicio de síntesis, concentra las 8 novelas en un escueto metraje de 95 minutos, con lo que se le hace imposible profundizar en las complejidades de la trama, las subtramas y detalles de la obra literaria, y se conforma con entregarnos un relato pobre tanto narrativa como visualmente, más o menos coherente y sin más trascendencia que servir de lanzadera para una franquicia o serie televisiva.

   
   De nuevo estamos ante la eterna lucha entre el bien (representado por el adusto y solitario pistolero Roland al que da vida Idris Elba), y el mal (cuya figuración física tiene la forma de McConauguey, un pérfido mago elegantemente vestido de negro que quiere destruir la torre, para lo que necesita reclutar niños tocados por “el Resplandor”). Roland se ve arrojado a parajes devastados y rebosantes de amenazas y peligros que tratará de sortear, junto al joven Jake, para llegar hasta la Torre Oscura, convertidos en la última esperanza para salvar la civilización. La pareja atravesará desiertos y bosques neblinosos en donde moran monstruosas criaturas, y lejos de su mundo, Jake desconoce ignora el drama que ha asolado su hogar.

   
   De manera tan simple como abrupta, Arcel se las ingenia para saltar de un mundo (el Nueva York actual) a otro (las inquietantes y salvajes tierras en donde se encuentra la torre que nos protege de los demonios del más allá), pero la simpleza de la ejecución, despojada de toda sutilidad y carente de interrogantes metafísicos, deja un tufillo a telefilm que lo aleja del cine distópico para adultos. Como no podía ser de otro modo, al intentar comprimir más de 4.000 páginas en hora y media de película, se obvia la ortodoxia narrativa para resolverlo todo de manera atropellada e inconsistente, y sólo las secuencias sobre la vida familiar del joven Jake, que será quien  nos sirva de guía, están dotadas de interés y cierta amargura.

   
    Con un paupérrimo diseño de producción, irrelevantes interpretaciones, una insulsa banda sonora y efectos especiales low cost, la película decepciona en sus veleidades de producto de serie B sin ambiciones, y es precisamente la falta de pretensiones una de sus mayores rémoras, pues no se puede adaptar una obra tan compleja de un modo tan pedestre e infantil, sin apenas briznas de poesía ni filosofía sobre las que inspirarse para imaginar algo más grande y sólido. De momento, estamos lejos de esa pesadilla tenebrosa surgida de la imaginación del escritor de Maine y que despierta nuestros miedos atávicos, y lo seguiremos estando si no se asumen mayores riesgos.

2 comentarios:

  1. Leí las críticas y se me quitaron las ganas. Por lo que veo, tu opinión va en la misma línea.

    Un abrazo.

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  2. Pues sí, no pasa de ser un simple telefilm de sobremesa. Lástima de ocasión desaprovechada.

    Un abrazo.

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