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viernes, 30 de junio de 2017

JOYAS DEL CINE ERÓTICO: “BOLERO” (John Derek, 1984)


"BOLERO" (1984)
    
  
   El que fuera marido de la sex Symbol de los 80 Bo Derek contaba ya con una escueta aunque birriosa filmografía de películas de tono erótico cuando rodó esta insustancial cinta titulada Bolero en 1984. El film nos presenta a Ayre (Bo Derek) una atractiva joven británica que aún no ha perdido la virginidad. Tras graduarse en un internado elitista inglés decide buscar al hombre adecuado para tener su primer encuentro sexual. Al ser una chica rica, decide llevarse en su viaje a su amiga Catalina (una Ana Obregón tan tontita como siempre) y al chófer de la familia Cotton (George Kennedy).

     
    La primera parada de Ayre será  a Marruecos, en donde encontrará un amante ideal, un jeque que se ofrece a desflorarla pero que, en pleno lecho, el maricón queda dormido. Al renunciar al jeque, Ayre se traslada a España, en donde conocerá a un torero macho ibérico, Ángel (Andrea Occhipinti) con el que comenzará una tórrida historia de amor que hará que el universo de Ayre resplandezca. Parece que la hermosa y joven graduada británica ha tenido éxito en su búsqueda cuando Ángel es corneado por un toro en plena corrida. Ayre se propone entonces recuperar físicamente a su impedido amante.

      
    Bolero obtuvo nueve nominaciones en los antioscars llamados Premios Razzie y se alzó con seis premios incluyendo Peor Película, Peor Director y Peor Actriz. De modo que imaginen el nivel de la cosa. Y es que el film es un cúmulo de despropósitos; el primero que la Derek de oxígeno a una virginal adolescente cuando en el año de producción de la película contaba ya con 28 años. Pero al morboso John, el esposo vicioso de Bo, al parecer le excitaba mucho filmar a su mujer en escenas guarrindongas. Otro despropósito  es desaprovechar, con la excusa de ganarse las habichuelas, a un buen actor secundario como George Kennedy en un papel penoso y un film bochornoso. A esto le sumamos el dislate de utilizar a Anita Obregón como amiga y confidente de la prota como si de una actriz se tratara. Así, la indigesta bazofia sólo podía tener un fin: inflamar la testosterona de un puñado de adolescentes presentando a un torero como símbolo de la virilidad y viéndole como desvirga a una tierna damisela inglesa.

      
    Esto y, claro está, que Bo luciera el palmito de su privilegiado físico de chica 10 en una época en la que todavía sus carnes mantenían la turgencia. Lo único destacable de Bolero es la fotografía y los paisajes de un relato ambientado en los años 20. Hay más despropósitos, como el dar el protagonismo masculino a un mediocre y simplón actor italiano de tercera categoría llamado ¿quién se acuerda de él? Andrea Occhipinti. Nada comparable al clímax final, cuando la bella recibe por fin la corrida del torero machito y el éxtasis es anunciado con un letrero de neón luminoso. ¡Habemus coito!  

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